El
doctor Cal Meacham, investigador de prestigio, vive dedicado al "estudio
de la reconversión de elementos comunes en fuentes de energía nuclear".
Como todo buen científico que se precie posee la extraordinariamente común
capacidad para pilotar aviones de combate. Durante uno de sus vuelos, el
aparato sufre una avería inesperada y pierde el control. Cuando todo parece
abocado al desastre, repentinamente, aparece un resplandor verde brillante en el
cielo que rápidamente envuelve al avión. A modo de rayo tractor, es ayudado a
aterrizar sano y salvo.
Sin comprender en absoluto lo que acaba de sucederle,
Meacham se dirige, en compañía de su ayudante, al laboratorio donde lleva a
cabo sus investigaciones en energía nuclear. Una vez allí, recibe un paquete
sorpresa que contiene un misterioso manual de instrucciones. A lo largo y ancho
de cientos de páginas hechas a base de láminas metálicas muy delgadas, el libro
detalla la construcción pieza a pieza de distintas variedades de un mismo
dispositivo desconocido denominado "interocitor": con
generador planetario, con voltímetro, con astroscopio, con ordenaelectrones,
etc.
Intrigado hasta la obsesión por unos extraños condensadores
que se muestran impenetrables incluso a la fuerza de un taladro de diamante, el
doctor Meacham decide ponerse manos a la obra y construir con sus propias manos
el artilugio, que consta exactamente de 2486 piezas diferentes. Cuando,
finalmente, culmina su tarea, del interior del interocitor surge una voz. Un
ser con apariencia humana (al menos si no se tiene en cuenta la voluminosa
cabeza, cubierta con abundantes cabellos de color blanco resplandeciente) que
responde al nombre de Exeter les informa del propósito con el que han sido sometidos
a una "prueba" semejante.
Al parecer, Exeter está intentando reunir a los científicos
más brillantes del mundo en el campo de las aplicaciones industriales de nuevas
fuentes de energía, especialmente, la nuclear. Según él mismo le refiere a
Meacham:
"Resulta que sabemos que está usted a punto de
descubrir cantidades ilimitadas de energía nuclear libre. Más concretamente, la
conversión de plomo en uranio."
Como no podía ser menos, el doctor-piloto de aviones de
combate accede a viajar hasta las instalaciones de Exeter. Allí le recibe la
doctora "pechos puntiagudos" Adams, una vieja conocida que
extrañamente se muestra distante y afirma no recordar a Meacham. La razón de
este misterioso comportamiento no tarda en hacerse evidente. Aprovechando un
momento de confianza de Exeter, y ocultos a la vista escrutadora del indiscreto
y omnipresente interocitor del laboratorio, la doctora informa a Meacham de los
oscuros planes e intenciones del misterioso alienígena. Tan sólo se dan cuenta
de que, a pesar de todos sus esfuerzos, siguen siendo vigilados, gracias a la
inoportuna entrada en escena del gato que parece ser la mascota del centro de
investigaciones. Escuchemos, en voz de la doctora, la más clara y absoluta
prueba de que Exeter se equivoca de pleno a la hora de escoger los mejores
cerebros terrícolas:
"Sólo es Neutrón. Lo llamamos así porque es muy
positivo." [Podéis hacer LOL cuantas veces queráis]
Bien, asumiendo el más que evidente hándicap anterior,
resulta que, al parecer, todos los grandes investigadores del mundo se
encuentran prácticamente prisioneros en las instalaciones (extraordinariamente
equipadas con los avances técnicos más recientes) de Exeter y éste resulta ser
un extraterrestre procedente del lejano planeta Metaluna.
Metaluna se encuentra en guerra con Zagon, otro planeta que
tiempo atrás no era más que un cometa (?!#%LOL) y que ahora se dedica a lanzar
meteoritos dirigidos por naves contra su superficie. El efecto de semejantes
misiles rudimentarios no es otro que la destrucción de la capa de ionización
que envuelve Metaluna, una región de su atmósfera que requiere de enormes
cantidades de energía obtenida del uranio, agotado hace tiempo.
Cuando la situación se torna desesperada para los habitantes
de Metaluna, éstos deciden abandonar la Tierra llevando consigo a bordo de un
gigantesco platillo volante a Meacham y Adams, con la intención de que culminen
sus estudios en el mismo planeta. Por supuesto, ambos deciden escapar pero son
apresados de nuevo inmediatamente por el terrible rayo tractor de la nave
espacial. Después de todo, una tecnología como
ésta no
parece demasiado descabellada en la actualidad, aunque evidentemente nos
encontramos tan sólo en las primeras fases.
Una vez en el interior, Exeter les explica todo y les
implora ayuda ante la desesperada situación de su planeta (a buenas horas...). Les
ofrece su máxima colaboración y se compromete a no ocultarles ninguna
información más (a buenas horas, otra vez). Así, la feliz parejita terrícola,
una vez recuperada del tremendo sofoco provocado por el paso de la nave a
través de la "barrera térmica", es puesta al corriente sobre
el generador de gravedad que hace que los pasajeros puedan moverse libremente
por el interior del platillo, como si lo hiciesen sobre la mismísima superficie
de la Tierra. Y como las condiciones físicas de Metaluna son bastante
diferentes a las de nuestro planeta, antes de llegar a destino, deben someterse
a un pequeño y, aparentemente, simple procedimiento. Exeter lo explica
estupendamente:
"La presión atmosférica de Metaluna es comparable a
la de sus océanos [se refiere a los de la Tierra]. Si entráramos en la órbita
de Metaluna sin la conversión, moriríamos aplastados."
Meacham, inteligentemente (pues lo del gato Neutrón no le
había hecho maldita la gracia), replica:
"Y si fuéramos de Metaluna a la Tierra, nuestros
tejidos corporales se reducirían. Nos desintegraríamos completamente."
El dispositivo en cuyo interior son sometidos a la
transformación de tejidos corporales y huesos consta, en esencia, de una
cápsula de vidrio y unas barandillas metálicas imantadas. Una vez conectado,
las manos del ocupante de la cápsula se ven atraídas irremediablemente hacia
las barandillas y el sujeto ya no puede despegarlas hasta que el proceso
finaliza. Extraño fenómeno magnético, pues el cuerpo humano posee un gran
porcentaje de agua, sustancia cuyas moléculas presentan un comportamiento
denominado "diamagnético" que se manifiesta como una fuerza repulsiva
(y no atractiva) cuando se las somete a la acción de un campo magnético externo.
Finalmente, nuestros amigos llegan a su destino, donde una
visión apocalíptica se ofrece a sus ojos. Un bombardeo meteorítico constante
sacude la superficie de Metaluna, cuya capa
de ionización está a punto de
desaparecer definitivamente. Prácticamente todos los científicos del planeta
han perecido y la única esperanza de encontrar la ansiada fuente de energía del
uranio se basa en la colaboración de los doctores Meacham y Adams.
Desafortunadamente, aún aguarda una sorpresa más. En efecto,
el malvado Monitor, personaje que mueve los hilos y toma las más altas
decisiones sobre el futuro de Metaluna, alberga planes más sombríos. Su
intención es que la Tierra sea el nuevo destino de su raza. Ante el rechazo
irracional de Meacham, el Monitor decide introducirle, en compañía de la doctora,
en una máquina de control mental. Cuando son conducidos a su fatal destino, son
atacados por una criatura mutante, "similar a los insectos de la
Tierra, pero más inteligente". En el último momento, la fortuna les
sonríe. Uno de los meteoritos procedentes de Zagon les alcanza, matando al
Monitor y dejando malheridos al mutante y a Exeter. Éste, consciente de que no
hay solución, decide ayudarles. Suben a bordo del platillo volante y ponen
rumbo de nuevo hacia la Tierra.
Mientras se alejan contemplan a través del "interocitor
con astroscopio" cómo los meteoritos que caen incesantemente sobre el
planeta hacen que..
"el intenso calor esté convirtiendo a Metaluna en un
sol radiactivo. La temperatura debe de ser de miles de grados." Yo más
bien diría millones, majete...
Antes de acercarse a la Tierra, nuestros amigos deben
someterse de nuevo a la reconversión y readaptación de sus cuerpos a las
condiciones físicas de nuestro mundo. Cuando aún no se ha finalizado el
proceso, el "insecto mutante inteligente", que milagrosamente no
había fallecido y se había introducido a hurtadillas en el interior del
platillo volante, vuelve a atacarles. Y, por supuesto, empieza por la neumática
y sensual doctora Adams, mientras Meacham observa impotente y cautivo dentro de
su cápsula conversora. Una vez más, la física acude al rescate de la indefensa
y chillona damisela. En efecto, antes de que el monstruo acabe con la alegría
de la huerta, la presión atmosférica de nuestro planeta acaba con la vida de la
criatura no adaptada. ¡Mierda de bicho, coooño!
Agotada la energía de la nave (un viaje de ida y vuelta a
Metaluna sin repostar era demasiado para un planeta con los recursos agotados)
y malherido Exeter, decide liberar a los doctores a bordo de la avioneta en la
que habían sido capturados la primera vez. Entretanto la gigantesca nave se
precipita sobre el océano, para gozo y algazara de los cazadores de ovnis. Y
colorín colorado, Regreso a la
Tierra (This Island Earth,
1955) se ha acabado...
NOTA: La autora de este blog pide disculpas por no haber sido capaz de explicar la ciencia de la película objeto de este post.