Orígenes. El universo, la vida, los humanos (reseña)

Mi pequeña historia con el libro objeto de la presente reseña ha sido increíble. Uno de sus autores, Carlos Briones, amigo y colega, con quien he compartido mesa y cubiertos y estupendas conversaciones durante las comidas en el evento Naukas Bilbao, tuvo a bien recomendarme a su editorial para que ésta me enviase un ejemplar de Orígenes. El universo, la vida, los humanos. Corría más o menos el mes de septiembre pasado. Me puse enormemente contento y la ansiedad comenzó a devorarme, cosa habitual en este impresentable que os escribe. Yo ya había leído otro de los maravillosos libros de Carlos Briones (tal y como reseñé aquí mismo) y la impaciencia por volver a disfrutar de su última criatura era casi insoportable. Así pues, esperé a que el servicio de mensajería o correos hiciese su trabajo. Pasaron los días, las semanas y el libro no llegaba (ya me había sucedido algo parecido con otros libros de la misma editorial, así que me lo tomé como algo "normal"). A primeros del mes de noviembre aún seguía esperando, así que decidí escribir a Carlos para decirle que finalmente me había decidido a no esperar más y ese mismo día acudí a una librería a comprarlo. Por aquel entonces, mi pila de lecturas pendientes ya había vuelto a crecer hasta un límite suficientemente alarmante y Orígenes pasó a ocupar unos cuantos peldaños por debajo. Y entonces, el 3 de este mismo mes de diciembre, al llegar a mi despacho en la universidad, me encuentro un paquete postal de la editorial Crítica con el ejemplar largamente deseado. Habían transcurrido tres meses y ahora descansaban en mis estantes dos ejemplares del mismo libro. ¿No quieres taza? Pues toma dos. Ipso facto se lo comuniqué a Carlos, nos echamos unas risas por Twitter y le dije que procedería según una norma no escrita que siempre aplico en casos similares: los ejemplares que tengo duplicados o las ediciones anteriores de libros de texto que me envían las editoriales siempre los regalo a mis estudiantes universitarios. Me gusta hacer felices a las personas.

El caso es que anteayer mismo terminé de leer Orígenes. Sus autores son, aparte del citado Carlos Briones, Alberto Fernández Soto y José María Bermúdez de Castro. ¿Y por qué tres autores y seis manos? Pues porque el libro lo requiere. Como muy bien dice su título: El universo, la vida, los humanos, Orígenes es en realidad tres libros pero no independientes. Muy al contrario, los tres se encuentran profunda y sustancialmente interrelacionados. Y, por supuesto, cada uno de los tres ha sido escrito por un autor distinto, todos ellos reputadísimos científicos del CSIC con gran experiencia en los temas abordados.

Comienza Orígenes por la física, con 113 páginas a cargo de Alberto Fernández Soto. Confieso que esta es la parte que más he disfrutado, pero no por su calidad ni nada parecido, sino simple y llanamente porque yo soy físico y gran aficionado a la cosmología y la astrofísica, que son los temas que aborda Alberto. Empezando por las bases del modelo actualmente aceptado del Big Bang, pasando por el Modelo Estándar de la física de partículas y las evidencias observacionales principales, como son la expansión del universo descubierta por Edwin Hubble, la síntesis de los núcleos atómicos primordiales y el fondo cósmico de microondas, para finalizar con los descubrimientos más recientes como el de la energía oscura, que puede aportar la respuesta a la pregunta del destino final de nuestro universo, Alberto nos deja en ese justo punto donde siempre suele dejarnos toda disciplina científica y que no es otro que aquel en el que el número de nuevas preguntas supera al anterior. Cuanto más sabemos y aprendemos, tanto más descubrimos que ignoramos y la rueda nunca deja aparentemente de girar. ¿Hay algo más emocionante y estimulante?

A continuación, el bloque dedicado a la biología, a cargo de Carlos Briones, el más extenso, con casi 200 páginas. No me ha parecido un bloque fácil de leer, pero no creo que haya sido culpa de Carlos. Soy un absoluto torpe e inepto para la biología, siempre lo he sido y creo que moriré con la misma ineptitud, a pesar de luchar un día tras otro contra ella. Cuando empiezan a aparecer términos como ribozimas, ribosomas, mitocondrias, nucleótidos, aminoácidos, proteínas, lípidos, nucleico, desoxirribonucleico, ribonucleico, me vuelvo el más absoluto de los obtusos. Suelo perderme entre toda esa terminología y jerga técnica de bases nitrogenadas y mis procariotas y eucariotas se rebelan de forma irracional. Los diez capítulos a lo largo de los cuales se extiende Carlos Briones seguramente harán las delicias de todos aquellos que no sean tan lerdos como yo porque si algo destaca especialmente en las 193 páginas escritas por el bueno de Carlos es la profusión de referencias y estudios, tanto clásicos como recientes (de hecho, esta es una característica de todo el libro, en el que abundan las citas a trabajos llevados a cabo incluso pocos meses antes de editarse el libro).

No obstante, he disfrutado muchísimo de algunos capítulos puntuales, aquellos en que se habla de las ideas pioneras acerca del origen de la vida en nuestro planeta, como la ya célebre sopa de Oparin o Haldane; o las condiciones químicas primigenias en la Tierra, las contribuciones a la química prebiótica de genios como Miller y Joan Oró; el capítulo dedicado a los virus y viroides, con su enorme y decisiva influencia en el desarrollo de la vida tal y como la conocemos; el papel de los genomas; los siempre impresionates extremófilos, para finalizar brillantemente con el origen y evolución de las células con núcleo, los organismos eucariotas y la Explosión cámbrica. En definitiva,  Carlos Briones nos deja a las puertas del tercer y último bloque del libro, tras un deslumbrante y estimulante paseo por millones de años de evolución.

José María Bermúdez de Castro es el encargado de contarnos el origen del ser humano, desde nuestros antepasados más lejanos hasta el hombre actual a lo largo de las últimas 127 páginas. Me ha gustado especialmente la forma en que José María ha titulado los capítulos, con una terminología basada en el lenguaje musical y que al mismo tiempo guarda una relación lógica y perfecta con el contenido de los mismos.

Las pruebas y evidencias aportadas por los registros fósiles, tan escasos en muchas ocasiones, han sido enriquecidas en las últimas décadas por los hallazgos proporcionados por la genética e incluso la física, haciendo de la paleoantropología una ciencia con un marcado carácter interdisciplinar. Y, al final del camino, siempre lo mismo: muchas respuestas, nuevas preguntas, más enigmas que resolver y vuelta a empezar. Con la diferencia de que, aun sin darnos cuenta, somos un poco más sabios. Porque la sabiduría no reside en acumular conocimientos sino en plantear otros por conocer. Esto es lo que nos diferencia como humanos del resto de las criaturas que comparten el planeta Tierra con nosotros.

No quiero finalizar esta breve reseña, que no hace honor en absoluto a la calidad del libro, sin mencionar las maravillosas ilustraciones que lo acompañan, el Prólogo a cargo de Ricard Solé y el estremecedor y emocionante Epílogo con el que concluyen las casi 500 páginas de esta joya, que a buen seguro constituirá una de las tres lecturas obligatorias que impongo a mis estudiantes de primer curso del grado en Biología cada curso académico. Ellos me proporcionarán una calibración más adecuada, natural y espontánea que la que me permiten mi senectud y mis prejuicios. Os mantendré informados...


Algunos libros de divulgación que leeré en 2016

Suele ser muy habitual, y hasta la fecha yo mismo venía haciéndolo, echar la vista atrás en estos días previos a las fiestas navideñas y llevar a cabo una recopilación de las lecturas del autor del blog a lo largo del año que se termina. Este resumen, más o menos detallado pero breve al mismo tiempo, sirve de recomendación tanto para los propios lectores como para que estos puedan hacer lo mismo, de palabra o mediante regalos, con amigos, parientes, etc.

Sin embargo, en esta ocasión, me gustaría hacer algo diferente. Veréis, durante todo el año que ahora termina he ido anotando cuidadosamente los títulos de cuantos libros han pasado por delante de mis ganas de leerlos: hasta hoy, han sido 48, de los cuales 27 trataban divulgación científica, en sentido amplio (física, biología, filosofía, historia) y los otros 21 fueron novelas. Me gusta leer de casi todo y también, de vez en cuando, releer libros que en su momento significaron algo especial y que quiero comprobar cuál es la impresión que me causan al volver a ellos años después. Pues bien, aunque aún restan un par de semanas y a buen seguro daré cuenta de 3-4 libros más, lo que me apetece en esta ocasión es hablar de futuro, no de pasado. Así pues, lo que viene a continuación es una recopilación visual de unos cuantos títulos que, por diversas razones, me han llamado la atención en algún momento del año. Son libros que intentaré leer durante 2016, aunque quizá con el paso de los meses, algunos de ellos caerán en el olvido y otros títulos distintos caerán en mis manos, con lo cual sustituiré unos por otros a buen seguro. No obstante, esto no hace que los primeros pierdan interés, muy al contrario.

Perdonad si no añado comentario alguno a las imágenes de las carátulas, pero es que comentar un libro que aún no he leído me resulta un tanto pretencioso y, además, de esta manera, cada uno podréis buscar información sobre ellos donde os plazca, interesaros por alguno en especial o, simplemente, descartarlos sin más.
































































ACTUALIZACIÓN: Me advierten vía Twitter (Gracias, @tinitun) de que la gente con problemas de visión tiene especiales dificultades para visualizar títulos y autores de los libros que os he puesto solamente en formato imagen. Para solucionar esta cuestión, a continuación, enumero títulos y autores en formato sólo texto. Pido perdón humildemente por mi ignorancia.


  1. The Great Beyond, by Paul Halpern
  2. The Biology of Human Survival, by Claude A. Piantadosi
  3. Curiosidad, por Philip Ball
  4. In Search of Planet Vulcan, by Richard Baum and William Sheehan
  5. How to Clone a Mammoth, by Beth Shapiro
  6. This Idea Must Die, edited by John Brockman
  7. Five Billion Years of Solitude, by Lee Billings
  8. La Teoría Perfecta, por Pedro G. Ferreira
  9. Confessions of an Alien Hunter, by Seth Shostak
  10. Errores Geniales Que Cambiaron El Mundo, por Mario Livio
  11. A World Without Ice, by Henry Pollack
  12. La Sexta Extinción, por Elizabeth Kolbert
  13. Dark Matter and the Dinosaurs, by Lisa Randall
  14. Explicar El Mundo, por Steven Weinberg
  15. Consilience: La Unidad Del Concimiento, por Edward O. Wilson
  16. Boltzmann's Tomb, by Bill Green
  17. Subtle is the Lord: The Science and the Life of Albert Einstein, by Abraham Pais
  18. Los Pilares de la Ciencia, por José Manuel Sánchez Ron
  19. Carl Sagan: Una Vida en el Cosmos, por William Poundstone
  20. Albert Einstein: Su Vida, Su Obra y Su Mundo, por José Manuel Sánchez Ron
  21. ¿Quién robó el cerebro de JFK?, por José Ramón Alonso


La batalla perdida del ciclismo

Muy pocas veces somos plenamente conscientes de que vivimos inmersos en un fluido llamado aire. Gracias a esta mezcla de gases, compuesta por un 78 % de nitrógeno y un 21 % de oxígeno, además de trazas de otros como dióxido de carbono, ozono, hidrógeno, argón, etc., podemos respirar. Sin embargo, cuando queremos movernos, ya sea caminando, corriendo, o a bordo de un automóvil, este mismo aire empieza a mostrar su presencia de forma más que evidente.

En efecto, considerad por un momento el caso de un ciclista que se desplaza por una carretera perfectamente recta y horizontal con una velocidad constante. Si tienes unas nociones básicas de física elemental, como la que se puede estudiar en el instituto, enseguida caes en la cuenta de que sobre el conjunto ciclista-bicicleta actúan cinco fuerzas claramente distintas. Dos de ellas en la dirección vertical: el peso del citado conjunto, dirigida hacia abajo (más o menos, en dirección al centro de la Tierra) y la reacción normal al mismo, dirigida en sentido contrario a la primera. Como la bicicleta no se desplaza en dirección vertical, ambas fuerzas se cancelan entre sí. Esto es una consecuencia directa de la primera ley de Newton.

Las otras tres fuerzas restantes actúan en la dirección horizontal. En primer lugar, el rozamiento con el aire, que como es lógico actúa en sentido contrario al movimiento; la segunda es la fricción entre los neumáticos y el asfalto de la carretera, también opuesta al movimiento; finalmente, nos encontramos con la fuerza imprimida por el ciclista y que hace avanzar la bicicleta. Esta última fuerza debe compensar exactamente la suma de las dos primeras si admitimos que la bicicleta se desplaza a velocidad constante.

Analicemos detenidamente la forma concreta de estas fuerzas de rozamiento. La primera, también denominada arrastre aerodinámico, es de sobras conocida, pues resulta ser dependiente de cuatro factores diferentes: primero, el denominado coeficiente de arrastre aerodinámico, un número que depende de la geometría particular del conjunto ciclista-bicicleta. No es lo mismo que el corredor sea un tipo redondito y gordinflón que un alfeñique escuchimizado, que lleve casco en forma de cabeza de "alien" o que tenga la desfachatez de no llevar casco y luzca un voluminoso peinado "afro"; segundo, el área transversal de la superficie que opone el conjunto ciclista-bicicleta al aire. No es lo mismo que el corredor adopte una posición recogida sobre el manillar que lo haga sentado bien derechito y a "pecho descubierto", enfrentando toda la superficie de su tórax y cabeza;  tercero, la densidad del aire; por último, la velocidad de la bicicleta (o más correctamente, el cuadrado de la velocidad). Cada vez que se duplica uno de los tres primeros factores también se duplica el arrastre aerodinámico, haciendo más costoso desde el punto de vista energético el desplazamiento de la bicicleta. En cambio, si se duplica la velocidad el arrastre se cuadruplica.

En lo que respecta a la otra fuerza de rozamiento, la de los neumáticos con el asfalto, también resulta muy conocida. Su valor numérico se obtiene sin más que multiplicar el peso ciclista-bicicleta por un factor denominado coeficiente de rozamiento por rodadura. Este parámetro se puede determinar mediante técnicas que no vienen a cuento aquí y ahora. Lo único reseñable es que su valor resulta ser extremadamente pequeño, del orden de 0.003 o inferior. Suponiendo que entre el corredor y su montura el peso ascienda a unos 77 kg, la potencia que debería suministrar el corredor al pedalear si quisiera vencer esta fricción con el asfalto y desarrollar una velocidad constante de 43 km/h (el promedio en una etapa en línea del Tour de Francia, por ejemplo) ascendería, aproximadamente, a 27 watts (vatios, para los aficionados a la traducción de nombres propios). Parece sencillo, ¿no es cierto?


Pero hagamos el mismo cálculo estimativo para hallar la potencia requerida si se pretende vencer la fricción con el aire. Los valores conocidos para el producto del coeficiente de arrastre aerodinámico y el área transversal de la superficie opuesta al aire, la densidad del aire y la velocidad de la bicicleta son, respectivamente, 0.3 m2, 1.2 kg/m3 y 43 km/h. Se obtiene, entonces, una potencia de 311 watts. Comparad esta cifra con la obtenida en el párrafo anterior. ¿No es increíble? El corredor debe suministrar a la bicicleta 338 watts (311 + 27) para mantener una velocidad constante de 43 km/h. El 8 % de dicha potencia se consume en vencer la fricción con el asfalto y el restante ¡¡¡¡¡ 92 % !!!! en vencer la irresistible fricción con el aire, el terrible arrastre aerodinámico.


¿Te vas a volver a reír cuando veas una etapa contrarreloj del Tour de Francia y contemples el ajustado intramuscular del maillot, el estrambótico diseño del manillar, las llamativas llantas o el surrealista diseño del casco? Pues piensa que todo ello constituye una lucha deseperada contra el implacable enemigo de la fricción, una batalla perdida de antemano. Y es que muy pocas veces somos plenamente conscientes de que vivimos inmersos en un fluido llamado aire...


Fuente original:
Vassilios McInnes Spathopoulos, A physics heptathlon: simple models of seven sporting events Physics Education, Vol. 45(6), 594 (2010)