Seguramente ya habréis oído hablar o leído en más de una
ocasión sobre los terranautas, los salvadores de nuestro desdichado planeta, a
bordo de la prodigiosa nave Virgilio en la sin par e inigualable película El
núcleo (The Core, 2003).
Recordad que unos originales
experimentos militares secretos con bombas han provocado la detención inesperada del núcleo
externo de la Tierra, responsable del campo magnético que supuestamente nos
protege de radiaciones dañinas procedentes del Sol. La solución, como ya suele
ser más que usual por estos lares del cine de ciencia ficción, no consiste más
que en utilizar la mejor cuña posible, es decir, la de la misma madera. Dicho
en plata: lo que has deshecho con bombas has de subsanarlo con más bombas y, a poder ser, mucho más gordas y poderosas.
Así pues, nuestros intrépidos y
altruistas protagonistas deben embarcarse en una misión hacia el centro del
planeta. Para ello hacen uso de una nave muy peculiar, dotada con un sistema
ultrasónico que le permite abrirse paso sin demasiada dificultad a través de
las densas capas del manto. Pero Virgilio, que así se llama el susodicho vehículo, posee otra singular característica.
En efecto, diseñado con forma de huso, habano o cipote, según se quiera ver,
consta de varios módulos compartimentados, unidos entre sí, pero a la vez
independientes, que se pueden ir desprendiendo sucesivamente en caso de emergencia.
Llegado el momento, y para no
desperdiciar ni un metro de más, la Virgilio se lanza en un punto estratégico,
elegido con todo el fundamento del que son capaces los sagaces asesores
científicos de la misión: la fosa de las Marianas, con una profundidad de 11
kilómetros. Total, solamente hay que descender otros 3000 más. Pecata minuta...
Obviamente, la prodigiosa nave se
sitúa en la rampa de despegue, se suelta y comienza el vertiginoso descenso. Y
como quien más quien menos sabe, la trayectoria seguida a partir de entonces es
más o menos radial, o sea, siguiendo la dirección de un radio terrestre, a lo largo de más de 6300 km. Dicho
en palabras más inteligibles: en posición vertical.
El caso es que a mí esto de la
vertical me suena de algo. Ah, sí, ya sé de qué. Es justamente la misma
dirección en que actúa la fuerza de la gravedad. Pero entonces me surge una
pregunta, a saber: si la nave desciende en posición vertical y no posee su
propio sistema generador de gravedad, ¿cómo es posible que los miembros de la
tripulación se paseen por su interior y caminen como si nada sin caerse? Y otra
más: ¿cómo son capaces de pasar de un compartimento a otro sin utilizar unas
escaleras o similar?
Vale, vale, no me lo digáis. Ya
lo tengo: la ley de la gravitación de Newton dice que la dirección de la
gravedad sobre un cuerpo está siempre dirigida hacia el centro de la Tierra, excepto cuando dicho cuerpo se encuentre a bordo de un cipote penetrador como Virgilio, en cuyo caso
siempre es perpendicular al radio de nuestro planeta. ¡Amén!