Un grupo de, al parecer, chalados, ocultos bajo el
nombre de una compañía que se hace llamar la North Polar Practical Association,
adquiere en pública subasta las tierras ocupadas por el Polo Norte comprendidas
dentro del paralelo 84. A doscientos centavos la milla cuadrada hacen un total
de 814.000 dólares de la época. Una auténtica ganga. En el título de propiedad
se puede leer una enigmática cláusula que afirma que el contrato no perderá su
validez incluso aunque se produzcan cambios en las condiciones geográficas o
meteorológicas del globo terrestre.
¿Quiénes son los miembros de semejante compañía? ¿Qué pretenden y con qué fin? ¿Cuál es la razón de tan misteriosa cláusula?
Pues, en respuesta a la primera pregunta, nada más y nada menos, que Impey Barbicane, el capitán Nicholl, J.T. Maston y su ferviente admiradora, la señorita Evangelina Scorbitt. Los tres primeros ya habían protagonizado dos aventuras previas salidas de la pluma de Jules Verne, De la Tierra a la Luna (1865) y su secuela Alrededor de la Luna (1869). En lo que respecta a la segunda de las cuestiones planteadas más arriba, en esta ocasión, nuestros amigos vuelven tras 20 años de ausencia con una nueva y excéntrica idea: derretir los hielos eternos que cubren el Polo Norte de nuestro planeta para explotar los yacimientos de hulla que se encuentran por debajo.
Este argumento pertenece a la novela publicada por Verne en 1889 titulada Sans dessus dessous, en el original francés. En su traducción al español ha aparecido bajo tres formas distintas: Sin arriba ni abajo, El eje de la Tierra y El secreto de Maston (la más conocida).
Por último, la solución a la enigmática tercera pregunta, constituye el nudo principal de la novela y, a medida que se avanza en su lectura, va surgiendo de forma natural. La idea de nuestros estrafalarios personajes no es otra que modificar el eje de rotación terrestre, desplazándolo algo más de 3000 kilómetros y situando el "nuevo" Polo Norte en un punto que previamente se localizase en los 55º de longitud oeste. De esta manera, los hielos polares se fundirían de forma completamente natural, dejando al descubierto una tierra fácilmente explotable en lo que a sus recursos minerales se refiere.
El plan consiste, cómo no, en disparar un gigantesco cañón situado en un lugar secreto. Al lanzar el inmenso proyectil con una velocidad adecuada, el propio retroceso del arma proporcionará un impulso a la Tierra haciendo que ésta modifique ligeramente su órbita alrededor del Sol y, al mismo tiempo, adquiera un movimiento de rotación sobre sí misma que, en combinación con la rotación primitiva, proporcione, como resultado de la superposición de ambos, un nuevo giro con respecto al también nuevo eje.
El encargado de hacer los cálculos es J.T. Maston, quien también es consciente de los cambios profundos que se avecinan en nuestro planeta. En efecto, la idea es hacer girar el eje de rotación terrestre (línea imaginaria que une el Polo Norte con el Sur) un ángulo igual a la oblicuidad de la eclíptica, de tal manera que la Tierra adquirirá una posición semejante a la que presenta Júpiter.
¿Quiénes son los miembros de semejante compañía? ¿Qué pretenden y con qué fin? ¿Cuál es la razón de tan misteriosa cláusula?
Pues, en respuesta a la primera pregunta, nada más y nada menos, que Impey Barbicane, el capitán Nicholl, J.T. Maston y su ferviente admiradora, la señorita Evangelina Scorbitt. Los tres primeros ya habían protagonizado dos aventuras previas salidas de la pluma de Jules Verne, De la Tierra a la Luna (1865) y su secuela Alrededor de la Luna (1869). En lo que respecta a la segunda de las cuestiones planteadas más arriba, en esta ocasión, nuestros amigos vuelven tras 20 años de ausencia con una nueva y excéntrica idea: derretir los hielos eternos que cubren el Polo Norte de nuestro planeta para explotar los yacimientos de hulla que se encuentran por debajo.
Este argumento pertenece a la novela publicada por Verne en 1889 titulada Sans dessus dessous, en el original francés. En su traducción al español ha aparecido bajo tres formas distintas: Sin arriba ni abajo, El eje de la Tierra y El secreto de Maston (la más conocida).
Por último, la solución a la enigmática tercera pregunta, constituye el nudo principal de la novela y, a medida que se avanza en su lectura, va surgiendo de forma natural. La idea de nuestros estrafalarios personajes no es otra que modificar el eje de rotación terrestre, desplazándolo algo más de 3000 kilómetros y situando el "nuevo" Polo Norte en un punto que previamente se localizase en los 55º de longitud oeste. De esta manera, los hielos polares se fundirían de forma completamente natural, dejando al descubierto una tierra fácilmente explotable en lo que a sus recursos minerales se refiere.
El plan consiste, cómo no, en disparar un gigantesco cañón situado en un lugar secreto. Al lanzar el inmenso proyectil con una velocidad adecuada, el propio retroceso del arma proporcionará un impulso a la Tierra haciendo que ésta modifique ligeramente su órbita alrededor del Sol y, al mismo tiempo, adquiera un movimiento de rotación sobre sí misma que, en combinación con la rotación primitiva, proporcione, como resultado de la superposición de ambos, un nuevo giro con respecto al también nuevo eje.
El encargado de hacer los cálculos es J.T. Maston, quien también es consciente de los cambios profundos que se avecinan en nuestro planeta. En efecto, la idea es hacer girar el eje de rotación terrestre (línea imaginaria que une el Polo Norte con el Sur) un ángulo igual a la oblicuidad de la eclíptica, de tal manera que la Tierra adquirirá una posición semejante a la que presenta Júpiter.
¿Qué rayos significa todo esto? Muy sencillo, seguid leyendo un poco más.Veréis, nuestro planeta, la Tierra, como todos sabéis, describe una órbita elíptica en torno al Sol. Esta curva, una elipse, se encuentra contenida en un plano que denominamos la eclíptica. Pues bien, el eje de rotación terrestre forma un ángulo de unos 23º 28’ con respecto a una línea perpendicular a la eclíptica. Este ángulo es el que denominamos oblicuidad de la eclíptica (si aún tenéis dificultades para visualizarlo, aquí podéis verlo de forma más gráfica). En realidad, no es una cantidad constante pues varía entre los poco más de 22º y los casi 24,5º debido a los efectos del movimiento de nutación provocados por la Luna y, en bastante menor medida, por el Sol.
Lo que pretenden nuestros insensatos amigos del Gun Club es enderezar el eje de rotación terrestre, de tal forma que sea perpendicular a la eclíptica. Las consecuencias, aunque aparentemente obvias, no parecen preocupar en exceso a los miembros de la North Polar Practical Association. Así, con toda la parsimonia y flema del mundo van describiendo algunas de las implicaciones derivadas de tan osado experimento.
Desplazar el Polo Norte actual hasta el paralelo 67 provocaría que desapareciesen, por ejemplo, las estaciones del año, ya que su existencia se debe justamente a la inclinación del eje de rotación con respecto al plano de la órbita terrestre. Según afirma el propio Barbicane en la novela de Verne:
“Se acabará con las estaciones y cada cual podrá escoger el clima que más convenga a sus achaques y reumatismos.”
Esto, a su vez, tendría como consecuencia que el Sol se mantuviese imperturbable durante todo el año en el Ecuador, o bien ascendería hasta una distancia del cénit (esto es, si miramos hacia arriba, el punto más alto del cielo) igual a la latitud del lugar en que nos encontrásemos. Invariablemente, todos los días tendrían 12 horas de luz y otras 12 horas de oscuridad. Por otra parte, la Tierra no es una esfera perfecta. Existe una pequeña diferencia entre los valores del radio ecuatorial y el radio polar, de unos 21,5 kilómetros. Por lo tanto, la esfera se transforma en lo que los matemáticos denominan un elipsoide de revolución o, para entendernos, una esfera achatada o aplastada. Debido a este achatamiento, cuando se dispare el cañón, el nivel de mares y océanos se verá modificado ostensiblemente, llegando a un desnivel máximo de casi 8500 metros (¡prácticamente la altura del monte Everest!), dependiendo del punto concreto de la superficie terrestre que se trate. Por ejemplo, cuenta Verne en la novela, en el antiguo Polo Norte el nivel de las aguas ascenderá tan sólo unos 3000 metros, lo cual no será suficiente para sumergirlo por completo ya que se encuentra sobre una meseta con una altitud superior sobre el nivel del mar.
Después de repasar algunos asuntos como los que figuran más arriba, surgen aún
varias preguntas. Ahora parece claro por qué Maston mantiene en secreto la
ubicación del punto exacto desde el que se efectuará el lanzamiento del
proyectil, pues a los incautos habitantes de la Tierra no les hace demasiada
gracia que sus ciudades se inunden o se eleven muy por encima del nivel del
mar, entre otras cosas. Pero ¿conseguirán su objetivo nuestros ambiciosos
amigos? ¿Qué tipo de explosivo utilizarán? ¿Lograrán hacerse ricos extrayendo
el carbón de las minas subpolares? ¿Morirán millones de personas? ¿Correrá la
sangre hasta por los canalones?
Mañana más y... mejor (si cabe).
SI se modifica el eje sin variar su posición respecto del sol, las estaciones seguirían siendo las misma, para ello lo que se habría de desplazar es la tierra girar hasta colocar el polo norte en el paralelo 67
ResponderEliminar"Por ejemplo, cuenta Verne en la novela, en el antiguo Polo Norte el nivel de las aguas ascenderá tan sólo unos 3000 metros, lo cual no será suficiente para sumergirlo por completo ya que se encuentra sobre una meseta con una altitud superior sobre el nivel del mar."
ResponderEliminarEs curioso que Verne imaginara un continente en el norte mientras que en "la esfinge de los hielos" plantea un polo sur navegable. Alguien tendría que haberle avisado de que tenía el mapa al revés :)