Los
Angeles
Noviembre
2019
A principios del siglo XXI, la Tyrell
Corporation
desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus,
un ser virtualmente idéntico al hombre
y conocido como Replicante.
Los Replicantes Nexus-6 eran superiores
en fuerza y agilidad y, al menos iguales en
inteligencia, a los ingenieros de genética
que los crearon.
En el espacio exterior, los Replicantes fueron
usados
como trabajadores esclavos en la arriesgada
exploración
y colonización de otros planetas.
Después de la sangrienta rebelión de un equipo
de combate
de Nexus-6 en una colonia sideral, los
Replicantes fueron
declarados proscritos en la Tierra bajo pena de
muerte.
Brigadas de policías especiales, con el nombre
de Unidades
de Blade Runners, tenían órdenes de tirar a
matar
al ver a cualquier Replicante invasor.
A esto no se le llamó ejecución,
se le llamó retiro.
Con este sugerente texto informativo empieza la película
Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott y basada (aunque bastante
libremente), como muchos de vosotros ya sabréis, en la novela de 1968 Do androids dream of electric sheep? (¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?, en español) escrita por uno de los autores más grandes que ha
dado la literatura de ciencia ficción: Philip K. Dick. El protagonista principal
es Rick Deckard (encarnado por Harrison Ford), un agente Blade Runner retirado
que es “inducido” a volver a la actividad de “retirar” a un grupo de
replicantes que están fuera de control.
No voy a contaros nada más del argumento (por cierto, os recomiendo
fervientemente que leáis la novela y compareis con la película porque merece la
pena) y simplemente voy a pasar a comentar la escena que me interesa. En ella
se produce el enfrentamiento entre el cabecilla de los replicantes rebeldes,
Roy Batty, (interpretado por Rutger Hauer) y Rick Deckard. En un momento de
gran tensión y emoción, el primero pronuncia las siguientes frases (en versión original):
“I’ve seen
things you people wouldn’t believe. Attack ships on fire off the shoulder of
Orion.”
La traducción a la lengua de nuestra madre
patria se aproxima bastante a lo siguiente:
“He visto cosas que vosotros no podríais creer. Naves de
ataque en llamas más allá de Orión.”
Bien, el post de esta semana saldrá de
estas dos frases. Parece mentira que de una cosa tan simple se pueda largar un
rollo como el que me dispongo a escribir para deleitaros una vez más, mis
queridos y sufridos lectores en la lengua del insigne Quevedo.
Lo primero que
llama poderosamente mi atención es la traducción de “off the shoulder of Orion”
por “más allá de Orión”. Aunque son cosas parecidas, no son exactamente lo
mismo, pues la traducción literal sería “más allá del hombro de Orión”. ¿Y qué
es esto del hombro de Orión? Pues estad atentos, que os lo contaré en un pispás.
Orión es una
constelación de estrellas que se puede ver desde la Tierra en unas latitudes
comprendidas entre los 85º norte y los 75º sur. Representa a Orión, hijo de
Poseidón, dios del mar, las tormentas y los terremotos. Era tan orgulloso y prepotente que despertó la ira del resto de las deidades del
Olimpo (estos eran unos tipos que enseguida se ofendían por todo lo que hacían
los mortales y estaban siempre pergeñando venganzas a cada cual más original),
que con la intención de darle un escarmiento enviaron un escorpión en su busca (representado por la constelación de Escorpio, justo
al lado contrario de Orión en el cielo). A El Cazador, como también se conoce a Orión se le suele representar como un guerrero cubierto con un
vellocino y armado con un arco y un cinturón con una espada (las tres estrellas
centrales alineadas simulan este cinturón). Sobre el pie izquierdo se encuentra
Rigel, la estrella más brillante de la constelación. Sobre los hombros (tiene
dos) están Betelgeuse, en el derecho y Bellatrix en el izquierdo. Aunque a
simple vista parecen cercanas todas las estrellas que forman la constelación de
Orión, en realidad se encuentran a distintas distancias de la Tierra, siendo
debida su proximidad aparente al efecto visual de estar proyectadas sobre el
cielo nocturno. Así, por ejemplo, Rigel se encuentra a más de 700 años luz de
nosotros, mientras que Betelgeuse dista unos 600 años luz y Bellatrix solamente
unos 250.
Después de esta
información, me surge la duda de cuál será el hombro de Orión al que se refiere el replicante Roy Batty, pues la diferencia en distancias es considerable y 350 años luz no
son moco de pavo, pues un año luz es la distancia que recorre la luz en un año
a la increíble velocidad de 299.792,458 km/s.
La segunda cuestión que
despierta mi irrefrenable instinto científico (esa bestia devoradora que llevo
dentro, armada de ecuaciones y leyes físicas) es el asunto de la limitada
vida de los replicantes. En la película se afirma que, a modo de póliza de
seguro para los humanos, los androides solamente disponen de una breve vida de
4 años. ¿Cómo es posible que nuestro replicante haya viajado, en menos de 4
años, más allá de Orión (de su hombro, cinturón, pie, cabeza o cualquier otra
parte de su mítica anatomía) y haya regresado a la Tierra para contarlo y,
además, tenido tiempo para rodar una película? Detengámonos por un momento en este asunto.
Cuenta la Historia que allá por la fecha estelar 1905, un señor llamado Albert Einstein que trabajaba como empleado en la oficina de patentes de Berna, en Suiza, daba a conocer al mundo terrícola una teoría que rompía con las creencias que habían imperado en el campo de la Física desde la época de sir Isaac Newton. Este modelo físico-matemático se denominó Teoría especial de la Relatividad. Está basada en dos postulados que afirman lo siguiente:
1. Todos los sistemas inerciales son equivalentes con respecto a todas
las leyes de la Física.
2. La velocidad de la luz en el espacio libre posee siempre un valor
constante.
Un sistema inercial, en física, es aquel en el que se cumple la ley de la
inercia de la mecánica newtoniana, es decir, en él un cuerpo sobre el que no
actúa fuerza neta alguna se encontrará en reposo o se moverá con un movimiento
rectilíneo a velocidad constante. Según esto, el reposo y el movimiento
rectilíneo uniforme (velocidad constante) son equivalentes, ya que siempre se
podrá encontrar un sistema respecto al cual el cuerpo no se mueva, si es que se
mueve con movimiento rectilíneo uniforme respecto a otro sistema. Os pongo un
ejemplo. Imaginad que permanecéis en pie junto a un amigo sobre una escalera
mecánica de las que hay en las estaciones o en los centros comerciales.
Respecto a vuestro amigo estáis en reposo, pero con respecto a un observador
que se encuentre en la parte de arriba esperándoos, os moveréis con velocidad
constante en línea recta.
La Teoría especial de la Relatividad, cuando se lleva hasta sus
últimas consecuencias (demasiado largo y complejo para hacerlo aquí), predice
efectos tan chocantes como la dilatación del tiempo y la contracción de
longitudes (contracción de Lorentz-FitzGerald). Os lo cuento un poco más en
detalle. Volvamos a los sistemas de referencia inerciales por un momento. Si
una persona se encontrase en una nave espacial moviéndose a velocidad constante
con respecto a otra persona que se quedase en la Tierra (la nave es el primer
sistema de referencia inercial y el terrícola es el segundo) y ambas quisiesen
determinar la longitud de la nave obtendrían valores diferentes. Pongamos que
la nave mide 50 m para la persona que viaja a bordo de la misma. Si se desplaza
a 36.000 km/h, el observador terrestre medirá una longitud de 49,99999997225 metros.
Esto os podrá parecer una auténtica chorrada (en realidad, lo es) pero ocurre
que, a medida que la velocidad del cohete aumenta, este efecto va teniendo su
importancia. Por ejemplo, si la nave se alejase de la Tierra a una velocidad de
150.000 km/s (la mitad de la velocidad de la luz en el espacio vacío) la nueva
longitud sería de 43,3 metros. A 270.000 km/s (el 90 % de la velocidad de la luz)
sería de 21,8 metros. Finalmente, si fuese posible alcanzar la velocidad de la luz,
la longitud de la nave sería nula. Y aún peor, porque si se pudiese superar
aquella, la nave tendría una longitud negativa. De ahí que este hecho se
interprete como una prueba de que la velocidad de la luz en el vacío es el
límite superior de las velocidades que puede alcanzar un objeto.
Algo similar ocurre con el tiempo medido por los dos observadores anteriores.
Un reloj a bordo de la nave avanzaría más despacio a medida que la velocidad de
la misma aumentase en relación a un reloj idéntico situado en la Tierra. Con
los mismos valores de la velocidad que he utilizado en el párrafo anterior se
obtienen retrasos en el reloj de la nave (para un año en el reloj de la Tierra)
de 0,0175 segundos; 48,98 días y 159,11 días, respectivamente. A la velocidad de la luz, el
reloj del astronauta no avanzaría en absoluto y para velocidades superiores el tiempo se
haría imaginario (esto es un tipo de número tan raro que le da por hacerse
negativo cuando se multiplica por sí mismo). Otra prueba de que la velocidad de
la luz es insuperable.
Bien, no os voy a achicharrar el cerebro con más parafernalia teórica y voy
directamente al asunto de nuestros protagonistas de Blade Runner. La única
forma de explicar que el replicante Roy Batty haya conseguido regresar con vida
de la lejana constelación de Orión (pongamos que fue enviado a 250 años luz
nada más salir de fábrica y que cuando regresa está a punto de cumplir sus
cuatro años de vida) es que hayan transcurrido 4 años en su reloj viajando a
bordo de su nave espacial (dos años en su viaje de ida y otros dos años en su viaje
de vuelta). Pero esto trae inmediatamente como consecuencia que su velocidad de
crucero espacial haya tenido que ser de 299.990,3998 km/s, es decir, casi un
99,9967999 % de la velocidad de la luz en el vacío. Esto parece solucionar el
problema, ya que una tecnología tan avanzada como para construir androides
cuasi humanos (en la película sólo se les puede distinguir mediante el test de
Voight-Kampff) puede haberse permitido el lujo de diseñar naves capaces de
desplazarse a velocidades semejantes (yo no me lo creo, pero, en fin, sé que
alguno de vosotros sí lo pensaríais). La pega que queda, sin embargo, es la
siguiente: ¿cuánto tiempo ha pasado mientras tanto en la Tierra? Si hacéis la cuenta,
deben de haber transcurrido 499,9839995 años. Como la acción de la película
está situada en el año 2019, esto significa que Roy Batty debió de partir hacia
Orión más o menos en el año de nuestro Señor de 1519. Por esa época, moría un tal Leonardo da Vinci (no se le conoce diseño alguno de nave espacial de alta
velocidad), Magallanes comenzaba su vuelta alrededor del mundo y Hernán Cortés
pisaba por primera vez (pobres indígenas) Tenochtitlán, la capital del imperio
azteca. ¿Quién demonios se dedicaba en secreto a construir replicantes en
aquellos tiempos?
Los fabricaron allí y no en la tierra. Saltaron al hiper espacio para llegar a la tierra. :P
ResponderEliminarAle resuelto.
Si no, pues un mago.
Menos sentido tiene el dedicarse a perseguir unos seres a los que solo les quedaba dos días de vida. Si yo hubiese sido el protagonista habría investigado cuanto tiempo les quedaba y dejado que su propria naturaleza acabe con ellos.
ResponderEliminarMenos sentido tiene perseguir unos seres que tienen los días contados. Si yo hubiese sido el protagonista me habría informado de la fecha de fabricación para saber si merecía la pena perseguirlos o no. Al final mueren solos.
ResponderEliminarPor eso los escritores de ciencia ficción se tuvieron que inventar el hiperespacio, los agujeros de gusano, los pliegues espacio-temporales y toda la pesca...
ResponderEliminarMagnífico post, como siempre. La verdad es que nunca había pensado en ese aspecto de Blade Runner y me parece muy brillante aprovecharlo para hablar de Relatividad. Es un lujazo ser lectora del blog.
ResponderEliminarGracias por hacer la física tan puñeteramente sexy e interesante.
Un beso
Laura
Magnífico libro y magnífica película. En cuanto a lo de "más allá del hombro de Orión", siempre he pensado que se refería a "más allá a la derecha", o a la izquierda, según se mira desde Marte o dónde fuera que estaban trabajando. Un espectáculo inolvidable, naves en llamas al lado del hombro de Orión.
ResponderEliminarPero todo es más sencillo. En realidad estaba citando a Rimbaud: http://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%A1grimas_en_la_lluvia
Qué buen artículo, nunca lo había pensado, lo que es la suspensión de la incredulidad. Una de mis pelis favoritas y una de mis constelaciones favoritas. (Rutger Hauer leía a Rimbaud??)
ResponderEliminar¿Pueden fabular los replicantes? ¿O acaso habrán ideado un anti-test de Voight-Kampf con el fin de conocer si están tratando con un ser humano, lego en conocimientos de Física, o con otro replicante, que sí sería capaz de darse cuenta de la imposibilidad física de su viaje desde el hombro de Orión?
ResponderEliminarMuy interesante, pero cabe destacar que ese discurso de Rutger Hauer, según se comenta, fue totalmente improvisado en el momento, y al director le gustó tanto que se quedó. Aún así, una reflexión muy interesante (y como traductora me ha gustado esa puntualización sobre el hombro de Orión).
ResponderEliminarA los Replicantes los trajo de vuelta Gandalf. Genial articulo!! Y pensar que se pueda explicar la fisica asi...saludos desde Malaga! ;)
ResponderEliminarPara empezar y con todo el respeto y la admiración del mundo, te digo que tu labor es divulgadora es cojonuda, dicho esto, ¿No crees que deberíais todos los divulgadores mirar un poco a el mundo Hispano? El Isaacnewtonismo, el Capitancookismo, el Almeriantenelsionismo me parecen muy cercanos al chupapollismo al mundo anglosajón, nuestros enemigos históricos, pregúntele usted a Blas de Lezo, por poner un ejemplo. A que viene ese comentario entre paréntesis: Pobres indígenas. En un artículo, que por lo demás me ha encantado. Espero que sepas leer entre lineas y lo que no digo de los indígenas norteamericanos, que no queda ni el tato, y ademas eran en su mayoría súbditos de la corona española hasta que USA se anexionó ilegalmente el 40% de México, eso, cuantificado, lo entiendes no? No hay sólo descononocimiento científico, que me pesa, también histórico. ¿De letras o de ciencias? De las dos. Un cordial saludo.
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