En medio de una ciénaga y el barón de Münchhausen con esos pelos

Puede que uno de los mayores embusteros de la historia haya sido el célebre Barón de Münchhausen, personaje ficticio popularizado por el escritor y científico alemán Rudolf Erich Raspe en 1785. El relato estaba basado en las hazañas del auténtico barón, cuyo nombre verdadero era Karl Friedrich Hieronymus, que él mismo narró a su regreso en 1750 tras haberse alistado en el ejército ruso y haber luchado contra los turcos. Entre los milagros que se le atribuían al célebre barón se contaban haber viajado subido a la bala de un cañón, haber estado en el infierno y vivir para contarlo, así como haber viajado a la Luna o salir de una ciénaga donde había quedado atrapado con su caballo sin más que tirar de sus propios cabellos. Y muchas más. El personaje ha sido adaptado en innumerables ocasiones, tanto en forma literaria como cinematográfica o teatral.

Aunque se podría escribir un tratado de ciencia completo analizando exhaustivamente la plausibilidad de los fantásticos logros del barón, lo cierto es que en esta ocasión me gustaría llamar vuestra atención acerca de únicamente uno de ellos. Se trata de la escena en la que el mentiroso más grande del mundo logra salir a flote nada más y nada menos que tirándose de los pelos. ¿Y por qué esta escena y no otra? Pues muy sencillo, porque este blog es mío y discuto lo que quiero y cuando quiero, ¿vale?

No, en serio. Me quiero detener en la escena anterior por una sencilla razón: su explicación tiene fundamento en una de las leyes más incomprendidas de la naturaleza y con la que suelen tener muchas dificultades los estudiantes de física un año sí y otro también. Me estoy refiriendo a la tercera ley de Newton, la que se suele conocer como "principio de acción y reacción".

Casi todos habréis escuchado en alguna ocasión la cantinela esa de que "la acción es igual a la reacción". Parece muy sencillo, ¿verdad? Pues entonces explicadme por qué trae de cabeza a mis alumnos, que cuando les pido que la apliquen a un caso concreto, siempre suelen sufrir mareos, náuseas y dolor de cabeza. Pensad en el ejemplo del asno y la carreta: un asno tira de una carreta con una cierta fuerza y la carreta, por tanto, tirará del asno con la misma fuerza pero en sentido opuesto. ¿Por qué se mueve el carro y no permanecen ambos quietecitos? O también en el caso del puño de un boxeador que impacta contra el saco que cuelga del techo: las fuerzas que reciben puño y saco son iguales pero opuestas y, sin embargo, el primero permanece prácticamente inmóvil y el segundo no.

La reacción de los estudiantes cuando les haces pensar y reflexionar sobre las cuestiones anteriores u otras similares suele ser de perplejidad, cuando no de otra cosa mariposa. Y la explicación es bastante simple, aunque sutil, todo sea dicho. Veamos, sólo hay que tener muy presente que las dos fuerzas de las que habla la tercera ley de Newton, a pesar de ser iguales en magnitud, están aplicadas sobre cuerpos distintos (una actúa sobre el puño y la otra sobre el saco). Si se tiene en cuenta la segunda ley de Newton, esa que dice que la fuerza aplicada sobre un cuerpo es proporcional al producto de su masa por su aceleración, debemos concluir que el objeto o cuerpo de mayor masa será el que experimente una aceleración menor y viceversa. Por esta razón, cuando un adulto empuja a un niño, lo más normal es que éste se caiga y no al revés (no practiquéis esto en casa, podría demandaros vuestro hijo).

¿Qué pasa entonces con el barón de Münchhausen? Pues una cosa muy curiosa y es que simple y llanamente no "cumple estrictamente" (no me seáis quisquillosos con esta expresión, ¿de acuerdo?) las condiciones de la tercera ley de Newton, es decir, la fuerza que aplica con su mano sobre sus pelos sí es exactamente igual a la que los pelos ejercen sobre su mano y aunque ambos cuerpos son distintos (pelos y mano) en realidad forman parte de un todo: el propio barón. A estas fuerzas que se dan entre distintas partes de un mismo cuerpo se las denomina fuerzas internas, para distinguirlas de las que puede ejercer cualquier otro cuerpo ajeno o exterior a aquél y que reciben el nombre de fuerzas externas (el peso de un cuerpo es un ejemplo de fuerza externa, pues no es otra cosa que la fuerza que la Tierra ejerce sobre él). Y aquí está el meollo del asunto, ya que las fuerzas internas, al estar todas ellas aplicadas sobre el mismo cuerpo, se cancelan entre sí, dando lugar a una fuerza neta nula y, por tanto, no sirven para producir movimiento del cuerpo como un todo... ¿Ha quedado claro?


4 comentarios:

  1. Mucho mas claro que la susodicha cienega.

    ResponderEliminar
  2. Pues a partir de este momento les pondré a mis alumn@s este texto para explicar la tercera ley de Newton que ¡¡anda que no les cuesta trabajo entenderla!!

    ResponderEliminar
  3. Genial. Fantástica entrada. Me viene "al pelo" porque ayer justo expliqué la tercera ley a los de 4ESO y algunos me decían que era imposible. En fin, si no les convences tú, me rindo.

    ResponderEliminar