Debo confesar que este libro lleva en mis estantes casi un año y medio. Nunca me había llamado especialmente la atención por eso de que el título es un tanto soso, no demasiado atractivo para un físico y quizá afloró en mi subconsciente un pensamiento: "Bah, otro libro más de relatividad para torpes". Así pues, todo jugaba en contra del libro de Brian Cox (la última superstar en el mundo de la divulgación televisiva británica) y Jeff Forshaw.
Lo cierto es que hace unos días, mientras me encontraba en un momento de debilidad mental, mi vista se fijó de nuevo en este ejemplar. Lo abrí una vez más, lo hojeé y lo ojeé. Después me dije: "¿Qué demonios? Démosle una oportunidad". Y comencé a leerlo, no muy convencido, confieso de nuevo.
Ah, pero craso error, amigos y lectores míos. Enseguida me di cuenta de que no era lo que yo había pensado, otro libro cualquiera acerca de la teoría de la relatividad. Sí que es cierto que habla de la teoría, pero no como suele ser habitual, con los ya manidos experimentos mentales de trenes y relojes que adelantan y atrasan, con las naves espaciales y gemelos más o menos tontainas (¿se puede ser más tontaina y decidir quedarte en la Tierra, mientras tu hermano se lo pasa como los indios en una nave espacial a la velocidad de la luz? ¡Y encima regresa hecho un zagal, joven y lozano!). Todo lo contrario, pues se trata de un libro con pretensiones más pedagógicas que otros de la misma temática.
Cox y Forshaw, Forshaw y Cox, pues no sé en qué proporción habrá aportado su granito de arena cada uno de ellos, intentan explicar justamente lo que dice el título, es decir, de dónde surgió la que sea quizá la más célebre ecuación matemática de la física. Y sí, en efecto, la deducen haciendo gala de unas matemáticas tremendamente elementales (aunque no triviales, tampoco os engañéis). Y esto es lo que más me ha maravillado del libro, precisamente. Quizá no todo el mundo pueda apreciar o aprecie esto que acabo de decir después de leer el libro, pero es mi opinión sincera. Todo lo que viene después, sinceramente ya me lo sabía. ¡Ojo! Esto no es un demérito para el libro. Sencillamente, estoy dejando constancia de que he leído quizá no pocos libros sobre relatividad. Deformación profesional, supongo.
Digo que he disfrutado mucho la primera parte del libro de Cox y Forshaw, pues creo que nunca había visto una explicación tan clara, meridiana y brillante por su sencillez, belleza y elegancia de los diagramas de Minkowski, los conos de luz pasado y futuro y el concepto de cuadrivector. Que nadie se asuste si estos términos le echan para atrás. Insisto en que después de leer el libro, cualquiera puede entenderlos, con un mínimo de matemáticas. Las explicaciones son sencillas y Cox y Forshaw acuden en todo momento a cosas ya sabidas por casi todo el mundo a nivel elemental para luego extrapolar al caso de los espacios no euclídeos (los espacios euclídeos, también llamados planos, son los que conocemos normalmente) y que se vea la generalización como algo de lo más natural. He quedado realmente impresionado y si algún día tengo que explicar en clase a mis estudiantes lo mismo, lo haré como aquí he aprendido, sin duda.
Una vez deducida la mítica ecuación a la que alude el título del libro, el resto del texto se dedica a mostrar su importancia en cantidad de fenómenos físicos que nos podemos encontrar en el universo: evolución estelar, reactores nucleares, etc. Algo mucho más conocido, como os decía antes, pero que no le resta un ápice de interés, sobre todo si no te lo sabes.
En resumen, y para no extenderme innecesariamente: el libro de Cox y Forshaw se lee de un tirón (no me llevó más de cuatro días, sin necesidad de devorarlo), se disfruta enormemente si sabes apreciar la belleza y elegancia de las matemáticas a la hora de reflejar el comportamiento físico de la naturaleza y, por encima de todo, presumirás ante los amigos de saber y conocer de dónde y cómo surgió la más famosa ecuación de la historia de la física. No es poco...
En este libro sacan la ecuación de E=mc^2 a partir del teorema de Pitágoras, y primero te enseñan a deducir el teorema de Pitágoras :D
ResponderEliminarPero además al principio explican el electromagnetismo de Maxwell que dio lugar a la idea de que la velocidad de la luz era constante, y explican todos los porqués del asunto… ¡Recuerdo que cuando me lo leí tenía la asignatura reciente de la carrera y ese capítulo me aburrió un poco porque ya me lo sabía!
Me alegra que te gustase el libro, Sergio. Yo a veces tengo dudas sobre si recomendarlo o no porque para apreciarlo realmente hay que seguir el razonamiento matemático. Aunque es todo bastante elemental, supongo que habrá gente a la que le tire para atrás…
A mí los libros, como el de Pedro de "El Tamiz" de Relatividad especial sin fórmulas, me tiran para atrás. Y ojo, que el de Pedro es bastante bueno. Si no eres capaz de seguir un razonamiento matemático de COU, mejor leer literatura erótica que divulgación, que te pondrá más.
ResponderEliminarNo he leído este libro, pero me lo apunto fijo.
Gracias por la reseña, Sergio