El capitán del estado mayor del
ejército francés destacado en Mostaganem (Argelia), Héctor Servadac, bebe los
vientos por el amor de una misteriosa mujer. Desafortunadamente, sufre la feroz
competencia del apuesto conde ruso Wasili Timascheff, actualmente embarcado a
bordo de la goleta Dobryna. Ambos contendientes se han citado en un duelo con
el fin de dirimir quién será el afortunado galán con derecho a cortejo de la
dama en cuestión.
Mientras compone unos encendidos
versos de amor, Servadac, en compañía de su ordenanza, el dicharachero Ben-Zuf,
sienten una tremenda explosión que los hace caer inconscientes boca abajo con
una espantosa violencia. Al cabo de dos horas y recobrada la consciencia,
comienzan a observar extraños sucesos.
Al parecer, la distancia al
horizonte se ha modificado de manera ostensible, acortándose. Las olas del mar
se levantan hasta alturas enormes. El disco lunar parece desmesuradamente más
grande. En el firmamento hace aparición un nuevo cuerpo celeste en forma de esferoide,
inmenso y flamígero. El Sol se encuentra muy alto sobre el horizonte y,
sorprendentemente, se levanta por el Oeste y se pone por el Este. Cuando
nuestros dos protagonistas intentan caminar, experimentan una inusual fatiga,
semejante a la que sienten los alpinistas; teniendo que respirar a un ritmo más
elevado de lo habitual, como si el aire fuera menos denso y estuviera menos
cargado de oxígeno. Extrañamente, también se ha debilitado su voz. La sensación
que experimentan es de ligereza en todos sus movimientos.
En un momento determinado, se topan
con un chacal que huye asustado. Lo observan detenidamente y contemplan
atónitos cómo el animal es capaz de dar saltos de unos 30 pies de altura (unos
10 metros). Le arrojan una piedra, que resulta parecer muy ligera, alcanzando
una distancia de más de 500 pasos. Tras encontrarse en su periplo explorador
con un foso de agua de 10 pies (unos 3 metros) de anchura, lo atraviesan
fácilmente de un solo salto.
Más aún, a medida que pasan las
horas, Héctor Servadac y Ben-Zuf se dan cuenta de que el día se ha reducido
prácticamente a la mitad, contando únicamente con 6 horas de luz diurna.
Perplejos y sin entender lo que les está sucediendo, ascienden a una colina con
el fin de averiguar en qué lugar se encuentran. Desde allí observan que, a
pesar de estar situados “en la cresta de aquellas altas peñas, la línea del
horizonte hubiera debido situarse a una distancia de 40 km y, sin embargo, la
vista se detenía a los 10 km todo lo más, como si el volumen del esferoide
terrestre hubiera disminuido considerablemente en pocas horas.”
Al cabo de hora y media de
ponerse el Sol, apareció un gran resplandor por encima del horizonte. ¿Se
trataba de la Luna? No, dedujo rápidamente el capitán Servadac, pues en aquella
época del mes se encontraba en su fase de luna nueva. Además, brillaba con un
inusitado resplandor, más de lo habitual, como si estuviera más próxima. ¿Qué
había sucedido? ¿Había cambiado la inclinación del eje de rotación del planeta?
Si tal cosa hubiese sucedido, no tendría por qué haberse modificado la duración
del día ni tampoco el valor de la intensidad de la gravedad. ¿Se encontraban
nuestros amigos sumergidos en una pesadilla sin explicación?
Pasaron rápidamente los días con
aquellas veloces salidas y puestas de sol y viendo que el hambre apretaba, el
capitán Servadac y su ordenanza decidieron buscarse el sustento. En la primera
ocasión, al ponerse a cocinar notaron con asombro que el agua hervía a tan sólo
66 ºC, unos 34 grados por debajo de lo que acostumbraba el líquido elemento, lo
cual supuso un alivio para ambos, pues aquello era consistente con una
disminución del espesor en la capa atmosférica y concordaba con el descenso ya
observado de la densidad del aire. “Un fenómeno idéntico se hubiera producido en
la cima de una montaña de 11.000 metros de altura.”
Mientras tanto, la temperatura
aumentaba constantemente y de forma progresiva, algo así como si se estuvieran
acercando al disco solar. Por otro lado, en las cortas noches, intentando
orientarse mediante la observación de las estrellas, pudieron contemplar cómo
la estrella Polar se divisaba ligeramente por encima y muy cerca del horizonte.
En cambio, la nueva estrella fija parecía ahora ser Vega, la estrella más
brillante en la constelación de Lira. (Continuará)
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