Así es cómo la universidad echa mierda sobre sus propios profesores


Me gusta criticar a la universidad, lo reconozco. Pero es que también me gusta criticar todo, absolutamente todo, porque creo que con la crítica se pueden llegar a cambiar las cosas. Reconozco que si la crítica es constructiva, tanto mejor, aunque en ocasiones no ser destructivo resulta complicado. Digo esto porque siempre que critico a la universidad o al sistema universitario, la enseñanza o incluso a los alumnos que no merecen estar donde están, me saltan a la yugular no pocos ofendidos que se esconden tras su necedad para ocultar las vergüenzas que saco a la luz. Así que, aquí estoy una vez más, dispuesto a buscarles las cosquillas. No os cortéis, queridos...

¿Y qué os traigo en esta ocasión? Pues algo que ya se me ocurrió hace unos cuantos meses, cuando mi querida universidad no tuvo otra ocurrencia que solicitarme a mí, en particular, y a unos cuantos compañeros de fatigas docentes, un informe por escrito en el que debíamos dar explicaciones sobre los motivos por los que la tasa de rendimiento (la relación entre el número de aprobados y el número de matriculados) de algunas de las asignaturas que impartíamos no llegaba al 50 %. Asimismo, se nos pedía que sugiriésemos algunas medidas a poner en marcha con el fin de revertir la situación.

Bien, hasta aquí todo parece bastante normal, incluso razonable. Sí, estoy de acuerdo en que los profesores debemos rendir cuentas sobre nuestra labor en la enseñanza universitaria. Pero hasta cierto punto, es decir, ha de hacerse bien, no de cualquier manera. Y así parece ser que lo hace la universidad, al menos la mía. Aunque por algunas cosas que he oído de otros colegas de universidades diferentes, debe de ser cierto el refrán ese que dice que "en todos partes cuecen habas".

Voy a explicarme. Yo imparto dos asignaturas en la universidad: "Mecánica y Termodinámica" de primer curso para ingenieros y "Física" de primer curso para biólogos. Me centraré en la primera de ellas porque en la segunda mi tasa de rendimiento llega al 70 % y, por tanto, en esta asignatura soy muy bueno para mi universidad y me quiere mucho y me aprecia y no me pide que redacte ningún informe. Debe de pensar que soy una especie de Doctor Jekyll con los biólogos y un malvado Mr. Hyde con los ingenieros. ¡Muajajajajaja!

Veréis, el caso en que en la asignatura de "Mecánica y Termodinámica" los estudiantes pueden matricularse de la especialidad que más gusten, a elegir entre cuatro: Geomática y Topografía, Recursos Mineros y Energéticos, Forestal y del Medio Natural y Civil. Todas las especialidades, las cuatro, acuden juntas a clase, es decir, los tres profesores que impartimos la asignatura tenemos en clase a los alumnos perfectamente mezclados, no agitados, de las cuatro especialidades, sin hacer distinciones de ningún tipo, pues la "Mecánica y Termodinámica" es común y obligatoria para todas ellas. Así que todos, sin excepción, se examinan con los mismos contenidos y son evaluados con idénticas pruebas que incluyen la asistencia a clase (sic), tests intermedios (sí, en una asignatura cuya extensión temporal apenas supera los tres meses, se les hacen tests a los estudiantes cada dos temas. Peor que en el cole), prácticas de laboratorio y un examen final cuyo peso no supera el 40 % de la nota del curso. Pues bien, cuando llega final de curso y ponemos las notas, como buenos profes que somos, resulta que yo, tonto de mí, pierdo un minuto en contar el número total de aprobados y lo divido por el número total de matriculados (en las cuatro especialidades) y obtengo un número precioso: 59 %. ¿Qué diablos me está diciendo mi universidad, que no llego al 50 %?

Ajá, es que se me está escapando un pequeño detalle en el que los grandes sabios de la universidad han reparado y yo, tonto de mí, no. Leo de nuevo la carta que me remite el vicerrectorado correspondiente y caigo en la cuenta: se me solicita informe únicamente de una especialidad: "Geomática y Topografía". En las otras tres no hay problema, se supera ampliamente el 50 % en cada una de ellas. Ahora ya no soy Mr. Hyde para los ingenieros, ahora soy Dr. Jekyll para biólogos, ingenieros civiles, ingenieros de minas e ingenieros forestales. Solamente soy Mr. Hyde para los ingenieros topógrafos. Porque les tengo manía, les odio, son mezquinos e ignorantes... ¡Muajajajaja! ¡Muajajajajaja! ¡Muajajajajajajajajajajajaja!

De repente, me da una ventolera tipo Florentino Pérez y vuelvo a revisar los números una vez más. Y hete aquí que compruebo estupefacto que la tasa de rendimiento en Geomática y Topografía es del 44,44 %. ¡¡Cachis en la mar!! Me he quedado corto en un miserable 5,56 %. Acudo a las listas de matriculados y veo que hay nueve, de los cuales han aprobado cuatro. ¡¡Cojones!! Me ha faltado medio alumno para tener contenta a mi universidad. ¡Porca miseria!

Me paro a reflexionar por un momento y me digo: joder, toda la vida estudiando física y matemáticas, haciendo estadística con los experimentos de mi tesis doctoral, eligiendo las muestras con cuidado para que fuesen representativas y ahora llegan los grandes sabios universitarios, sentados en sus sillones del despacho, y me cuentan que soy un mal profesor porque medio alumno no superó la asignatura. Medio alumno de un total de nueve, nueve matriculados en una especialidad de cuatro que asisten todas juntas a las mismas clases, con los mismos contenidos, con idénticas pruebas de evaluación, sin distinción alguna. Una muestra estadística en la que cada alumno cuenta como un 11,1 % del total. ¿Qué mierda es ésta? Y esto, por no hablar del curso anterior, en el que tan sólo tenía siete alumnos matriculados en esta misma especialidad y cada uno de ellos constituía un 14,29 %. Si es que te catea uno y la has cagao, macho. Eres un profesor putapénico, dedícate a otra cosa, colega.

¿Os lo he explicado clarito? Mira que me he esforzado en usar un lenguaje poco universitario, con adjetivos y sustantivos cultos, verbos pomposos y palabrería fluida. Pero es que yo soy así. Como dice un buen amigo mío, soy un popularizador. Hasta cuando reparto hostias.


Lamentablemente, aquí no acaba este cuento surrealista. Ahora viene lo mejor. Veréis, no contentos con los susodichos informes que harían vomitar a cualquier persona con un mínimo conocimiento de estadística, por no hablar de la sinrazón de distinguir a los alumnos por especialidades, cuando lo cierto es que acuden los pobrecillos todos en manada a las mismas clases (sí, la enseñanza de calidad de hoy en día es tener 100 estudiantes por profesor), lo cierto es que la universidad fue con el cuento a la prensa regional. ¿Y qué hizo? Pues nada menos que publicar un listado de todas las asignaturas de la universidad con una tasa de rendimiento inferior al 50 %. Y pienso yo, sí, vuelvo a pensar: vamos a ver, si en esa lista de la vergüenza han hecho con todas las asignaturas lo mismo que han hecho con la que yo imparto, ¿qué fiabilidad puede tener? ¿Cuántas de esas asignaturas tienen un número de estudiantes matriculados suficientemente grande como para que el cálculo de la tasa de rendimiento no resulte absurdo? Y no os creáis, que más de una conozco con menos de cinco alumnos matriculados.

¿Qué es lo más grave de todo lo que os acabo de exponer? ¿El cabreo de los profesores? ¿El cabreo de los estudiantes? ¿El tiempo que pierden los grandes pensadores de la universidad haciendo cálculos elementales?


No, mis queridos lectores. Nada de eso. Lo peor es lo que pensará la sociedad que nos paga al ver el listado de la vergüenza en la prensa. Porque dirán: "Mira estos cabrones lo que hacen con nuestro dinero, suspender a nuestros hijos y ponerles traba tras traba para poder acceder a un puesto de trabajo digno después de grandes esfuerzos económicos y personales por parte de las familias". Lo que no saben tampoco muchas veces las familias es que sus hijos ni siquiera se presentaron a los exámenes. Pero esto a la estadística no parece importarle lo más mínimo...


Vida extraña (reseña)

Cuando descubrí este libro, en la página web de Biblioteca Buridán, lo primero que pensé fue que debía de tener una extensión enorme, ya que en mi opinión cualquier texto que pretenda abordar la cuestión de la vida debe enfrentarse a todas las ramas científicas: biología y química sobre todo, física, y hasta me atrevo a decir que matemáticas, geología, entre otras. Obviamente, me equivocaba.

Lejos de sentirme decepcionado, cuando me hice con el libro de David Toomey, a quien ya conocía por otra fantástica obra suya: Los nuevos viajeros en el tiempo (también publicada en español por Biblioteca Buridán), mi reacción fue completamente opuesta. Me ha resultado enormemente interesante y, sobre todo, sugerente. En efecto, a pesar de no llegar apenas a las 300 páginas de extensión (incluyendo anotaciones y referencias), Toomey nos lleva de viaje por todo un paisaje "extraño" y poblado por toda clase de seres vivos, tanto reales como imaginarios pero con una característica general común: presentan rasgos distintivos muy diferentes a los que consideramos como vida "normal". De hecho, el subtítulo del libro es suficientemente explícito: La búsqueda de la vida que es muy, muy diferente a la nuestra.

Empezando por un capítulo introductorio, en el que se describen a los organismos terrestres denominados extremófilos, seres vivos que desarrollan toda su actividad en ambientes con unas condiciones físico-químicas extremadamente inusuales (presión, temperatura, salinidad, acidez, radiación, etc.) y finalizando con la que podría constituir la clase de vida más extraña concebible, incluso podríamos decir que extravagante, esto es, la vida en un posible multiverso si éste existiese, el libro de Toomey constituye una pequeña joya que muy bien puede servir como introducción a un tema que ha despertado el interés del ser humano desde los mismos orígenes del pensamiento científico: qué es la vida.

No hace falta decir que Toomey no responde a la pregunta anterior, al menos de una forma directa e inequívoca, pues él es el primero en reconocer que no es su propósito y que otras mentes mucho más brillantes lo intentaron antes sin llegar a ningún consenso. A pesar de todo, y aunque no sepamos qué es la vida exactamente y cómo surgió en la Tierra, sí entendemos la importancia del papel que juegan una sustancia como el agua líquida o átomos como el carbono, capaz de formar largas cadenas que dan lugar a moléculas orgánicas. Pero algunos científicos piensan que bien podrían existir otras alternativas como el silicio, el arsénico podría tener cierta importancia y probablemente también el metano. Y por ello el ser humano ha enviado y piensa en enviar misiones al espacio para explorar otros mundos en nuestro sistema solar: Marte, Europa, Titán, cometas, asteroides.

Aun así, Toomey no se queda solamente en nuestro sistema solar. ¿Y por qué? Pues muy sencillo, porque no todos los científicos creen que la vida, de existir fuera de la Tierra, tiene que ser forzosamente similar a la vida terrestre. De hecho, cabe pensar que podría ser tan distinta de la nuestra, tan sumamente "extraña" que tuviésemos enormes dificultades para descubrirla, identificarla, reconocerla, de tal manera que incluso nos pudiese pasar desapercibida en caso de toparnos con ella.  Más aún, hasta en este supuesto, en el de hallarla, y suponiendo que fuese inteligente, ¿cómo nos comunicaríamos con seres que fuesen enormemente distintos a nosotros? En este respecto, resulta especialmente interesante el octavo y penúltimo capítulo, dedicado a revisar brevemente las sugerencias acerca de formas de vida "extrañas", unas más y otras menos, proporcionadas por los escritores de ciencia ficción (algunos de ellos siendo científicos profesionales). Así, desfilan por estas páginas seres que habitan en estrellas de neutrones, en el cinturón de Kuiper, en el disco de acreción de un agujero negro, así como nebulosas estelares con vida propia y hasta planetas sintientes.

Es evidente que hasta el momento nadie ha descubierto un solo ejemplo de vida extraña, tanto en la Tierra como fuera de ella. Se han propuesto programas específicos para buscarla, pero tampoco se han llevado a cabo todavía. Pero, como escribía hace 300 años un tal Christiaan Huygens, tal como cita el propio David Toomey en el epílogo del libro:

"Si alguien me dijera seriamente que he desperdiciado mi vida en una búsqueda vana e infructuosa de algo de lo que nunca podré estar seguro, la respuesta que le daría sería que lo mismo podría decirse de toda la filosofía natural en la medida en que lo que se propone es descubrir la naturaleza de las cosas. En unos estudios tan nobles y sublimes  como estos, es una gloria llegar a la probabilidad, y en la propia investigación está la recompensa a tus esfuerzos."

Lo cierto es que a pesar de que lo que continuamente descubren los biólogos acerca de la vida que conocemos les sigue sorprendiendo a diario puede que buscar otras clases de vida, por muy extrañas que sean nos lleve a comprender mejor la nuestra. Y esto no es poco...


Latas de refresco que flotan... a veces

Nunca me canso de decir que un buen proceso de enseñanza debe conllevar la actitud de desafiar los esquemas mentales de los estudiantes. Para ello resulta muy útil plantearles cuestiones que les inciten al descubrimiento, la característica más fundamental del conocimiento científico. Lo que descubres por ti mismo no se puede comparar con la adquisición memorística de una seudosabiduría que luego se reproduce en los nefastos exámenes.

En los párrafos que vienen a continuación me propongo poner a los estudiantes de Secundaria ante una cuestión a primera vista paradójica. Puede que sea conocido que una lata de Pepsi o Coca Cola que introducimos en una bañera llena de agua, acuario o similar se hunde hasta el fondo y también que una lata de los mismos refrescos pero en su versión "light" flota. Pero esta no es toda la verdad.



En efecto, empecemos la clase mostrándoles a los estudiantes una fotografía como la que aparece al final de este párrafo. En ella podemos ver que, efectivamente, la lata de refresco sin azúcar flota, mientras que la versión azucarada se encuentra descansando sobre el fondo del acuario. Pero, asimismo, una lata idéntica a la anterior (la situada a la izquierda de la imagen) también flota en la superficie del agua. ¿Cómo es esto posible? Por supuesto, las latas están perfectamente cerradas y llenas de su líquido habitual, es decir, no han sido alteradas de forma alguna (por si los estudiantes suspicaces, que siempre los hay). Propongámosles, pues, que intenten explicar lo que ven, en base a sus conocimientos previos acerca de la flotabilidad de los cuerpos y el principio de Arquímedes. A buen seguro, se les ocurrirán unas cuantas, mejores o peores, más o menos ingeniosas.


Por supuesto, el profesor debe mantener la intriga y no desvelar en ningún momento la forma en la que ha conseguido hacer que una de las dos latas de refresco azucarado flote y la otra no. ¿Cómo se ha hecho esto? Fácil, la que queremos que flote la hemos de sumergir con cuidado y teniendo la precaución de que no se acumule aire bajo la lata (para ello podemos sumergirla tumbada y luego darle la vuelta hasta ponerla de pie). Una vez derecha la iremos subiendo poco a poco hasta la superficie, dejando que la depresión superior que todas las latas tienen no esté cubierta de agua sino de aire. Es algo análogo a lo que sucede con una embarcación que tiene un espacio hueco en el interior del casco y por eso flota.

Una vez superada la fase de perplejidad viene la fase de estudio e investigación. Para ello, los estudiantes se harán con latas de refresco. Las marcarán con un rotulador a distancias sucesivas de un cuarto de la altura total del envase (esto es, a 1/4, 1/2, 3/4, aproximadamente). A continuación, con ayuda de un dinamómetro suspenderán de él la lata sujeta por la anilla de apertura (se puede girar 90º la anilla y luego tirar de ella, pues así no se abrirá la lata y podremos pesarla sin que se derrame el contenido) y sumergirán parcialmente en agua la lata justo por las marcas de rotulador que han hecho antes. En la escala del dinamómetro se puede leer el peso aparente, que no es otra cosa que la diferencia del peso real (el peso medido en aire) y el empuje de Arquímedes. En este caso, puede ser de ayuda dibujar un diagrama de cuerpo libre del objeto sumergido (la lata de refresco) en el que se muestren las tres fuerzas.


El siguiente paso consiste en confeccionar una tabla con tres columnas: volumen sumergido, peso aparente, empuje. Ahora se construye una gráfica en la que representaremos el volumen sumergido en abscisas y el empuje hidrostático en ordenadas. Mediante un sencillo ajuste por mínimos cuadrados, los estudiantes obtendrán su pendiente. El profesor puede ayudarles a identificar ésta con el producto de la densidad del agua y la aceleración de la gravedad.

En cuanto los estudiantes hayan asimilado el concepto de empuje de Arquímedes, relacionándolo con la densidad del fluido en el que se sumergen los cuerpos flotantes y el volumen desplazado, han de volver a la imagen original del acuario. ¿Cuál es ahora la explicación para lo que se les mostró al principio de la clase? ¿Es diferente de la planteada inicialmente? ¿Han cambiado de opinión o se mantienen en sus errores? Obviamente, si el concepto físico ha sido asimilado correctamente, el estudiante debería entender que la lata de refresco azucarado que flota es porque ha de desplazar una mayor cantidad de agua que la lata hundida (recordad la capa de aire que dejamos sobre la base superior de la lata de refresco, resulta suficiente para hacerla flotar). Como la densidad del fluido en que se sumergen las latas es la misma para las tres (el agua, en este caso), el empuje de Arquímedes dependerá exclusivamente del volumen sumergido del cuerpo (las latas de refresco).

Finalmente, en lo que respecta al refresco "light", éste flota porque su densidad es inferior a la del refresco azucarado. Normalmente, un refresco azucarado de cola suele contener cerca de 40 gramos de azúcar, lo que contribuye al peso total de la lata. En cambio, el refresco sin azúcar requiere una cantidad muy inferior de edulcorante y por ello su peso y densidad son inferiores.



Fuente original:
Jim Nelson and Jane Bray Nelson, Buoyancy Can-Can. Physics Education, Vol. 53, 279 (2015)


Desde la eternidad hasta hoy (reseña)

En 2009 Sean M. Carroll publicaba "From Eternity to Here". Ahora, en 2015 la editorial Debate nos brinda la oportunidad de leer la versión traducida bajo el título "Desde la eternidad hasta hoy", con un subtítulo muy esclarecedor: En busca de la teoría definitiva del tiempo. Porque de esto es exactamente de lo que trata el libro de Carroll, un eminente físico teórico que trabaja en el Caltech (Instituto Tecnológico de California). A lo largo de casi 600 páginas, profusamente anotadas (más de 50 páginas de notas) y con una vasta lista de referencias bibliográficas (he contado más de 300) donde poder acudir en caso de querer sumergirnos profundamente en los entresijos del segundo principio de la termodinámica, el concepto de entropía, los modelos cosmológicos y la flecha del tiempo, entre muchas otras cosas.

Carroll tiene un objetivo ambicioso: desvelar el misterio del por qué nuestro universo presenta una flecha del tiempo desde el pasado, en un estado de baja entropía, hacia el futuro, donde la entropía crece siempre. ¿Por qué recordamos el pasado y no el futuro? ¿Si las leyes de la física son reversibles por qué los eventos que suceden en nuestro universo presentan una persistente irreversibilidad? ¿Qué se esconde tras todo ello? ¿Qué es el tiempo y por qué se comporta como lo hace? ¿Niegan las leyes de la física que se comporte de otras formas diferentes? ¿Qué tienen que decir modelos como la teoría general de la relatividad y la mecánica cuántica al respecto? ¿Podemos extraer conclusiones útiles acerca de la naturaleza de la flecha del tiempo a partir de dichas teorías o debemos esperar necesariamente a disponer de una teoría más completa como la gravedad cuántica?

Las anteriores son algunas de las muchas cuestiones que el libro nos plantea. Comenzando por unos fundamentos tanto teóricos como de carácter empírico, Carroll establece perfectamente las bases de la cuestión que pretende afrontar. Los primeros capítulos están dedicados a principios físicos consolidados como la conservación de la energía (primer principio de la termodinámica), leyes de conservación de la carga, de la paridad y las inversiones espaciales y temporales, el segundo principio de la termodinámica y, en el centro del escenario, el concepto de entropía, la función de estado que parece regir la irreversibilidad de los procesos que tienen lugar en el universo y cuyo valor nos indica el sentido de la flecha del tiempo, la dirección en la que este transcurre, del pasado al futuro.

Con una perspectiva histórica y siguiendo una cierta cronología, Carroll nos va exponiendo multitud de argumentos propuestos desde el establecimiento de las leyes de la termodinámica hasta nuestros días cuyo objetivo consistía en aportar luz acerca de la naturaleza y comportamiento del tiempo. Pero asimismo, el autor no se limita únicamente a ser un mero expositor de dichos argumentos y teorías, sino que los analiza, los desmenuza y termina por desmontarlos, unas veces haciendo uso de simple lógica y otras de los últimos avances en el campo de la física, aunque reconociendo en todo momento que en ocasiones debe acudir a principios bastante especulativos y en absoluto demostrados. Como el propio Carroll dice "estamos haciendo ciencia en directo" y eso conlleva un cierto riesgo. Finalmente, en el último capítulo, el autor propone su propio modelo que trate de dar cuenta de todas las observaciones acumuladas hasta hoy. ¿Fue el big bang el origen del universo? ¿Existe el multiverso? ¿Permite la existencia de este multiverso, en alguna de sus diferentes versiones, explicar lo que vemos y cómo es el universo en que vivimos? ¿Qué puede y debe aportar la gravedad cuántica, si alguna vez podemos disponer de ella? 

El libro es extenso y prolífico en explicaciones. Sin embargo, el ritmo del texto se me ha hecho en ocasiones difícil de seguir, con argumentaciones harto abstractas y no al alcance de personas ajenas a la física o las matemáticas. No es divulgación para todos los públicos, evidentemente. De todos modos, y como siempre digo a toda persona que me pregunta, nunca dejes de leer un libro por la reseña del mismo que puedas leer de cualquier lector, sea cual sea la alta estima en que le tengas. No hay mejor reseña de un libro que la que puedas hacer tú mismo. Y para ello, es imprescindible que lo leas. ¡Ánimo!


La ley de Hubble deducida con ayuda de una goma elástica

Hacia 1930 el astrónomo Edwin Hubble se dio cuenta de que las galaxias se alejaban unas de otras a velocidades que aumentaban en proporción directa a la distancia que las separaba. Cuanto más lejos se encontraban de la Vía Láctea tanto más velozmente parecían alejarse de nuestra posición. Y esto no se cumplía únicamente para nuestra galaxia, sino para cualquier otra que tomásemos como referencia. Fue capaz incluso de establecer la ley que hoy en día lleva su nombre: ley de Hubble.

La velocidad que aparece en la ley de Hubble no es la debida al propio movimiento de la galaxia, la cual puede hacer que algunas de ellas, por su proximidad relativamente grande, puedan acercarse. Más correctamente, es la velocidad consecuencia de la expansión del universo y que sirve de argumento sólido de apoyo al modelo del Big Bang.

Suele ser muy habitual utilizar como imagen para visualizar la expansión del universo un globo que se va hinchando poco a poco y en cuya superficie se han dibujado pequeñas manchas, puntos o similares que representan a las galaxias. Enseguida se ve que a medida que aumenta el tamaño del globo, la separación entre dichas manchas va creciendo. Sin embargo, con esta sencilla experiencia no se "ve" la ley de Hubble, tan sólo la expansión del universo.

Si queremos que nuestros alumnos no sean simples acumuladores memorísticos de definiciones, conceptos, leyes y datos que olvidarán al cabo de unos días sin la menor comprensión de los mismos, lo mejor que podemos hacer es desafiarles, hacerles pensar, proponerles un problema y que ellos generen su propio conocimiento. Sé que resulta difícil y el tiempo del que disponemos los profesores en las aulas es limitado y todo ello por no hablar de los encorsetados planes de estudios que los grandes genios de este país diseñan una y otra vez al ritmo de la enésima reforma educativa.

Como ya empiezo a cabrearme, vuelvo a lo que me interesa. Bien, veamos. A continuación me propongo sugeriros la siguiente actividad en el aula o donde mejor os parezca. Decidles a vuestros alumnos que se hagan con una tira de goma ancha y que puede ser cerrada para que sea más fácil estirarla, con una longitud total de unos 40 centímetros, más o menos. Algo así como la goma de un tirachinas. Sobre ella han de dibujar tres figuritas de colores (también pueden clavar chinchetas o similar) que representarán tres galaxias (las llamaremos O, A y B, respectivamente). No les digáis a qué distancias relativas poner las galaxias, que cada uno elija a su voluntad (eso sí, no han de ser equidistantes). La primera galaxia puede muy bien ser la Vía Láctea y las otras dos representar sendas galaxias arbitrarias. La goma hará las veces de espacio intergaláctico.

El siguiente paso consiste en dejarles que midan con una regla las distancias entre la primera galaxia y la segunda (OA) y entre la primera y la tercera (OB, es decir, tomarán la primera galaxia como origen de coordenadas). Seguidamente, hay que deformar la goma elástica, estirándola hasta que su longitud inicial aumente en 1 cm, por ejemplo. Este estiramiento de 1 cm representará el paso del tiempo en el universo. Con la goma estirada, deberán medir las nuevas distancias entre galaxias (esto puede hacerse en parejas; un compañero sujeta la goma estirada y el otro mide). La operación anterior se repetirá unas cuantas veces.

Con los datos obtenidos, se construye una gráfica. En el eje horizontal se coloca el tiempo (representado por los estiramientos de la goma, todos iguales, de centímetro en centímetro) y en el eje vertical se coloca la distancia entre galaxias. Aparecerán dos líneas de puntos: una correspondiente a la galaxia A y otra a la galaxia B. No les resultará muy difícil ver que estas líneas de puntos se ajustan bastante bien a dos líneas rectas. Cada una de las pendientes de estas dos rectas representa la velocidad de retroceso de la galaxia considerada (A o B) con respecto a la galaxia O. Si se extrapolan las rectas hacia atrás hasta que se corten en un punto, este representará el instante en que tuvo lugar el Big Bang, cuando la distancia entre las galaxias era nula.

Finalmente, han de comprobar que el cociente entre las pendientes de ambas rectas coincide (dentro de un margen de error) con el cociente de las distancias respectivas de las galaxias A y B a la Vía Láctea (galaxia O). De aquí han de concluir que la velocidad de retroceso es directamente proporcional a la distancia relativa. ¡Voilà! Han deducido la ley de Hubble...


Fuente original:
John Kinchin, Hubble's law: a simple simulation. Physics Education, Vol. 46, 519 (2011)

El Tercer Precog: la evolución definitiva

Desde el mismo día que comencé a escribir un blog, allá por el 13 de junio de 2006, mi pretensión fue que sirviese de ayuda a mis superhéroes preferidos: los profesores de ESO y Bachillerato. Obviamente, yo nunca he impartido docencia oficial a estos cursos pero sí que he hablado con muchos profesores y también he ofrecido charlas en los colegios e institutos.

La enseñanza en este país (del resto prefiero no hablar) es un problema grave y con cada gobierno, prácticamente, se ha cambiado la ley y/o los planes de estudios. Cualquier cabeza medianamente amueblada puede comprender fácilmente lo insensato de tal osadía, que únicamente se puede explicar por intereses políticos cuando no ideológicos. Peor imposible.

Siempre he sido un rebelde en la enseñanza, pues he intentado en todo momento impartir mis asignaturas de un modo fuera de lo tradicional. Pero reconozco que no lo he conseguido como me hubiese gustado, salvo una rara, rarísima excepción. Fue en el curso 2004-2005, cuando tuve el honor, el privilegio y la enorme fortuna de comenzar con mi asignatura "Física en la Ciencia Ficción". La experiencia duró nada menos que nueve cursos y luego se volatilizó igual que había venido. La experiencia que tuve aquellos nueve cursos la guardo como la mejor de toda mi carrera docente. Tuve libertad absoluta a la hora de elegir el temario, la distribución y la forma de enseñar. Pero lo más importante no fue lo que enseñé, sino lo que aprendí enseñando, tanto de mí mismo como de mis estudiantes. He llevado y llevo esa experiencia a todos los sitios que voy y en todas las asignaturas que he impartido después.


Como os decía más arriba, tanto con mis escritos en el blog como después en los libros a que dieron lugar, he intentado ayudar a ver la Física (sirve el mismo argumento para cualquier materia de ciencia) de otra manera, no como un desfile de ecuaciones, leyes sin sentido y conceptos abstractos que los chavales raramente consiguen conectar con la realidad del mundo que les rodea. Partiendo de una situación más o menos fantástica (el detalle para captar su atención) he intentado desarrollar después una explicación coherente de sus implicaciones, para finalizar relacionando todo con situaciones reales.


Pero no quiero aburriros con demasiada anécdota de abuelito Cebolleta. Al contrario, desde aquí y ahora lo que quiero es seguir evolucionando. Durante años este blog y, sobre todo, sus versiones precedentes se ha considerado como un blog de ciencia. Y así es, no lo pretendo negar. No obstante, siempre he mantenido que El Tercer Precog también es un blog de educación. La prueba es que en el año 2010 lo presenté, cuando aún se denominaba Física en la Ciencia Ficción, a los Premios Bitácoras en las dos categorías: mejor blog de ciencia y mejor blog de educación. Conseguimos llegar a la última ronda, a los tres mejores. Finalmente, nos clasificamos 3º en la categoría de ciencia (tan sólo superado por dos gigantes de la blogosfera: Amazings y Genciencia) y 2º en la categoría de educación.


Pues bien, llevo un tiempo reflexionando y reuniendo fuerzas para dar el paso definitivo en la evolución de El Tercer Precog. He decidido enfocarlo hacia la enseñanza secundaria. ¿Y qué es lo que me ha decidido a lanzarme al precipicio? Pues muy sencillo: mi hija ha comenzado este curso 1º de ESO. Y ya no he podido más. Todo se basa en una memorización estúpida, sin sentido, un carrusel de deberes para casa todos los días, exámenes todas las semanas. Mi hija odia el instituto, no le gustan las matemáticas y las ciencias naturales han dejado de llamar su atención porque son en inglés y se aburre.


Así que manos a la obra. A partir de hoy, El Tercer Precog estará enfocado a la enseñanza de las ciencias (física, fundamentalmente) en Secundaria. Para ello, he decidido proponer herramientas didácticas a los profesores y a los alumnos. Y lo haré utilizando artículos publicados en revistas dedicadas a la enseñanza de las ciencias (The Physics Teacher, Physics Education y otras) porque en ellas se encuentran unos trabajos, unas ideas y unas propuestas inigualables. Soy muy consciente de que los colegios y los institutos no poseen suscripción a estas publicaciones, por lo que el profesorado y alumnado no tienen acceso a ellas, a no ser que decidan ellos mismos correr con los gastos, que no suelen ser en absoluto baratos (baste decir que comprar la versión electrónica de un paper suele rondar los 30 dólares, aproximadamente). Como mi universidad sí que está suscrita a alguna de estas revistas y tengo algunos pocos amigos que me pueden conseguir el resto, no hay problema: yo haré de nexo de unión entre vosotros, queridos profesores del mundo, y la ciencia más apasionante para vuestros alumnos.


Leeré los artículos, los desmenuzaré, los discutiré y os contaré qué podéis hacer para sacarles partido en vuestras clases, aunque sé que esto no será imprescindible, pues sois buenos, muy buenos vosotros solitos y seguro que lo haréis estupendamente. Yo únicamente quiero poner mi granito de arena y ayudaros. Tenemos el límite del tiempo, el corsé del programa de la asignatura y todas esas zarandajas, pero hay que rebelarse, aunque sea un poquito cada día. Porque otra enseñanza es posible, lo sé... El premio que nos espera a nosotros y a nuestros hijos y alumnos al final del camino es grande, muy grande.

Finalmente, quisiera pediros un favor. Creo que este blog aún es muy desconocido en el mundo de la enseñanza. Así que sería enormemente positivo que ideas similares se extendiesen por Internet, que se lo comentaseis a todos cuantos profesores de ciencias conozcáis y que nos diésemos a conocer todos unos a otros. Los profesores tenemos la misión más importante del mundo y no establecer lazos de colaboración nos deja en muy mal lugar. ¡Gracias!

POST DATA: Por supuesto, todo lo anterior no supone en absoluto que en el blog se abandonen el estilo y la temática. Seguiré hablando de ciencia ficción, de películas, de novelas y cómics. Y no desaparecerán mis fantásticas y necesarias reseñas de libros de divulgación.