El universo accidental (reseña)

Dicen que las fragancias más exquisitas vienen en frascos pequeños. Pues esto es justamente lo que le ocurre a este breve pero intenso libro de Alan Lightman, físico teórico, escritor y profesor de física y de escritura creativa en Harvard y el MIT (Massachusetts Institute of Technology).

El texto, compuesto por una serie de siete capítulos independientes, de unas 20 páginas en promedio, que corresponden a otros tantos ensayos recopilados por el autor, diserta sobre una amplia gama de cuestiones científicas o humanas, siempre salpicadas por experiencias personales del propio Lightman. Así, en el primer capítulo, el que da título al libro, se pregunta si la especie humana no somos más que un mero accidente en el universo, cuestión que aprovecha muy hábilmente para mencionar temas como la inflación, la inflación eterna, la idea de multiverso, así como el ajuste fino de las fuerzas fundamentales, el diseño inteligente, la energía oscura, etc.

El anhelo humano de permanencia y la tenaz resistencia que oponemos, consciente o inconscientemente, a casi todo tipo de cambios, es el tema central del segundo capítulo (el universo provisional) donde el protagonista científico es el segundo principio de la termodinámica, cosa que el autor aprovecha para pasar al eterno e inacabable debate entre ciencia y religión, en el siguiente capítulo: el universo espiritual. Para Lightman la ciencia no es la única forma de conocimiento fiable que existe. Muy al contrario, como buen humanista además de científico, sabe que hay cuestiones más allá del alcance de los tubos de ensayo y las ecuaciones, cuestiones de las que deben ocuparse las artes y las humanidades. No todo está al alcance del análisis racional. La belleza, la armonía y, sobre todo, la simetría nos atraen y nos parecen bellas. La naturaleza parece tener predilección por la simetría (copos de nieve, estrellas de mar, las celdas de una colmena, etc.) y algunos modelos teóricos de la física presentan simetrías importantes y decisivas. De hecho, gracias a la atracción humana por la simetría se pudieron sentar las bases para la unificación de las interacciones electromagnética y débil, así como el Modelo Estándar de la física de partículas. Curiosamente, aunque todo está hecho de materia, de átomos y partículas sujetas a dichas simetrías y a las leyes de la física, nuestras mentes incluidas, lo cierto es que el arte, la literatura no obedecen reglas establecidas, objetivas, cuantificables. Más aún, parece haber evidencias de que en estas ramas del saber, una cierta asimetría constituye la clave de lo que nos parece bello. Tanto lo simétrico como lo caótico nos produce aburrimiento, falta de interés y rechazo.

Los tres últimos ensayos están dedicados la inmensidad de cuanto nos rodea, desde los océanos hasta el universo entero, pasando por la Tierra, los planetas, estrellas y galaxias. También a la asombrosa "legalidad" del cosmos, que obedece siempre y sin excepción las leyes de la naturaleza, de carácter matemático. Finalmente, el universo incorpóreo trata de todo aquello que no vemos o no percibimos directamente, sino más bien inferimos a través del razonamiento abstracto y los experimentos ideados a partir del mismo: desde Foucault y su forma de demostrar la rotación terrestre, Maxwell y Hertz y la existencia de las ondas electromagnéticas y el espectro, la dilatación del tiempo de la relatividad, las dimensiones extras de la teoría de cuerdas, incluso el peculiar mundo virtual en el que se desenvuelve la vida de los jóvenes actuales. En definitiva, un paseo por todo aquello que nos hace humanos y nos invita a reflexionar sobre de dónde venimos y hacia donde nos dirigiremos como especie...


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