Peter, estás muy gordo, hijoputa


Peter Griffin es el gordinflón hijo de puta, cabeza de familia de una singular familia estadounidense asentada en la ciudad de Quahog, Rhode Island. Tiene una esposa, Lois, ama de casa un tanto dada a determinadas tendencias maníacas, y tres hijos: el mayor, Chris, lerdo sin remedio, es la viva imagen de su progenitor, incluso en la fisonomía de la barbilla, en forma de testículos caricaturizados, y cuyo labio inferior, faliforme y puntiagudo cual pene de toro, sobresale por debajo de la nariz; su hija, Meg, presubnormal profunda, es objeto constante de burla y chanza hasta de su propia familia, cosa absolutamente comprensible, pues resulta un personaje patéticamente ridículo y descorazonador para cualquier cabeza con dos dedos de frente; finalmente, el pequeñín de la familia, Stewie, un cuasi bebé que camina sin dificultad obsesionado con la más natural de las ideas: liquidar a su madre utilizando las armas y métodos más audaces que su cabeza en forma de balón de fútbol americano cosido con cabellos a modo de cordaje es capaz de pergeñar. También les hace compañía una mascota: el perro antropomorfo Brian, todo un intelectual y el encargado de poner una neurona sana en la familia.

Los personajes aludidos en el párrafo anterior protagonizan una serie de TV conocida en el mundo entero: Padre de Familia. Célebre por su desparpajo, con unos guiones soeces hasta el límite, destila un sentido del humor socarrón y provocativo no apto para menores o cerebros sensibles. Justo lo que me gusta.

Aunque en alguna otra ocasión he visto por ahí comentarios sobre el vídeo que os dejo aquí debajo, siempre he querido escribir mi propia versión del mismo. Y hoy, como estoy un poco pachuchilla, me he decidido a dar el paso. Siento no ser demasiado original.

Bien, si ya habéis tenido tiempo de observar con atención la escena, voy a aprovechar para soltar unos cuantos párrafos que pueden resultar sumamente atractivos y motivantes para los chavales de hoy en día, que tan aburridos, abúlicos, holgazanes y zampabollos se pueden encontrar en las aulas de nuestro país y de otras naciones del ancho mundo de mierda en el que habitamos.

Una de las cosas más políticamente incorrectas que se pueden ver en los patios de los colegios es que algunos niños rodeen o aíslen al gordito de turno, al chaval rollizo y entrado en tocinos que hay en todas las clases de todos los cursos, desde el principio de los tiempos y le den caña sin piedad. Yo misma fui una de esos muchachos y aquí estoy, igual de gorda que siempre y metiéndome entre pecho y espalda una cerveza negra cada vez que se presenta la ocasión, como hace Peter Griffin en su bien amada Almeja Borracha. Pero, aunque estoy segura de que no me discutiréis casi ninguno de vosotros lo cruel de la situación, igualmente pongo mi barbilla testicular en el fuego y afirmo sin rubor que tampoco habréis caído en la cuenta de que un gordo cabrón bien puede valer para estudiar las leyes de la gravitación. Así pues, me aflojo el cinturón, suelto la faja reductora y os lanzo a todos contra la pared con mi barrigón de la ciencia ahora mismo.

Lo cierto es que otro de esos grandes cabronazos que ha dado la historia fue el mismísimo Isaac Newton. Tuvo este señor la mala idea de enseñarnos que todos los cuerpos del universo se atraen entre sí con una fuerza que resulta ser directamente proporcional a las masas de dichos objetos e inversamente proporcional al cuadrado de sus distancias mutuas. Esta ley, que parece una de las grandes gilipolleces de la historia resulta que explica dos cosas que todo el mundo (ya sea hombre o mujer) experimenta a diario, esto es, tanto las pelotas como las tetas cuelgan pendulonas, tanto más cuanto más lechosas se encuentren, y apuntan sin remedio hacia el centro de nuestro planeta, fenómeno que únicamente es evitable bien a base de antigravedad (aún no disponible en las proximidades de la Tierra) o bien con implantes de silicona, respectivamente.

Supongamos que Stewie cogiese una piedra bien afilada y la lanzase hacia la cabeza de su madre o, equivalentemente y de forma más merecida, de su hermana Meg. Obviamente, el pedrusco se verá atraído hacia el suelo debido a la gravedad de nuestro planeta y describirá una trayectoria parabólica que el fratricida deberá tener en cuenta si es que quiere acertar y hacer diana en la mollera deseada. Una evidencia experimental es que a medida que se incrementa la velocidad del proyectil, lo mismo sucede con la distancia recorrida por el mismo. Si pudiésemos optar por lanzar desde una altura arbitraria elegida a voluntad y con una velocidad suficiente observaríamos que la piedra podría incluso rodear la Tierra y no volver a caer al suelo; más aún, se puede demostrar que tan sólo tres tipos distintos de trayectorias pueden ser descritos por el objeto arrojado: una elipse (considerando la circunferencia como un caso particular), una parábola y una hipérbola. Todas ellas reciben el nombre genérico de órbitas.



Consideremos el caso sencillo de una órbita con forma circular, que es el que suele tratarse en las clases de enseñanza secundaria y que, sin embargo, siguen sin entender la mayoría de alumnos universitarios (Chris Griffin podría constituir un buen ejemplo de éstos). Si se describe el movimiento de un satélite, como la Luna, en torno a un planeta como la Tierra, tomando como punto de vista el de un selenita, la forma habitual de describir la situación es diciendo que la fuerza de atracción gravitatoria que experimenta nuestro satélite está compensada exactamente por la fuerza centrífuga que lo mantiene en su curva alrededor del planeta. Cuando se lleva a cabo esta operación directa se obtiene la velocidad a la que orbita el primero en función de su distancia al segundo, dependiendo el valor únicamente de la masa de éste y nunca de la de aquél.

Si se aplica la conclusión anterior al caso de Peter Griffin y la manzana que le arroja Brian, resulta elemental deducir que no se pueden elegir independientemente el radio y la velocidad orbitales, ya que dependen el uno de la otra. Como además la masa de la manzana no interviene en la expresión, la escena muestra acertadamente la física subyacente y es que todos los demás objetos, como el televisor, el libro y el vaso (con masas diferentes) que describen circunferencias de igual radio que la de la manzana, deben hacerlo a la misma velocidad y, por tanto, no pueden colisionar nunca unos con otros.

Pero sigamos un poco más. Si habéis sido niños felices y en vuestra infancia ha habido algo más que consolas de videojuegos o televisión, alguna vez vuestros papases y mamases os habrán llevado a la feria y mientras cabalgabais en el tiovivo a lomos de un cerdito risueño, caballo de crines al viento o cisne de plegadas alas, bien pudisteis tener la vulgar ocurrencia de daros cuenta de que todo movimiento circular uniforme (con velocidad constante, a diferencia del que describes cuando te pillas un buen pedo, que es uniformemente acelerado) es periódico, es decir, que se repite una y otra vez en el tiempo. Además, se puede calcular su valor muy fácilmente, pues no hay más que dividir la longitud de la circunferencia entre la velocidad.

Vale. Ahora mirad de nuevo la escena del vídeo y cronometrad el tiempo que emplea la manzana en dar una vuelta completa al seboso panzón de Peter. Para ser más rigurosos (y ésta es una buena costumbre en el laboratorio cuando hagas las prácticas por las que pagas una matrícula de una asignatura experimental, como es la física) lo más correcto es contar unas cuantas órbitas y dividir el tiempo total entre el número de ellas (yo he contado 8 órbitas, para un tiempo total de 18 segundos). Resulta un tiempo por órbita, que llamamos período, de 2,25 segundos, aproximadamente. Ya sólo necesitamos estimar la distancia a la que orbita la manzana de Peter. Para ello he cogido la cinta métrica y me he rodeado mi propia barriga. Como el gordo cabrón está bastante más tocinoso que yo le añado unos cuantos centímetros y obtengo 126 centímetros, siendo bastante generoso. El siguiente paso es el último y más audaz: supongo que Peter es esférico y calculo su radio, que resulta ser de 20 centímetros. Estimando "a ojo" que la manzana dista otros 20 centímetros del ombligo de Peter, ya puedo introducir los valores en la ecuación y sacar la masa de éste: ¡¡¡ 7,5 millones de toneladas !!! Brian tiene razón: Peter está gordo. Y no sólo gordo, también está denso, ya que si calculáis el cociente entre su masa y el volumen de una esfera con el mismo radio que su vientre cervecero, sale ni más ni menos que 2,2 1011 kg/m3. ¡¡¡ Varias decenas de veces mayor que la densidad de una estrella enana blanca !!!

Otro detalle a tener en cuenta es la suavidad con la que Brian deja la manzana en las proximidades de Peter con el fin de que aquélla entre en órbita. La velocidad mínima con la que es preciso lanzar desde la superficie de un planeta un satélite, si es que se pretende que éste describa órbitas circulares, recibe el nombre de primera velocidad cósmica. En el caso de la Tierra, su valor es de 28.500 km/h.

Sustituyendo en la ecuación correspondiente los parámetros obtenidos para la masa y el radio de Peter Griffin, se comprende el comportamiento del perro: 5,7 km/h. No se le puede dar un empujón demasiado fuerte a la manzana o fácilmente alcanzará la velocidad de escape (8 km/h) y se alejará del gordinflón para perderse por siempre, quizá en las profundidades de Quahog.

Y, finalmente, los guionistas no tuvieron en cuenta el detalle más bonito de todos que hubiera sido otorgarle a Peter unos preciosos anillos afrutados, a imagen y semejanza de Saturno. Efectivamente, esto debería ser así, si se tiene en cuenta el concepto de límite de Roche, es decir, la distancia mínima a la que un cuerpo puede acercarse a otro de mayor masa sin que las fuerzas de marea producidas por éste lo reduzcan a escombros en órbita. Este parámetro depende del tamaño del cuerpo mayor, así como de las densidades de ambos. Una manzana bien puede considerarse un cuerpo deformable, no demasiado rígido, con una densidad aproximadamente igual a la del agua. En este caso, el límite de Roche para Peter es de algo menos de 300 metros, o lo que es lo mismo, la manzana estaría licuada, el libro reducido a letras y la tele... en fin, la tele hecha un asco. Como siempre...



6 comentarios:

  1. Joder, da gusto leer algo tan bien escrito, menuda riqueza de vocabulario.
    Hacen falta más divulgadores como tú!

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  2. Uno de los mejores gags de padre de familia, y encima le dedican un magnífico post. Plas, plas plas.
    Para quitarse el sombrero ;)

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  3. Si la fuerza centrífuga es igual a la centrípeta la suma es cero y no hay resultante. Entonces sería de aplicación la ley de Inercia. Y eso no da una trayectoria circular.

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  4. ..Muy buen post..
    Padre de Familia es grandiosa,incorreción política al 100%,me gusta más que American Dad,que no me parece tan ingeniosa..

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  5. http://politica.elpais.com/politica/2013/07/29/actualidad/1375115073_348472.html

    Gran explicación del movimiento curvo sin aludir a ese gran horror/error de la didáctica de la Física, la fuerza centrífuga. No se recomienda ni con la excusa de los sistemas no inerciales porque es ficticia, o sea, un invento del maligno. Si el alumnado entiende mal el movimiento es por la cantidad de errores que les transmitimos (a mi me lo enseñaron tb así). Dicho con cariño y total devoción pues soy seguidor de tus blogs y creo que son una gran vía de divulgación de la Física.
    Un abrazo

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