Por amor a la física (reseña)

Dicen de Walter Lewin que es el mejor profesor de física del mundo. No sé si será cierto, pero seguro que pocos hacen las cosas que él hace en sus clases. Hace mucho tiempo que Lewin es conocido en todo el mundo por su labor docente y también investigadora. Al fin y al cabo, alguien que lleva un rifle a su aula y lo dispara o se deja electrocutar en público o se columpia con un péndulo de dimensiones descomunales, no puede ser un profesor universitario al uso.

Las clases que este hombre, ya jubilado, ha dado durante años en el MIT están disponibles en vídeo en Internet y son muy fáciles de encontrar. Ahora, al final de su carrera docente ha querido plasmar su amor por la física, su devoción por esta ciencia, en un libro de divulgación (editado por Debate), el libro del que hoy os quiero hablar.

Dice Walter Lewin en el ultimo capítulo: "La mayoría de los alumnos de secundaria y universidad odian las clases de física porque suele explicarse como un complicado conjunto de fórmulas matemáticas." Y probablemente sea cierto en la gran mayoría de los casos, por culpa de los apretados programas docentes que debemos seguir los profesores y también por nuestra propia desidia, comodidad o ganas de no meternos en complicaciones. En cambio, nuestro amigo Walter afirma "Es mucho más importante para mí que los alumnos recuerden la belleza de lo que vieron que el hecho de que sean capaces de reproducir lo que escribí en la pizarra. ¡Lo que cuenta no es de lo que hablas, sino lo que descubres!"

Las frases anteriores son un fiel reflejo tanto de su forma de dar clase como del estilo de su libro. En él, los diez primeros capítulos hacen un repaso de las ramas fundamentales de la física clásica: la mecánica, el movimiento ondulatorio, la electricidad y el magnetismo. Con una sencillez y belleza pasmosas nos cuenta cómo explica estas cosas a sus estudiantes, siempre aderezando las lecciones con experimentos increíbles que dejan boquiabierta a la muchedumbre, incluso arrancando aplausos. Lewin demuestra en vivo y en directo que una persona tiene una mayor estatura cuando está tumbada que cuando permanece de pie, relacionando esta conclusión nada menos que con las tallas de los trajes de los primeros astronautas. Otro ejemplo, quizá el único que he visto explicado de forma correcta en mucho tiempo y que aparece incorrectamente en gran cantidad de libros de texto, es el del vuelo de un avión: Lewin te hace entenderlo llamando tu atención sobre lo que le pasa a tu mano cuando la sacas por la ventanilla del coche en marcha. El capítulo dedicado a la física de los instrumentos musicales es apoteósico, no puede apreciarse toda la belleza de la música sin conocer un mínimo de la ciencia que hay tras ella.

Hay que decir que estos primeros diez capítulos no cuentan cosas que cualquier profesor o estudiante universitario no conozcan. Muy al contrario, tratan de temas de sobra conocidos. Pero, insisto, el verdadero valor del libro de Lewin no está, como él mismo afirma, en lo que cuenta, sino en cómo lo cuenta. En cierto modo, estos capítulos recuerdan muchísimo a un libro de texto cualquiera, si le eliminamos las ecuaciones y las partes aburridas. Seguro que ahora me entendéis.

Así como todo lo anterior puede servir de gran ayuda para un profesor universitario en sus clases (muchas veces, Lewin referencia a vídeos de sus lecciones disponibles en Internet para ilustrar sus explicaciones) la parte más novedosa corresponde a los capítulos del 11 al 14, donde se habla de astronomía de rayos X, el campo de trabajo investigador de Lewin durante décadas y al que personalmente ha contribuido de forma determinante. Por estas páginas desfilan estrellas binarias, de neutrones y agujeros negros. Maravillosos capítulos que te hacen ver el mundo con otros ojos, con los ojos de un científico enamorado de su trabajo y que te transmiten ese amor casi sin darte cuenta.

En definitiva, un libro que se lee con enorme facilidad y auténtico placer y que logra plenamente su objetivo: despertar el amor por la física, la ciencia madre de todas las ciencias. Y todo de una forma extremadamente sencilla: incitando a hacer preguntas, toda clase de preguntas. Como el propio autor escribe: "Cada vez que los alumnos me hacen una pregunta, les digo: Excelente pregunta. Lo último que quieres es que sientan que son estúpidos y tú muy listo."


Walter, de mayor quiero ser como tú...



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