Investigación-docencia-divulgación o el bueno, el feo y el malo en la universidad

Casi todos queremos que nuestros hijos sean universitarios, que estudien una carrera al menos y posean un título universitario como mínimo, ¿no es cierto? Sin embargo, cuando hablo con personas ajenas a la universidad me doy cuenta del desconocimiento tan profundo que hay de la mayor institución académica del país. Que si los profesores universitarios tenemos tres meses de vacaciones, que si no estamos dando clase entonces a qué nos dedicamos, que qué es eso de que investigamos fuera de las aulas, que cómo es posible que solo impartamos unas pocas horas de clase a la semana, que en qué empleamos el resto del tiempo y otras lindezas por el estilo.

Y lo cierto es que tengo que admitir que no les falta razón y es por nuestra culpa, que no sabemos transmitir a la sociedad nuestro trabajo, nuestra labor diaria. Y parte de este quehacer en el día a día tiene que ver con la docencia pero también con la investigación. Ahora bien, no todo el mundo lo hace como debiera y son quizás estos zánganos acomodados los que imprimen la imagen de desidia, de incompetencia a todos los demás que cumplen, incluso sobradamente, con su labor.

Pero no se equivoquen, hoy no estoy aquí para dar leña a los zánganos, ni mucho menos, ya habrá otra ocasión mejor. Más bien, en lo que viene a continuación, pretendo poner sobre el tapete algunos temas que me preocupan desde hace tiempo. Mi intención, más que dar respuestas, va a consistir en plantear preguntas que me gustaría que ustedes respondieran en los comentarios (si les apetece) o que les sirvan para mantener debates en el bar, en casa o en la cafetería de la facultad o el despacho del catedrático de turno.

Verán, en la universidad española existen varias figuras de profesor, es decir, distintas categorías: profesores ayudantes, ayudantes doctores, profesores titulares, catedráticos. También existen diferentes dedicaciones: a tiempo parcial, a tiempo completo. Por ejemplo, un profesor titular a tiempo completo y dedicación exclusiva (como yo) debe impartir un tope de 24 créditos anuales, es decir, unas 240 horas de clase, esto es, unas 8 horas semanales en promedio. ¿Parece poco, verdad? Y, claro, el camarero, el dependiente de la frutería, el minero o el camionero de turno se preguntan, y con razón, cómo es posible currar 8 horas a la semana y cobrar el pastizal que su imaginación cree que nos paga el Ministerio. Si yo fuera cajero del supermercado también me haría la misma pregunta. Ahora bien, ¿solamente trabajamos 8 horas a la semana los profesores universitarios? Piensen un poco: ¿el frutero llega a casa, tras su jornada laboral, y diseña, prepara y proyecta su trabajo del día siguiente, o se olvida de él mientras se toma una cañita bien fría en el pub de costumbre y hasta mañana muy buenas? ¿El resto del tiempo que no despacha a la señora o al jubilado que compra todos los días cuarto y mitad de calabacines, qué hace? Los profesores no solamente impartimos nuestras 8 horas de clase semanales. También hay que prepararlas y eso lleva tiempo si uno es un PROFESOR, no un profesor, que también los hay. Hay que currarse el material, diseñar cuidadosamente la lección, pensar preguntas que proponer a los estudiantes, diseñar ejercicios adecuados, experimentos, revisar y actualizar la bibliografía pertinente, pergeñar exámenes, corregirlos, volcar las notas en programas de software completamente inútiles diseñados por personas que no han debido de necesitarlos jamás, atender las reclamaciones de los estudiantes, cumplir con las horas de tutorías. ¿Y eso es todo? Pues no, luego viene la investigación, la tutela de trabajos fin de grado, la dirección de tesis doctorales. Y las publicaciones, las putas publicaciones, a las que me referiré más detenidamente en breve. Pero es que no termina aquí la cosa, como profesores universitarios debemos comunicarnos continuamente con otros profesores, charlar, reunirnos, intercambiar opiniones, asistir a comisiones permanentes, consejos de departamento, comisiones de docencia de las facultades. Todo ese tiempo no computa y, claro, la sociedad en lo que no ve y puede palpar difícilmente cree, salvo que sea en espiritismo o chorradas semejantes.


Entonces, la pregunta es: ¿realmente, la universidad nos paga por enseñar, por investigar o por tocar la bandurria? ¿Nuestra responsabilidad como profesores universitarios termina con las horas de clase? ¿Se puede vivir en la universidad sin investigar? Insisto en que no pretendo dar respuesta a todas las preguntas que voy planteando. Por supuesto, tengo mis opiniones y puedo ir dejando pinceladas de las mismas, a buen seguro tremendamente sesgadas, parciales y equivocadas, pero son las mías. Como decía Groucho Marx, si no les gustan puedo darles otras.

Sigo. Conozco profesores universitarios que llevan años sin investigar y, por supuesto, sin publicar ningún resultado de investigación, que viven exclusivamente de su docencia. Si se da por supuesto que la universidad nos paga por enseñar e investigar, ambas cosas simultáneamente, ¿por qué esta gente sigue cobrando? ¿No tendría que habilitar la universidad un sistema de control y tomar cartas en el asunto? Por otro lado, soy consciente de que hay personas que piensan que si no publicas en revistas científicas es que algo estás haciendo mal cuando investigas, pero vuelvo a preguntar: ¿nos paga la universidad por investigar, realmente, o se trata de una suposición sin fundamento y en realidad nuestro sueldo se justifica exclusivamente con nuestra labor de enseñantes? Salvo un pequeño matiz al que aludiré enseguida, el sueldo que cobra un profesor universitario que investiga y otro que hace años que no lo hace es prácticamente el mismo. Luego, si la investigación sigue derroteros distintos a la docencia y se puede vivir de un sueldo universitario sin necesidad de investigar, ¿no es igualmente aceptable que un profesor universitario también investigue y opte por no querer publicar sus resultados de investigación, por ejemplo? ¿No se puede estar en desacuerdo con el sistema? ¿No puede haber personas que no comulguen con las formas de proceder de las revistas científicas, tema que daría por sí solo para otra entrada? ¿Verdad que ese razonamiento, a muchos de ustedes les parece absurdo y sin sentido? ¿Qué dice este chalado? ¿Qué es eso de investigar y no publicar? ¿Ha perdido el juicio? Si no quiere publicar lo que investiga, que lo deje y se vaya a otra parte. Bien, vale, puede que tengan razón. Ahora bien, les diré una cosa que a mí me da mucho que pensar. Resulta que ciertas universidades de este país han decidido de un tiempo a esta parte (un tiempo que, casualmente, coincide con el comienzo de la crisis que llevamos años padeciendo) incrementar las horas de dedicación docente de aquellos de sus profesores que no "cumplan" debidamente con la investigación, esto es, no alcancen un número mínimo de publicaciones en revistas científicas de impacto relevante. Me detendré un momento en esto.

Otra de las cosas que la sociedad no suele conocer es el sistema de reconocimiento de méritos de los profesores universitarios. No se preocupen, les cuento, tampoco es tan complicado. Nuestra nómina consta de varios apartados: sueldo base (porca miseria) y diversos complementos. De entre estos me interesan en concreto dos, a saber, los famosos quinquenios y los no menos célebres sexenios.

Los primeros también se conocen como tramos docentes y los segundos como tramos de investigación. Los primeros se otorgan por el simple hecho de llevar 5 años impartiendo docencia en la universidad (aunque también se suelen reconocer desempeños de otras labores como haber sido becarios del ministerio u otras que ahora no vienen a cuento). Se otorgan de forma automática, por antigüedad y por esta sencilla razón se puede vivir confortablemente a base de acumular años y años de docencia. Da lo mismo si eres un buen docente que uno negado, torpe u holgazán. Les aseguro que de estas tres últimas categorías los hay. La buena calidad docente no se da por supuesta, como he escuchado a alguno decir por ahí. Como cualquier otro trabajo, con tiempo y dedicación se mejora y mucho, y los hay que ni lo uno ni lo otro. Les pongo mi propio ejemplo: el pasado mes de diciembre cumplí 25 años como empleado de la universidad. Tengo, por tanto, cinco quinquenios reconocidos y por cada uno de ellos cobro un dinero que se suma a mi sueldo. Cualquier otro profesor universitario con los mismos años de dedicación tendrá reconocido el mismo número de tramos docentes que yo. No importa que él sea un patán y yo un profesional de los pies a la cabeza o viceversa. Cobraremos lo mismo.

En cuanto a los segundos, la cosa es algo más compleja. Los sexenios o tramos de investigación se otorgan por producción investigadora y no lo hace la universidad sino un organismo independiente, la ANECA. Para solicitar un sexenio, el solicitante debe acreditar un mínimo de cinco publicaciones en revistas científicas con un prestigio suficiente a lo largo de un período de seis años. Tras la elaboración de una tediosa documentación, el solicitante envía su curriculum vitae junto con las cinco aportaciones de mayor relevancia a la ANECA. Allí, una comisión evaluará y decidirá sobre la calidad del material remitido. Si la valoración es positiva se reconoce el tramo, que repercutirá en un nuevo "aumento" de sueldo. ¿Han notado ustedes alguna asimetría entre este proceder y el del párrafo anterior? ¿No? Pues no se vayan todavía, aún hay más (como decía Super-ratón).

Como les decía un poco más arriba, los quinquenios se reconocen automáticamente a todo el personal de la universidad (otros funcionarios también gozan de estos privilegios pero no interesan aquí). No importa tampoco a qué universidad pertenezcas, a qué departamento ni a qué área de conocimiento. TODOS los profesores funcionarios tienen concedido un quinquenio cada vez que acumulan cinco años impartiendo docencia en una universidad. En cambio, los sexenios se otorgan única y exclusivamente a los "buenos" investigadores, a los que publican sus resultados en las revistas bien consideradas, con factores de impacto elevados en el JCR. ¿Ser un buen investigador implica ser un buen docente? ¿Y viceversa? ¿Qué asignaturas deben impartir los profesores noveles? ¿Y los veteranos? Si para tener reconocido un quinquenio solamente tenemos que dejar pasar los años y los cursos académicos, ¿no será lógico que nos dediquemos a investigar y hacer méritos y dejemos un tanto de lado la docencia? No sé, pregunto.

Y ahora es cuando las asimetrías se hacen aún más evidentes y escandalosas. Resulta que en diferentes áreas de conocimiento los requisitos son muy distintos. No es igual de fácil o difícil obtener una evaluación positiva en Química que en Física, en Matemáticas, en Ingeniería o en Ciencias de la Educación. A unos se les exige simplemente que sus publicaciones estén en el JCR, para otros en cambio, además de estar en el JCR, deben estar situadas en los primeros puestos del ránking. Tengo compañeros de departamento que han obtenido sexenios en el área de Ingeniería porque su curriculum investigador no alcanzaba para obtenerlos en Física. Pero al final cobran lo mismo que otros que los tienen concedidos en Física con mucha más dificultad y que no hubiesen podido de ninguna manera haberlos solicitado por Ingeniería (ejemplo: ¿se imaginan a alguien que ha investigado toda su vida en la teoría de cuerdas cósmicas solicitando un sexenio por Ingeniería o Ciencias de la Educación?).


Pero lo peor aún está por llegar. ¿Recuerdan lo que les decía más arriba sobre la forma de proceder de algunas universidades españolas desde el comienzo de la crisis? Pues resulta que mi universidad está entre estas. ¿Y cuál es esa forma de proceder? Muy sencillo: "castigar" a los profesores que no tienen sexenios con más horas de docencia. Así, en lugar de impartir los 24 créditos tradicionales, deben impartir 32, es decir, se les grava con un 33 % más de horas de clases. En cambio, a los que sí cumplen con sus "obligaciones" investigadoras y tienen reconocidos al menos tres sexenios se les reduce su dedicación docente a 16 créditos, es decir, un 33 % menos. Dicho así, parece que ni se gana ni se pierde, pues la docencia que ganan unos la pierden los otros. No se engañen, esto sería cierto si el número de profesores con sexenios coincidiese con el número de ellos sin sexenios. Nada más lejos de la realidad. Como la adjudicación de sexenios no es automática como la de los quinquenios, siempre hay un desequilibrio. Dicho en términos más simples y para que me entiendan: la imposición de 320 horas de clase a unos y de 160 a otros solamente encubre unos miserables RECORTES, como los que llevamos sufriendo desde hace años. Obligando a unos a dar más clases y premiando a otros con menos tan sólo se consigue crear diferencias absurdas y disimular la miserable ausencia de oferta de plazas para nuevos profesores que rejuvenezcan las cada vez más envejecidas plantillas.

Tampoco se atiende a razones a la hora de conceder o no los sexenios, lo único que importa es si el solicitante posee los méritos requeridos o no. ¿Tienes publicaciones de mérito? Apto. ¿No las tienes? A dar más clases y así te lo piensas mejor antes de volver a llamar a nuestra puerta. Eso sí, con 80 horas más de clases (y recuerden, por tanto, otras muchas más de preparación de material, burocracia, etc.) ya te puedes ir olvidando de hacer investigación al mismo tiempo y poder subsanar la situación en un lapso de tiempo razonable.

No conozco todas las universidades españolas, pero sí algunas que son muy distintas a la mía. He impartido conferencias de divulgación en universidades como las de Córdoba, Sevilla, León, País Vasco, Granada, Burgos, Alicante, Murcia, etc. He hablado con muchos colegas de estas universidades. Algunos estaban tan agobiados como yo y tenían muchas clases, en cambio otros apenas si llegaban a la mitad de mis horas docentes. Cobraban lo mismo o más que yo porque, evidentemente, cuando impartes 120 horas de clase en lugar de 240 posees mucho más tiempo para dedicarte a tu labor investigadora, tienes la oportunidad de producir más publicaciones y es más fácil que puedas acceder a sexenios en el período que te corresponde. Más aún, algunos de esos profesores que conocí con 120 horas de clase anuales las impartían en cursos elevados, donde el número de alumnos que tenían a su cargo era muy reducido. ¿Creen ustedes que es lo mismo dar clase a 30 alumnos en el cuarto curso de un grado o en un máster que a 110 de un primer curso, como hago yo mismo o no pocos de mis compañeros, por ejemplo? Y seguro que tengo colegas con grupos más numerosos, no me cabe la menor duda. ¿Creen ustedes razonable que a un profesor que solamente imparte 120 horas de clase anuales se le conceda también un quinquenio o tramo docente de forma automática igual que a otro profesor que ha impartido 360 horas en el mismo período (por cierto, esto hace en los cinco años que dura el quinquenio un total de horas de 600 para el primero y 1800 para el segundo)? Mientras el primero imparte la tercera parte de horas docentes sigue pudiendo investigar, publicar y optar al sexenio de investigación correspondiente mientras que el segundo lo tiene en arameo. Entiendo que algunos de ustedes, o la mayoría o quizá todos no compartan mis cuitas, y les resulte todo de lo más razonable o irracional, no lo sé. Pero plantearlo no hace ningún mal porque lo que sí sé a ciencia cierta es que habrá no pocas personas que no tengan ni idea de muchas de las cosas que he escrito aquí y van a alucinar pepinillos después de leerlas. Algunas de estas personas me subirán a los altares y otras, en cambio, se acordarán de toda mi familia, con antepasados incluidos. Al menos habré logrado que piensen, reflexionen y se cabreen. Objetivo cumplido.

Estos últimos días he discutido con no pocas personas temas como estos y hay opiniones para todos los colores, como no podía ser de otra manera. Los que tienen sexenios y les reducen a 160 horas estaban la mar de felices (aunque no todos tengo que decir, algunos incluso mostraron su total desacuerdo con la forma injusta de proceder de mi universidad). Otros tenían opiniones más de señores feudales y justificaban los "castigos" con ese poderío suyo: << si no investigan y producen que se j*** y den más clases, que los que publicamos somos los que merecemos el privilegio de padecer menos el sufrimiento de aguantar a estudiantes y horas de docencia más que molestas, que la universidad debe ser un centro de excelencia investigadora solamente, las clases solo están aquí para darme de comer >>. Reconozco que a estos castrones les tengo un poco de manía.

Y luego viene el tercer miembro del trinomio: la divulgación. Aquí la cosa ya se pone del todo surrealista. Los hay que se ríen de la divulgación, los hay que consideran que la divulgación no pinta nada en la universidad, incluso los hay que no saben ni lo que es la divulgación. ¿Se valora la divulgación en la universidad? No, ni por casualidad. Divulgar es un acto completamente altruísta, ni existen quinquenios ni sexenios ni polienios de divulgación, ni nada que se le parezca. Divulgar es una opción sin contrapartidas, un acto de amor al arte. Que no se te ocurra dedicarte durante un tiempo de tu vida universitaria/académica a la divulgación porque todo lo que hagas no te reportará beneficio alguno salvo en tu orgullo personal exclusivamente. Las revistas donde se publica divulgación no suelen aparecer en el JCR y las poquísimas que lo hacen poseen un factor de impacto que no te sirve más que para que tus colegas se rían en tu cara. Los libros divulgativos que llegues a publicar tampoco albergan mérito alguno para tu universidad ni para la ANECA. Son un chollo para tu editorial, nada más, porque a ti como autor no te corresponde más de un 10 % del precio de venta al público del libro. Ah, y al final del camino te está esperando la ínclita AEAT para asestarte la estocada definitiva, no vaya a ser que un profesor universitario se haga millonario.

Entiendo que la sociedad nos pida cuentas sobre en qué nos gastamos el dinero público de nuestros proyectos de investigación, faltaría más. Yo también contribuyo con mis impuestos y quiero saber en qué se emplea ese dinero y qué hacen los investigadores con él. Por todo ello, insisto, creo que la investigación en la universidad es necesaria e imprescindible. Ahora bien, ¿llegan los resultados de la investigación a la sociedad? ¿Cómo se hace para que el dependiente de la frutería o el camarero del bar de enfrente puedan llegar a comprender lo que hemos publicado en una revista científica después de dos o tres años de duro trabajo diario en nuestros laboratorios? ¿Van a leer ellos las revistas, unos artículos generalmente infumables hasta para los propios especialistas? ¿No es más adecuada la divulgación para esto? Yo creo que cualquier mente no demasiado brillante sabrá las respuestas a estas cuestiones. Pero, claro, si la misión de llevar los resultados de investigación a la sociedad es de la divulgación y los divulgadores, y la investigación se reconoce en la universidad mediante el mérito de los tramos de investigación (sexenios), ¿por qué no se reconocen y se crean unos tramos de divulgación? ¿No puede considerarse la divulgación como una clase de gestión? Pues la gestión también está reconocida entre los méritos universitarios. Vale, vale, ya me callo...

3 comentarios:

  1. Por fin me entero de qué demonios era eso de quinquenios y sexenios.

    Pues sí que está mal el patio. Y si a eso le sumamos que esas investigaciones sean muchas veces más por compromiso por el publish or perish que por interés real... meh, que alguien le dé al reset al salir.

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  2. Tema espinoso como siempre. Es cierto que ha habido siempre infinitos profesores universitarios que de investigación on tienen ni idea. Cuando era estudiante pensaba que fueron buenos investigadores en el pasado y se acomodaron. Nada más lejos de la realidad. En realidad nunca supieron hacer la "o" con un canuto y entraron en la universidad vete a saber cómo. Me parece lógico que esos profesores vayan desapareciendo, y que a los investigadores se les promocione de alguna manera.

    Gran parte de los problemas que mencionas vienen de la burocratización, que es un mal endémico en España. Cuando algo no funciona hacemos una norma para cambiarlo, pero las normas son rígidas y la gente encuentra siempre la manera de esquivarlas y seguir haciendo lo que le da la gana.

    Comentarios más concretos:

    - Es normal que haya evaluaciones investigadoras y que eso determine el salario. Básicamente si uno hace la mitad de su trabajo y otro lo hace entero es normal que cobre el segundo más que el primero.

    - El tema de como medir la calidad científica es siempre complicado. Se usa mucho el IF de las publicaciones, pero es cierto que hay que poner distintos baremos para distintas áreas ya que eso cambia mucho. A mí en física me parece bastante alcanzable el mínimo, pero no sé en otras áreas.

    - Que no se distinga entre distintos cursos forma parte del problema de la burocratización, que es muy rígida. Por otro lado, si no recuerdo mal por supervisar estudiantes de master o doctorado sí te quitan horas de docencia.

    - El tema de las publicaciones no lo termino de entender. Nuestro trabajo es investigar y publicar. Si decides quedarte tus resultados para ti no sirve de nada y entiendo que no lo cuenten. Hay gente que defiende un cambio de modelo editorial, y hay que estudiarlo, pero mientras tendremos que publicar.

    - El tema de la divulgación lo hemos discutido muchas veces. Mi opinión es que si la universidad no contrata para divulgar pues no puede dar puntos por eso. Hay que realizar un debate sobre si la divulgación es más o menos importante y si esta la tienen que hacer los profesores o gente especializada. En cualquier caso, hasta que no se decida que eso es nuestro trabajo no nos lo podrán contar.

    Todo eso XD.


    PS: Yo tengo 15 horas semanales de clase, más una reunión a la semana con los demás profesores de la asignatura, más 2 horas de tutoría.

    PPS: En dos evaluaciones me han dado 1 punto (sobre 100) extra por divulgación.

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  3. Efectivamente, tema espinoso donde los haya. Vaya por delante que hace más de 25 años que no piso la universidad y supongo que, para bien o para mal, algo habrá cambiado. También debo decir que no me matriculé en física a pesar de que era mi primera opción y estaba admitido precisamente porque temía tener que dar clase para comer y la docencia no es lo mío.

    Dicho eso haré unos comentarios un poco "desde fuera" que pueden servir al menos para saber lo que opina los "extraños" al sistema.

    Siempre he creído que no puede haber el mismo tipo de profesor en la universidad. La universidad no es sólo para transferir conocimientos, ni para enseñar a pensar, pero por supuesto tampoco es sólo para investigar. Y poco menos que imposible tener profesores que sepan hacer las tres cosas. Más que nada porque requieren cerebros distintos (yo siempre tuve claras mis limitaciones, je, je). A mí no me importaría que hubiese profesores (no sé si el nombre profesor es adecuado en estos casos) que sólo investigasen y su trato con los alumnos se limitase a "utilizarlos" en el laboratorio o a hacer cálculos. Como tampoco me importaría que un profesor se dedicase a dar clase y no hiciese nada nuevo en toda su vida. Lo que sí creo que hay que exigirles es que lo que hagan, lo hagan bien. ¡Muy bien, qué carajo! ¡Que hablamos de la universidad y no de primaria! Lamentablemente vi demasiados profesores que eran una basura en todas las actividades.

    Es obvio que toda la actividad debe ser recompensada y que para eso debe ser evaluada. El problema es que es muy difícil evaluar y además a nadie le gusta que le evalúen. Si a eso le sumas la burocratización, la endogamia y las capillitas, échate a llorar. Tengo un amigo que sacó su puesto de profesor a base de pegarse a un catedrático hasta que pactaron contratarlo... a cambio de que contratasen al pupilo de otro. Vamos como los pactos del CGPJ. Imposible evaluar en esas condiciones porque o pactan localmente en plan "no vamos a hacernos daño" o "aquí no viene nadie de fuera a decirnos nada". El espectáculo de los rectores cada vez que alguien quiere tocar su chiringuito es completamente penoso.

    No soy capaz de calibrar la problemática de las publicaciones (aunque por lo que leo a Francis deja mucho que desear). En todo caso me da que hay muchas publicaciones que obviamente están hechas exclusivamente para cumplir con el requisito de publicar y, sinceramente, para eso lo mejor quitar esa obligación.

    Y en cuanto a la divulgación, yo sí creo que, sin descuidar la formación de los universitarios, el sitio ideal para “producir” divulgación es la universidad. Para empezar, la gente valoraría más la actividad universitaria, en segundo lugar subiría el nivel científico de la población y por último, igual hasta se podrían evitar los muy-interesantes. Nunca se sabe.

    En fin, no me voy a enrollar más.

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