¿Universidad para todos? ¡No con mi dinero!

Antes de seguir adelante, querido lector, te pediría que volvieses a leer el título de este post y, en caso de que te ofenda, por mínimamente que sea, debo rogarte que no sigas adelante porque lo que te encontrarás será duro, sin pelos en la lengua. Podrás estar o no de acuerdo con lo que estoy a punto de expresar en toda su crudeza, pero también te digo que se trata de la pura realidad. Sí, puede que sea mi realidad, distorsionada por mi propia forma de pensar y de ver las cosas desde mi perspectiva individual, quizá nublada ya por mis más de dos décadas de experiencia en la labor docente universitaria o mismamente por mi peculiar forma de comportarme cuando era estudiante en la facultad. No obstante, creo mi deber como profesional comprometido con la enseñanza y la educación de los jóvenes, reflexionar, aunque sea en voz alta y delante de todos vosotros acerca de los derroteros por los que tristemente se mueve la clase estudiantil más privilegiada de la historia de este país.

Allá por el año 1990 comencé a impartir clases en la universidad, nada más licenciarme en física fundamental en la universidad de Cantabria. Siempre fui un buen estudiante, de los mejores durante mis estudios preuniversitarios y en todo momento tuve claro que el estudio y el conocimiento del mundo que me rodeaba era lo que me gustaba de verdad y a lo que aspiraba a dedicarme en el futuro. Durante mis años de bachillerato lo peor fue siempre la asignatura de religión y ello a pesar de estudiar en un colegio religioso. A continuación, y muy de cerca, la seguía la física, que se me daba fatal y tenía un profesor realmente nefasto (en matemáticas, sin embargo, era brillante). Pero había una diferencia entre la religión y la física y es que ésta era la que me volvía loco de verdad, era la herramienta que yo buscaba para explicar el universo, y eso tenía un atractivo irresistible para mí. Así que a pesar de tener las peores calificaciones de todas las asignaturas que cursaba, decidí ingresar en la facultad de ciencias físicas de la universidad de Cantabria, en octubre de 1984. Y las notas mejoraron y mucho. ¿Qué había pasado? ¿Eran mejores los profesores de la facultad que los del colegio de los padres dominicos de Oviedo? No, seguía teniendo profesores abominables, pero el que había cambiado era yo. Perseguía un objetivo, una meta que quería alcanzar y por la que iba a luchar hasta el límite de mi resistencia. Porque yo quería ser físico. Así de simple.


Hoy, en marzo de 2015, casi tres décadas después de aquellos cinco cursos de sacrificio, horas interminables de estudio, clases diarias, prácticas de laboratorio y exámenes agotadores (hasta 7 horas para resolver un único problema) me encuentro en el papel opuesto, el de profesor universitario (además de investigador y divulgador, aunque a algunos les duela y les corroa la envidia porque ellos son incapaces de hacer las tres cosas al mismo tiempo con mediana dignidad), una profesión cada día más incomprendida, desprestigiada y maltratada, y no solamente por los políticos sino por una gran parte de la sociedad.

Recuerdo perfectamente que durante mis años de universidad había profesores que me eran simpáticos, otros me resultaban indiferentes y algunos más a quienes hubiera estrangulado sin el menor remordimiento. Así y todo, jamás, repito, jamás se me ocurrió culparles de mi éxito o fracaso en la asignatura que impartían. Cuando yo aprobaba el examen, todo el mérito era mío y cuando suspendía el culpable absoluto era yo también. ¿Cómo iba a ser el culpable el profesor, si con alguno de ellos ni siquiera asistía a clase? (perdóneme, señor Amorós, pero es que sus clases de mecánica estadística a las 8 de la mañana no estaban hechas para mí). A pesar de todo, yo comprendía que aquello era mi trabajo y mi responsabilidad. Al fin y al cabo era mayor de edad y podía elegir libremente al gobierno de mi país. ¿Cómo iba a delegar mi responsabilidad en otros?

Pues bien, años después, esto ya no es así, lamentablemente. Desde que yo estudiaba hasta hoy, desde aquel ya lejano primer curso de 1990-91 en que empecé a impartir clases hasta el actual de 2014-15 en el que me encuentro, el cambio experimentado ha sido brutal, no digamos si se compara con mis años de facultad. No voy a caer en aquella frase tan manida de que "todo tiempo pasado fue mejor", aunque en realidad así lo piense y esté convencido de ello, al menos en lo que concierne a la enseñanza y la educación. En cambio, os contaré mi opinión y os expondré todo lo acaloradamente que sea capaz las cosas que observo en mi aula a diario, las actitudes de mis estudiantes, que no os confundáis, son exactamente las mismas que adoptan y mantienen con el resto de los profesores que conozco (y no son pocos), tanto de mi mismo departamento, como de otros, otras facultades y de otras comunidades autónomas diferentes a la mía. Es un problema mucho más general de lo que la gente ajena a la enseñanza se piensa y se puede llegar a creer. De hecho, así nos va...

Soy consciente de que la juventud es una etapa de la vida de las personas que hay que disfrutar y pasar lo mejor que se pueda. Ahora bien, ¿qué es exactamente disfrutar? Porque, cuando yo oigo hablar de esa palabreja, a mí me viene a la cabeza sentarme en una butaca y coger un libro o ver una estupenda película, charlar con los amigos de temas interesantes. Nunca se me pasa por la imaginación meterme en una osera a oler a oso, bailar sin control con el cuerpo descoyuntado y sudoroso mientras me apretujo contra una maraña de culos, tetas y sobacos sudorosos que terminan en unas garras que sujetan un vaso con bebidas y otras cosas estimulantes, hasta que el cuerpo resista. En fin, viejuno que es uno.


Como os iba contando, hoy en día llego a mi aula y me encuentro una banda, un grupo de personas sin motivación alguna, con una desidia antológica, sin ninguna gana de acabar lo que han empezado, sin ilusión alguna o algo que se le parezca remotamente. Me encuentro con estudiantes (aunque este vocablo pierde su significado cuando a quien se refiere en raras ocasiones ha estudiado) que están matriculados en una carrera, como es ingeniería, no habiendo cursado en el bachillerato la asignatura de física. ¿Qué van a entender y/o sacar en claro cuando yo les hable de mecánica, termodinámica, ondas, electromagnetismo, óptica o similar? ¿Cómo han sido tan insensatos? La respuesta es que resulta más cómodo deshacerse, mientras se pueda, (y nuestro sistema educativo así lo permite) de las asignaturas incómodas, complicadas y que requieren un esfuerzo superior a la media. "Ya me preocuparé de la física cuando llegue a la universidad, la culpa es del sistema, la culpa la tiene mi instituto, que no ofertaba la asignatura o no había profesor para impartirla". Todo gilipolleces y mentiras para autoengañarme y descargar la responsabilidad en otros y no en mí. Si yo quiero irme a la escuela de ingeniería dentro de uno o dos cursos, me tengo que matricular de física en el bachillerato y si no puedo, me busco la vida de otra manera, estudio por mi cuenta o asisto a una academia, pero no me voy a los dos años a la universidad y le digo al profesor que lo que está contando no tengo que saberlo porque nunca me lo han explicado. Es tu problema, exclusivamente tuyo, majete. Y si no lo crees así, no vayas a la universidad hasta no estar preparado para ingresar en ella, que cuesta mucho dinero a papá y mamá, que suelen ser los que pagan en un 90 % de las ocasiones, si no más.

Cuando, a pesar de todo lo anterior, el estudiante insensato decide de todas maneras matricularse en la universidad en una carrera para la que no tiene base, ni matemática ni física, medianamente aceptable, el sacrificio personal para superar el hándicap también brilla por su ausencia. "Ay, profesor, es que no entiendo nada de lo que cuenta, es que no tengo base". ¿Has estudiado, has consultado algún libro o has venido a las tutorías a que te eche una mano? "No, es que me da vergüenza, no sé qué preguntar porque no entiendo nada, es que me lo explicaron muy mal el año pasado". Tonterías sin sentido, lo que te pasa es que te escabulles de tu responsabilidad. Cuando yo terminé mi bachillerato e iba a ingresar en la universidad me compré un libro de cálculo diferencial e integral y me hice más de 2000 derivadas e integrales aquel verano. Nunca tuve problemas fuera de los habituales para seguir una asignatura en la facultad. Vale, yo era un rarito y un friki, pero sabía lo que quería y me esforzaba por alcanzarlo cuanto antes, tenía ambición. Si quieres, puedes; es así de claro. Lo que tú aprendas por tu cuenta es mérito tuyo y constituye una ventaja a la hora de afrontar tus anhelos personales. No descargues el peso de tu labor en otros si lo puedes solucionar por ti mismo.


Permitidme que os cuente una cosa. Recuerdo un año que hice una encuesta a mis estudiantes de ingeniería. Entre otras cosas, les preguntaba cuántas horas estudiaban en casa al regrear de la facultad. No salía más de una hora en promedio. ¿Os lo podéis creer? Yo estudiaba 6 horas todos los días, de 4 a 8 de la tarde y de 10 a 12 de la noche; los fines de semana no eran excepciones. "Ay, profe, es que ahora tenemos muchas clases y no hay tiempo". Vale, pues estudia 3 horas diarias. "Jo, profe, que hay otras cosas que hacer, no sólo estudiar". Perfecto, duerme menos.

Hace muchos años que mis estudiantes no sacan un sobresaliente en mi asignatura y no es porque yo sea un profesor duro, todo lo contrario. Los exámenes que hoy en día se ponen en el primer curso de universidad son pruebas que en mi época se realizaban cuando estabas en bachillerato (así, como suena, dejémonos de tonterías y afrontemos la realidad) y así y todo la gente se ve incapaz de resolver las cuestiones y problemas básicos y elementales. El primer curso de universidad se ha convertido en el tercer curso de bachillerato. La generación mejor preparada de la historia no sabe las leyes de Newton. Ya no te encuentras estudiantes brillantes todos los años, como sucedía en mi generación, de hecho casi no encuentras a ninguno. Hay una uniformidad absoluta, nadie destaca (salvo muy escasísimas excepciones), nadie pone en aprietos al profesor con sus preguntas ingeniosas o plenas de comprensión de la materia explicada, nadie intenta ir más allá de donde yo les dejo, del mundo que les muestro en clase, ese mundo fantástico que está ahí afuera, al lado de ellos y que parecen ignorar con absoluta pasividad.

Las aulas se han quedado mudas, salvo por la infame voz del profesor, que debería ser la menos escuchada. Nadie pregunta nada, todos parecen entender lo que les cuento, no se les ocurre ninguna excepción, ningún caso particular o general, ninguna situación real donde se aplique la ley o concepto que les acabas de descubrir. Todo es silencio, aceptación pasiva. Lo que importa es la belleza y pulcritud de los apuntes, unas notas que nunca más se vuelven a mirar con los ojos del espíritu crítico, escéptico, que no se completan con la sabiduría y experiencia del material bibliográfico recomendado y mucho menos con esa herramienta todopoderosa que es internet, con todos los extraordinarios medios que tienen a su alcance. ¡Cuánto los hubiese disfrutado yo en mis años jóvenes!


Y luego llegan los exámenes, una vez más, una y otra vez, como si fuera el colegio infantil. Uno, dos, tres exámenes, y en cada uno de ellos entra una materia que sonrojaría a cualquiera con dos dedos de frente. Hoy haremos un test sobre los dos primeros temas, estudiad que es muy importante sacar buena nota. Y ¡zas! Otra vez la misma desilusión. Les preguntas cosas que has repetido una y mil veces en clase y ni aun así. Les repites convocatoria tras convocatoria (hasta tres veces consecutivas lo he hecho) el mismo examen, sin cambiar una coma o un punto y siguen sin saber hacerlo. Tampoco saben empollarlo de memoria, aunque solo sea por aprobar, ¡joder! Hay que ser torpe y necio. He llegado a ver estudiantes matriculados durante 10 cursos consecutivos de la misma asignatura. Y pienso: qué padres tan generosos y comprensivos, que son capaces de entender que su niño o niña emplee toda una década de su vida para aprobar una asignatura básica de primer curso, aunque nunca se haya presentado a los exámenes. Eso sí, a mi niño o niña que no le falten un ordenador, un iPad, un iPod y un smartphone con los que puedan enviar SMS en clase, mientras el profesor se cabrea porque hacen ruidito las teclas. Si mi niño o niña suspende es que el profesor es un incompetente y no le sabe motivar. Con lo que vale mi niño/a y lo que estudia, que está todo el día en la facultad y cuando llega a casa no sale de su cuarto. Claro que tampoco entra desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la noche...

Ah, y que no se te ocurra, a pesar de todo, exigir como profesor lo que en conciencia crees que deberías porque si suspende un porcentaje poco razonable (para ellos, claro, los supertacañones que están sentados en la poltrona y no saben lo que es dar una puñetera clase o, peor aún, piensan que deben decirte cómo darla) entonces se desata la ira de las clases dirigentes, te llaman a su pulcro despacho y te sugieren amablemente que pongas el nivel, el listón un poquito más abajo del suelo. Es que los chavales se deprimen si suspenden y se crean traumas que no les dejan disfrutar de la discoteca el próximo fin de semana, se dedican entonces a llamar por su smartphone a los amigos para contarles sus penas y la factura sube que no veas.

No os creáis que con la gente mayor pasa algo muy diferente. En los últimos tres cursos he impartido también docencia en el máster de formación de profesorado de secundaria, bachillerato y formación profesional. Es decir, les he dado clase a los personajes que algún día pretenden ser los profesores de mi hija, que cumple hoy 13 años. Y os tengo que decir que el panorama no es muy diferente. Les encargas un trabajo a personas ya licenciadas, con un título superior y, se supone, con una vocación docente a prueba de bombas. Pues no, se quejan, intentan escaquearse y esforzarse lo menos posible, se retrasan en la entrega con excusas miserables y faltas de creatividad (coño, dime que tienes cáncer terminal, pero no que no pudiste porque no tuviste tiempo o ganas). Les he dicho en más de una ocasión: yo no quiero que le deis clase a mi hija en el instituto. Asqueado, abandoné. A los niños de 18 años se lo consiento, a los que ya han cumplido los 25 no.

Soy de la opinión, y nunca cambiaré, que la enseñanza y el aprendizaje deben mantener un cierto equilibrio, pero no se pueden comparar. Más aún, no se puede dejar todo el proceso bajo la responsabilidad del profesor. Si acaso, ésta debe ser mayor cuanto más bajo sea el nivel educativo, pero debe ir disminuyendo considerablemente a medida que llegamos a los niveles más altos, como el universitario. Así, a mi criterio personal (repito, personal) la responsabilidad en el rendimiento de un alumno universitario por parte del profesor no va más allá de un 10 %; el otro 90 % recae en el estudiante. Tal y como yo lo veo, la figura del profesor universitario debe ser la de un motivador, un incitador al descubrimiento personal del estudiante, un orientador que con su experiencia personal y profesional ayude y contribuya a adquirir conocimiento, a adoptar una serie de actitudes por parte del estudiante: buscar información, seleccionarla, elaborar un trabajo de investigación autónomo o en grupo, saber dirigir el pensamiento y la razón por caminos no transitados, originales.

La clase magistral debe morir, no tiene sentido en la universidad. Cierto es que cuando se la quitas a los estudiantes, éstos son los primeros que se sienten incómodos (muchos profesores también, oh miserables ellos) y piensan que si no tienen unos apuntes limpios y ordenados, no se les está enseñando nada útil. Ellos son los primeros en levantar la voz y protestar si se les quiere dar una enseñanza de calidad porque, no nos engañemos, han adoptado la posición cómoda, la que menos esfuerzo requiere. Poco importa luego caer en una contradicción flagrante y es que para qué quieres unos apuntes bonitos y completos si no miras para ellos. Les das un sermón con consejos útiles para estudiar y comprender la materia y te miran aburridos a ti y al reloj, con rostro de condescendencia, como diciéndote: anda, pesado, termina de una vez que quiero salir de aquí pitando. Y entonces descubres que cuando les estás diciendo lo más importante de todo, lo que no está en los libros, lo que te ha enseñado la vida, que es la que enseña de verdad, ellos están mirando por la ventana cómo pasa el motero de turno haciendo zumbar los tímpanos. Y eso mola...

Dejemos de culpar a los profesores de lo que solamente los estudiantes son responsables. ¿Acaso van a ser todos los profesores mediocres? ¿Por qué todos obtenemos unos resultados similares? De acuerdo que entre todos podemos resolver este problema y mejorar, pero mientras los estudiantes no se conciencien de que aquello que vienen a hacer en la universidad es una elección suya completamente libre y personal y que allí están para formarse en lo que un día constituirá su trabajo, con el que deberán sacar adelante a una familia y responsabilizarse de unos resultados para con la sociedad, no habrá nada que hacer. Tendremos licenciados, tendremos ingenieros, pero su título sólo servirá para colgar de la pared.


Vivimos en una época difícil en la que además impera, no alcanzo a entender muy bien las razones, una correción política deplorable que confunde churras con merinas. Abundan un buenismo y unas ansias, por no decir ninguna clase de inconveniencia, de frase provocadora, que llega a rayar en lo estúpido. Todo ha de sonar bien y no hay que incomodar a nadie, que nadie se sienta incómodo por espetarle la verdad en la cara. Pues no, señores, no ha de ser así, la universidad la pagamos todos con nuestros impuestos y a mí, personalmente, incluso como asalariado en la misma, me interesa que el centro docente e investigador más importante de nuestro país funcione de la mejor manera posible, de forma excelente a poder ser. No me parece bien que las aulas universitarias estén llenas de gente (estudiantes y profesores) que no merece estar en ellas, personas que día tras día me dan motivos para pensar que algo está fallando, funcionando muy mal en esta sociedad falsa, cínica e hipócrita, que no se atreve a admitir lo que es una evidencia a gritos: la universidad debe ser para el que se la gane, para el que muestre un interés verdadero por aprender y enseñar a los demás, con su esfuerzo personal, y no para el que crea que eso es tarea de otros y piense que su responsabilidad termina en cuanto finaliza los trámites de matrícula. Igualdad de oportunidades para todos, sí, por supuesto, pero cuando ya te han dado más de una y no la has sabido o querido aprovechar, mejor quedarte en el banquillo y dejar paso a otros que se lo ganen. Me pregunto por qué no nos rasgamos las vestiduras cuando segregamos sin ningún pudor a los mejores deportistas y les proporcionamos centros de alto rendimiento que cuestan un dineral y, en cambio, insistimos en reunir toda clase de cerebros, mediocres y brillantes, en el mismo recinto, que no cuesta menos, precisamente. ¿Por qué razón nos empeñamos en poner el listón al nivel del menos cualificado, del menos dotado intelectualmente? ¿Acaso la inteligencia y la creatividad no merecen una medalla olímpica o una copa del mundo? ¿No basta ya de hipocresía y contradicción? ¿O acaso se trata de algo peor aún? ¿No será que tenemos miedo? Bah, no me hagan mucho caso, todo lo anterior no está ni pensado ni meditado debidamente y más bien es fruto de la cantidad de estupefacientes con la que me atiborro a diario... ¡Salud!


25 comentarios:

  1. Recuerdo que publicaste un artículo muy parecido a éste en tu antiguo blog, hará cosa de dos años, y lo recuerdo porque en aquel entonces yo entraba en el que sería mi primer año universitario. Al leerlo, pensé que probablemente era el resultado de un enojamiento momentáneo. Hoy, he vuelto a leer este artículo que tanto me recuerda a aquel (desconozco si será el mismo recuperado ante la sensación de que debías decir ésto de nuevo), en mi tercer año universitario, y he de decir que coincido contigo, mucho más de lo que pensé que haría aquella primera vez que leí tu opinión.
    A pesar de ser estudiante, y de que probablemente yo también incurra en algunas de las observaciones que haces en algunas ocasiones, creo que gran parte de los alumnos no se molestan lo más mínimo por aprender, y es una auténtica lástima, pues lo tenemos muy fácil hoy en día, se premia la holgazanería tanto como el esfuerzo y el talento, y éso es un grave error.

    Un saludo, y gracias por tus aportaciones al conocimiento/entretenimiento.

    ResponderEliminar
  2. No sé qué pensar. He visto tus charlas de Naukas, te leo desde tu anterior blog y siempre me ha parecido que te esfuerzas mucho en tus clases. La bogosfera divulgadora te tiene un aprecio terrible, y el premio Naukas (o como se llame la torre de Tesla aquella) me parece merecidisimo.
    Pero te leo aquí y me parece una visión terriblemente deformada de la situación. Y tal y como lo escribes no ayuda, supongo. Sólo hablas de la actividad docente clásica con exámenes clásicos, excepto la breve mención al fin de las clases magistrales. Parece que la alternativa a ser un profesor aburrido es ser un profesor original, cuando hay una variedad de técnicas docentes abrumadora en la literatura para cambiar y mejorar las clases sin necesidad de sacarse un "Física en Ciencia ficción" de la chistera. Pero no sólo las lecciones, sino los objetivos del curso y lo alineados que están con el contenido y la evaluación.
    En toda tu diatriba echo en falta comentarios sobre la diversidad en alumnos. O puestos, sobre la necesidad de una facultad de física en cada capital de provincia (no sé cómo de grande es la facultad de Cantabria ni si realmente hay una en cada pueblo, es una manera de hablar). Parece que sólo hay un tipo de alumno, fiestero y vago, completamente desacoplado de su entorno, que no tiene más que decidir comportarse de manera diferente de un día para otro. No me parece tan sencillo ni tan "reducible".
    Mi opinión está completamente falta de experiencia en universidades públicas españolas así que bien puedo estar soltando sandeces.
    Un abrazo y espero que mejoren en los años que vienen,de verdad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que por desgracia muchos alumnos se ajustan a ese perfil. Y opino que en la universidad, como dice Sergio, un 90% (por decir un número) es responsabilidad suya si no se ponen las pilas.

      Es cierto que llegan sin interés, y que quizás ese desinterés debería de haberse atacado/cuestionado antes, pero ¿cuándo empiezan a ser responsables ellos de su estudio?

      Desde mi punto de vista el trabajo de docente más complejo es el de maestro, a un niño de seis años tienes que enseñarle a motivarse por el conocimiento, a no dejarse arrastrar solo por sus placeres momentáneos, a mantener la atención (porque es verdad que son curiosos pero también les cuesta mantener la atención y eso es una de las cosas que hay que trabajar), a... ¡son tantas cosas! Me veo incapaz de realizarlas como padre, ¡me sería imposible ser maestro!

      Pero en los IES ya tendrían que ser capaces de haber logrado esas capacidades, yo tengo que hacer las cosas motivadoras y lograr generar interés, pero ellos tienen que poner la atención, el esfuerzo... Vale que en los IES no llegará al 90% la culpa de los alumnos (y mucho menos en la parte obligatoria -ESO-) pero, sin ser capaz de otorgarle un % de responsabilidad a los alumnos si que digo que no es justo que tengamos que sentirnos culpables nosotros cuando son ellos los que por desgracia para ellos son incapaces de tener el más mínimo interés por lo que se les está explicando (obviamente estoy generalizando, hay alumnos increíbles y algunas veces hasta están juntos en las misma clase generando un ambiente de trabajo que hace que seas el profesor más feliz del mundo -independientemente del nivel que tengan tus alumnos y de las notas que finalmente saquen-).

      Un saludo

      Eliminar
  3. Hola, Sergio. Me he sentido muy culpable leyendo tu post. Creo que tienes mucha razón y yo era la típica estudiante de la que hablas, aunque yo nunca fui de beber, ni de discotecas, ni de ligoteos, ni de nada de todo eso. Pero sí fui poco aplicada, no destaqué en nada y nunca estudié ni seis ni tres horas diarias. Y me matriculé diez veces de una asignatura. Diez. ¿Entiendes que me sienta culpable? :-) Yo a ti te entiendo perfectamente y creo que me sentiría igual que tú si estuviera en tu lugar.

    Sólo quiero contarte brevemente mi caso particular. No es el de todos, pero quizá te sirva para ver que no todo lo que sale de la universidad sin destacar es un desperdicio. :-) (Yo no me considero un desperdicio).

    En mi caso, yo quería hacer animación por ordenador. Ni idea de lo que tenía que hacer, pero si había ordenadores, pues ale, a Informática, en Oviedo. No es que me disgustara lo que encontré (me gustó mucho la programación y espero aplicarla el 3D en un futuro no muy lejano), pero no era lo que yo quería. En mis tardes me dedicaba a cosas que me gustaban más, como dibujar, pintar, escribir o leer novelas, e hice cursos de Photoshop y de diseño web, inglés y alemán y hasta baile de salón, con el que adelgacé ocho kilos y me hizo sentir genial. Mi madre me pagó hasta el tercer año de carrera, luego ya me lo costeé yo, primero con un trabajo temporal y luego con becas de colaboración universitaria, de esas que te vas al departamento web, por ejemplo (en él estuve dos años) y aprendes mientras ganas dinero para pagarte la carrera. Esas becas no las coge la gente que aprueba año a año (no tienen tiempo) y era un modo de ganar experiencia para salir al mundo laboral preparado al acabar la carrera. En el departamento web aprendí muchas cosas de gráficos (que era hacia lo que yo quería dirigirme) y cuando por fin saqué la carrera mi título me permitió que un jefe novato y muy majo se acogiera a cierta ley para contratarme por 600€, y así, gracias a mi título (sin él no habría podido) pude empezar a trabajar de ilustradora en un juego de mesa. De ahí salté a Londres, a una productora donde me pagaron por hacer webs.y pequeñas animaciones, y de ahí salté a Castellón, donde por fin, gracias a Emilio Molina, conseguí un trabajo en animación para videojuegos. Mi soltura con el ordenador me permitió defenderme rápidamente con programas nuevos en todos mis trabajos. Por fin, con internet descubrí la forma de formarme en lo que yo quería, y entonces sí, ni un desprendimiento de retina pudo detenerme. Ahora soy animadora de 3D y trabajo en la próxima película de Lightbox Entertainment.

    No fui ninguna informática lumbrera, no estudiaba demasiado (aunque sólo se me resistió le asignatura de Cálculo, las demás salían en cuanto les dedicaba algo de tiempo), alguna vez culpé a algún profesor por la monotonía de sus clases (pese a que sabía que al final la que tenía que estudiar era yo) y hubo momentos en que mi propia indolencia me agobiaba y me hacía sentir mal conmigo misma. Pero bueno, aquí estoy, y mucho se lo debo a la Universidad, a haber aprendido lo que aprendí, a haberlo enfocado (durante y después) hacia donde yo quería y a haber perseverado hasta lograr mi objetivo.

    Tienes razón en todo, pero si yo, sin destacar ni estudiar a diario, no hubiese sacado esa carrera con todo lo que me costó (por mi propia pereza), hoy sería una persona con sólo el bachillerado, tal vez trabajando en un Mercadona y preguntándome cuándo me iban a echar, y sin expectativas más allá de trabajos poco cualificados. Hoy estoy especializada, tengo idiomas y puedo ir a trabajar en lo que me gusta a casi cualquier lugar del mundo.

    Espero que mi caso te dé esperanza, pese a ser yo un claro reflejo de lo que describes. Un saludo. :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ese Emilio Molina debe de ser un tío inteligente y tremendamente sexy, enhorabuena.

      Aparte de eso, sobre la entrada, mi experiencia es la de un tipo completamente vago que se metió en ingeniería informática porque "se le daban bien los ordenadores", descubrió sobre la marcha que lo último que quería hacer en la vida era programar (y dios, qué de asignaturas imbéciles sobre empresas y gestión y estadística y economía: ¡si me montara una empresa contrataría a un economista!), y la cosa no fue a mejor con ciertas asignaturas como física, cálculo o ampliación de matemáticas (diez no, pero cinco veces sí me matriculé por la maldita ecuación de calor que todavía no entiendo para dos dimensiones). Mi meta por aquél entonces era terminar la carrera por aquello de hacerme una foto de orla, sacar de media un 6'66 y dedicarme a hacer gráficos para videojuegos o música o algo (aprovechando que en segundo de carrera terminé a la vez los estudios de grado medio de música, que fue de lo poco productivo que pasó ese año junto con sacarme el carnet de conducir y tener novia por primera vez en mi vida).

      Hacia cuarto de carrera, ya sin novia (en tercero aprobé como 117 créditos para terminar el primer ciclo e irme a su ciudad a seguir el segundo, pero cuando ya tenía el tema resuelto me dejó en la cuneta), alguna tuerca encajó en su sitio y me di cuenta de que a esta gente le estaba pagando yo -en realidad, mis sufridos progenitores- por aprender, y algunos ni siquiera aparecían por clase (en chorradas de la carrera como "Ingeniería del Software" o "Inteligencia Artificial"), y hablo del profesor, no de los alumnos. De hecho, alguno no apareció ni en la convocatoria del examen (y sigo hablando del profesor). Como decía, en cuarto decidí que por lo menos, ya que las asignaturas empezaban a tener una pinta más interesante, no estaría mal intentar enterarse de algo (Procesadores del Lenguaje, Arquitectura de Computadores y otras cosas chulas que desde Algorítmica en primero o Teoría de Autómatas y Lenguajes Formales en tercero no veía). Alguna se me atragantó (llegué a liar una bastante parda porque consideraba que la estructura de una asignatura tal y como estaba nos -o al menos, me- limitaba terriblemente la capacidad de aprendizaje, aunque es otra historia que algún día te contaré al amor de una lumbre y una copa de coñac rellena de fanta de naranja, que no bebo), pero cuando me quise dar cuenta le había empezado a pillar el gustito a algunas cosas.

      Al final la lié y terminé la carrera (a falta del proyecto final y la asignatura que se me atragantó) en seis años y con un 6'96 o por ahí. A la mierda el plan. Ya puestos, dado que me iba a costar 7 años sacarme una carrera de 5, pensé que ya puestos me podía apuntar en Comunicación Audiovisual, hacer un curso puente para acceder directamente a segundo ciclo, y sacarme dos carreras de 5 años cada una en 8 años, lo cual a nivel de marketing queda mucho mejor.

      Eliminar
    2. Esta segunda carrera, después del infierno de la ingeniería, se saldó con varias asignaturas aprobadas leyendo los apuntes una hora antes del examen. De la carrera anterior había aprendido que no es que fuera vago, es que lo mío era la optimización de recursos. Después de esta segunda carrera me metí en el mundo de la programación de videojuegos (irónicamente por las prácticas de empresa de Comunicación Audiovisual; en las de Informática estuve en un banco y una azulejera, muy majos pero ninguna de ellas motivadora), y de ahí a conocer a informáticas animadoras hipermajas, muy inteligentes e increíblemente sexys que andaban dando tumbos por media Europa. Poco después, a montar con unos colegas nuestra propia empresa de desarrollo (sin contratar a ningún gestor: no hagáis eso en vuestras casas, niños; en eso tenía razón) y, un tiempo después, siguiendo con el gusanillo de la ciencia, a intentar de verdad entender todo lo que en la carrera e incluso en el instituto desperdicié por no enterarme de nada o porque me había quedado con ganas de más (cálculo, matemáticas, física, estadística, pero también química, biología...). Por ahí di con Naukas y con otros blogs como éste, que me enseñaron que no es que fuera vago ni que lo mío fuera la optimización: es que soy entrópicamente responsable, no como esos que van por ahí acercando el final del Universo porque sí.

      Ahora alguna de esas animadoras quiere regalarme una matrícula en la UNED para estudiar Física (que querría hacer única y exclusivamente para ver si de una maldita vez entiendo todas esas palabras raras que sospecho que se inventa Francis en su blog).

      En resumen: yo es que me dejo el Ministerio del Tiempo para los fines de semana y ahora no hay casi nadie en Twitter con quien procrastinar, que tengo mil cosas que hacer.

      Ale.

      P.D.: Odio la maldita limitación de 4096 caracteres. La de 140, ni te cuento. Soy verboso porque el mundo me ha hecho así.

      Eliminar
  4. Excelente entrada. Mi experiencia, sin embargo, es algo diferente. Aunque sin cobrar, imparto prácticas clínicas a los alumnos de la facultad de Medicina de mi hospital. Todos ellos han tenido notas brillantes en el Bachillerato y en las pruebas de acceso. No hay otra manera de entrar. La mayoría tienen claro por qué han elegido Medicina. La mayoría, sin embargo, están desmotivadísimos. Y la verdad, los comprendo. Me licencié en 1992 y mi experiencia durante los 6 años de facultad fue más bien mala. Profesores distantes, materias inabarcables, métodos basados en la pura memoria... 23 años después poco hemos avanzado. El plan Bolonia ha hecho que se dé la misma materia en la mitad de tiempo. Parece que la calidad de la enseñanza se basa en la cantidad de materia y el número de suspensos. Sé de profesores que cambiaron la manera de calificar porque había demasiados aprobados. En la época del pubmed se sigue dando la clase como en el siglo XIX: se pasa la materia del libro a la pizarra (o diapositivas) y el alumno copia. ¿Cómo es posible que en el primer curso haya asignaturas con más de un 50 % de suspensos en una carrera con los alumnos seleccionadísimos? ¿Cómo es posible que haya profesores que para establecer el nivel de aprobado utilicen la campana de Gauss? Sería como tratar de establecer la altura de la población general tomando una muestra de la ACB.

    La consecuencia: a los estudiante se les anula la capacidad de pensar. Les resulta más rentable memorizarlo todo para pasar el examen y borrón y cuenta nueva. Los alumnos de los últimos cursos no tienen claro cuál es el método clínico (del científico ya ni hablamos), dudan de lo que es un síndrome..., pero es que no se lo explican, o lo hacen en medio de un montón de materia inútil o poco útil.

    ¿De qué le sirve a un médico conocer la estructura molecular de los receptores del sodio, en qué cromosoma se encuentra el gen cuya mutación produce una enfermedad (como si el cromosoma no fuese enorme) o los fundamentos de la inmunofluorescencia?

    Eso por no hablar de las prácticas, que dependen de la buena voluntad de los que no somos ni asociados. Muchas veces los alumnos tienen la sensación de formar parte del mobiliario.

    Los odontólogos cuando terminan saben abordar un paciente, los médicos no. Han estudiado una licenciatura (ahora máster) absolutamente ineficiente. ¿Alguien ha pensado que los estudiantes de hoy son los médicos que nos atenderán en el futuro?

    Saludos

    ResponderEliminar
  5. Se me ocurre una reflexión, aunque tal vez tú ya lo has pensado, sobre todo teniendo una hija de 13 años. Tiene que ver con lo que comentas sobre la motivación, a ello me gustaría añadir el contexto. Cuando tú te licenciaste en los 90, sabías que que con esfuerzo por tu parte, siendo de los mejores, podrías aspirar a un buen trabajo, y así fue: eres profesor de universidad desde entonces. Cuando yo me licencié en los 2000, sabía que si me esforzaba y estaba entre los mejores, podría aspirar a marcharme al extranjero para acumular experiencia y con un poco de suerte volver al cabo de los años, como así fue.
    A los chicos que tenemos en clase hoy en día les llevan diciendo desde hace cinco años que da igual lo que hagan, porque tengan la carrera que tengan, los masters que tengan, lo que sea, va a dar exactamente igual: el 50% de los que se quedan en España estan en el paro. Añádele que ya vienen de un baile de reformas educativas que han servido para tener a los estudiantes más igualados por abajo de la historia y tienes el pack completo.
    Por eso, aunque de vez en cuando se me llevan los demonios con algunas cosas (como el otro día cuando una estudiante de 2º de medicina me escribió un mail para preguntarme cómo se expulsa el moco porque no le había dado tiempo a apuntarlo en clase), intento pensar que una parte de mi sueldo miserable me la gano intentando rescatar lo que pueda de estos chavales y tiro adelante. Alguno habrá que se salve, ¿no?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para expulsar el moco, síganse los siguientes pasos:

      1. Tápese el orificio nasal contrario.
      2. Apúntese a un lado.
      3. Sóplese fuerte.
      4. Grítese un sonoro: ¡cagüen sós!

      :p

      Eliminar
    2. Mi respuesta tras 10 minutos de descojono y de valorar si le metía un sermón sobre cómo era posible que todolo tuviesen que apuntar y no fuesen capaces de pensar ni una gilipollez de ese tamaño: "Seguro que si vuelves a pensarlo lo averiguas tú sola. Aunque quizá te sería más fácil encontrar la respuesta si estuvieses resfriada."
      Decirle que era burra creo que no la habría motivado demasiado a la pobre.

      Eliminar
  6. Muy buen desarrollo, de acuerdo en todo. No sé como estarán ahora las cosas, pero en mis tiempos (hace 15 años) había otro factor: la nota de corte de selectividad. Para acceder a físicas en la Complutense de Madrid sólo se necesitaba un 5.4 (5 años después se bajó a 5) por lo que entraba gente que no había podido matricularse en la ingeniería de turno, con la consiguiente falta de motivación, además de la falta de motivación de los profesores que veían que a nadie le importaba aprender y se dedicaban a cargarse a todo el mundo para hacer limpieza sin molestarse en enseñar a pensar. Sí te interesaba algo, ibas buscando trabajos de apoyo en los departamentos, si no te ibas a beber tercios a la cafetería...

    En mi caso tuve que aguantar muchas veces la cantinela de mis compañeros "¿con un 7,5 en selectividad y te metiste a físicas? ¡Eres un friki!"...

    En serio, me ha encantado el post. ¡Hace falta mucha más gente como tu en la universidad!

    ResponderEliminar
  7. Estoy de acuerdo en gran parte de lo que dices aunque lo mire desde el punto de vista opuesto, pues terminé mis estudios hace algo menos de un año.
    Sin embargo, tampoco creo que el sistema educativo (ejem ejem profesores) no tenga culpa de nada. Yo terminé antes del maravilloso (sarcasmo) plan Bolonia así que no sé mucho de cómo está el tema ahora pero cuando yo estudiaba, el examen era lo único.
    Que supieras del tema o no daba igual, totalmente igual.

    -Esque en esta pregunta otros me han explicado esto también.
    -Pero no has preguntado eso. Yo te he puesto lo que has preguntado.
    -Ya, pero... esque no lo pones como en el libro... [introduzca más excusas aquí]

    Cosas así he visto mil veces. Fomentar que la gente copie todo el libro en lugar de que demuestre que sabe de lo que le hablas es más que habitual (mucha gente que ha terminado conmigo no sabe de nada, sin ir más lejos).
    Siendo así, ¿qué merece más la pena? ¿Disfrutar aprendiendo y participando y que te jodan la nota por chorradas o pasar totalmente desapercibido y aprender cómo quiere el profesor que le responda para que me ponga buena nota? (no olvidemos de qué va todo esto, el que tiene nota pilla becas, etc.)

    Yo en clase corrijo a los profesores, hago preguntas que empiezan por: "Y sí..." y respondo a las preguntas. No me gusta responder, respondo para que la clase siga porque todos callan (y el profesor también). Te sientes incómodo. Responder tampoco ayuda realmente porque te miran mal todos, profesor incluido.

    Eso es lo que hay en clase. Pasotas, por ambas partes. Los alumnos tienen culpa, pero dejar a una sola persona que quiera aprender sin la posibilidad de hacerlo, aunque ninguna más quiera, es un fracaso.

    Hace un tiempo escribí una entrada en mi blog ligeramente al hilo de esto, te invito a leerla y a compartir tu opinión conmigo, como te encuentras "al otro lado" puede que sea enriquecedor para los dos.

    https://pfctelepathy.wordpress.com/2014/12/28/dia-de-los-santos-inocentes/

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Vamos al lío. Antes que nada decir que yo tampoco me sumo a la moda de lo "políticamente correcto", así que lo que escriba es probable que no guste a algunos.

    Yo soy profesor, pero no en España. En España estudié la licenciatura, que terminé en 2005. También el máster y el doctorado, que terminé en 2010. En mi caso no recuerdo que hubiera desmotivación, o que los alumnos fuéramos unos ceporros, aunque los profesores nos lo repetían sin cesar. Por supuesto, había estudiantes mejores y peores, pero en general no creo que fuera malo el nivel. Después de terminar el doctorado muchos nos expandimos por el mundo y muchos terminamos investigando en centros de primer nivel. Curiosamente, no hay una correlación clara entre el que era buen estudiante y el que ha terminado haciendo buena ciencia. También es cierto que muchos hacemos mejor ciencia que hacen los profesores que en su época nos trataban de inútiles, así que tan tontos no éramos.

    Como ya he dicho no puedo opinar sobre el nivel de los estudiantes universitarios hoy en día, pero me cuesta creer que la cosa haya cambiado mucho en sólo 10 años (a lo mejor me equivoco). De lo que sí puedo opinar es de los métodos de la universidad hace diez años, con sus clases magistrales, sus exámenes imposibles y sus temarios desfasados. Realmente, cuando estudiaba estaba muy enfadado con el sistema. Ahora que soy profesor estoy aún más enfadado.

    Os enumero sosas sin sentido de la universidad española que no ocurren en otras universidades:

    - Clases magistrales interminables. Está más que demostrado que la atención de los alumnos cae en picado después de 20 minutos. Si además las clases se dan con PowerPoint o similar desde el minuto cero los alumnos tienen la misma actividad cerebral que cuando ven la tele. ¿Por qué se sigue enseñando así si está demostrado que no es un buen método? Yo tengo 5 horas de clase a la semana, de las cuales sólo 2 son magistrales, con un alto a la mitad para que el alumnado resuelva un problema y así recupere la atención. El resto son problemas que resuelven los alumnos con la supervisión del profesor.

    - Evaluación basada en exámenes. Otra idiotez. Está más que demostrado que los exámenes no correlacionan con el aprendizaje del alumno, sobre todo con el aprendizaje a largo plazo. Sobre eso me explayé en mi blog así que lo podéis leer allí. Por una evaluación universitaria sin exámenes.

    - La típica crítica del profesor diciendo: "Es que os preocupáis sólo de aprobar, no de aprender". Esto es en sí una declaración de incompetencia. La evaluación debe estar diseñada para que el alumno que aprenda apruebe y el que no aprenda no, además de fomentar el aprendizaje en sí (a esto se le llama en inglés "assignment alignment"). Si los alumnos tienen que elegir, como yo tuve que elegir, entre aprobar y aprender es porque el sistema de evaluación es una porquería.

    Espero volver a España en un tiempo razonable, y a lo mejor termino quejándome de los alumnos yo también, pero dudo mucho que deje de quejarme del sistema universitario a no ser que cambie mucho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay un punto importante, que entronca con mi historieta de antes: si yo me matriculo en el futuro en Física (también por "culpa" de gente como tú), me va a sudar mucho lo bien que lo haga el día que tenga que rellenar preguntas que igual en ese momento sé o no, o sé pero no recuerdo, o lo que sea. Me va a dar muy igual un papel que diga que he cursado tal o cual cosa, es tan papel mojado como el premio Nobel de un negacionista del VIH. Lo que voy a querer es aprender porque quiero saber más, y dejar las burocracias a un lado, igual que lo voy haciendo desestructuradamente picoteando aquí y allá en todo lo que me dejé "a medias" durante la carrera o nunca tuve oportunidad de saber.

      Claro, que comenzar con "Sea R el conjunto de..." Zzzz... puede ser duro.

      El largo debate sobre aprender != aprobar.

      Eliminar
  9. No puedo estar de acuerdo con el artículo, por muchas cosas, pero como se trata de opiniones y visiones personales intentaré exponer la mía.

    Estoy mucho más de acuerdo con Daniel Manzano. No puede haber cambiado tanto la cosa. Yo empecé a estudiar Física cuando Sergio empezó a dar clases, nunca fui un estudiante brillante, bueno la verdad es que he brillado poco en esta vida, pero tengo el orgullo de no haber estudiado ningún verano (algo que no era fácil).

    En la carrera me gustaría decir que me encontré profesores de todo tipo, pero no fue así, lo normal es que fuesen malos, pero malos (y sí, lo reconozco hubo alguna excepción). Tengo que estar en que esto no es determinante para tu éxito, como dice Sergio, pero desde luego ayudar no ayuda.

    Creo que el problema es la visión del "técnico de mantenimiento", cómo técnico de mantenimiento (que también lo fui durante mucho tiempo) ves lo peor de cada cosa sin reparar en el conjunto global. Y puede ser que estadísticamente lo alumnos parezcan, o incluso estén desmotivados, pero no más que en otras épocas. Cuando yo estudiaba pasaba igual, había gente que pasaba de todo, yo mismo muchas veces, y otra gente que peleaba para sacar un aprobado raspado, yo mismo otras tantas. Y como a lo largo de la historia habían algunos que simplemente despuntaban sacándose "dieces" como si nada (lo suyo les costaría, seguro). Hay que promover el esfuerzo, evidentemente. Ahora como antes hay gente que tarda 10 años en acabar una carrera, allá ellos, yo de momento sigo y seguiré apoyando la "Universidad para todos".

    Casualmente también soy profesor universitario en los primeros años de carrera. Desde luego a nosotros no es que nos lo pusiesen más difícil, si no que simplemente había una barrera mucho más marcada entre profesor y alumno, y ahora es más fácil (creo yo, aunque no estoy seguro) los "listillos" que se quieren aprovechar de cualquier cosa. También da la casualidad, que a mi "vejez" estoy estudiando el doctorado, y tengo relación con algunos doctorandos que me he encontrado con quizá 15 años menos que yo, y francamente hay gente brillantísima ¿Pueden estos salir del escenario post-apocalíptico que ha dibujado Sergio? Me cuesta mucho creer que sí.

    Creo que estamos igual que siempre, solo que ahora quizá hay más gente, más diversidad, y la inercia de la Universidad ha sido mucha. Bienvenido sea lo primero, y habrá que trabajar en lo segundo.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  10. Me he sentido bastante identificado con tu historia.

    Mi paso por el instituto también supuso un encontronazo con las ciencias duras, aunque a la inversa que tú, mis problemas eran con las mates y no con la física.

    Lo que más me gustaba, y me gusta, de la física y las matemáticas es que trasladan todo el protagonismo al propio estudiante. Cuando rehaces desde cero unos cálculos de Newton, es casi casi como si fueras él. Sucede más fuertemente en estas disciplinas que en otras, pero desde luego, cualquier estudiante que se sienta menos responsable que su profesor en lo que se refiere a sus estudios es, simple y llanamente, un imbécil.

    Es cierto que hay profes malos, incluso malísimos, pero por lo general son excepciones. Ahora bien, un estudiante irresponsable SIEMPRE es malo.

    En cuanto a mis años universitarios, permite que te describa lo juerguistas que fueron:

    La facultad de física más cercana a mi casa estaba a 1:45 h en transporte público, de modo que cada día invertía tres horas y media en desplazamiento.

    Para más inri, con 20 años recién cumplidos me voy de casa con mi chica de entonces. Entre los dos nos mantenemos dando clases particulares; por supuesto, la carrera la pago yo. Un día en mi vida consistía en levantarse a las 5:30 am para estar en Madrid a las 9:00. Clases toda la mañana y vuelta a Guadalajara para dar clases de 17 a 21.

    Tuve profesores de todo tipo; desde auténticos fuera de serie con los que todavía mantengo contacto, hasta impresentables de alto nivel (incluso muy alto, me avergüenza decir que la única vez que he estado a punto de darme de hostias con alguien... fue con un profesor, pero esa es otra historia que preferiría no contar en público :-X ).

    A pesar de lo difícil de mi situación, jamás vi a los profesores como a un enemigo, todo lo contrario. Por cada pecador había diez justos. Los alumnos rarísima vez llevaban razón al criticarlos, y curiosamente, las cosas que realmente eran criticables, rara vez eran criticadas por los estudiantes, cuando no aplaudidas.

    Conocí, eso sí, montones de estudiantes absolutamente impresentables (y una decena larga de estudiantes brillantes). Capaces de protestar porque el grupo de amigos había obtenido distintas notas en un examen copiado entre todos, capaces de hacer mal un ejercicio de 4 puntos que estaba resuelto en el libro que permitían llevar al examen, capaces de llevar a su padre a una revisión, capaces de hacer una presentación de fin de curso copiando el texto íntegro (en un PowerPoint) de un libro escrito por el propio profesor de la asignatura, incapaces de entender que 4,5 es menor que 5, ... y podría seguir.

    Prueba de ello es que un desgraciado como yo, sin apenas tiempo ni energías para estudiar, les "robaba" las matrículas de honor de cuando en cuando.

    Botellones, fiestas universitarias y demás "lujos"... cero. No tuve tiempo.

    Y a los que sigan pensando que la universidad es o debería ser una prolongación del jardín de infancia... en fin, que les den.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Venga, va, ya que estoy de huelga y estamos de confesiones os cuento mi historia.
      Yo vivía a una hora de autobus de la facultad (20 minutos en coche que nunca tuve porque mis santos progenitores se negaron siempre a dejarme uno que tenían para los domingos), así que sólo 2 horas al día de camino. Trabajé desde tercero hasta quinto cada fin de semana y en vacaciones en una imprenta de periodicos (más concretamente, imprimíamos El País, el As, el De Verdad (del PC) y el Pueblo (de la iglesia). Lo pasaba de coña trabajando de 12 de la noche a 7 de la mañana acarreando fardos y moviendo palés (mido poco más de metro y medio), siempre tenía las uñas llenas de tinta y cortes e incluso cogí piojos gracias a las enormes condiciones higiénicas de las que disfrutábamos. Por no decir que tenía los ritmos circadianos hechos un cristo y que andaba siempre cabreadísima por el mundo. Ah, también estuve dando clases partículares por las tardes a un par de niños con problemas psicológicos claros.
      Agunos de los profesores que tuve me parecieron penosos. El de zoología venía borracho a clase, el de biología celular era un catedrático con manía persecutoria, el de geología poco menos que un acosador sexual. Otros eran geniales, como el de Neurobiología, que luego fue mi director de tesis y que me ha "repescado" tras 6 años dando tumbos de lab en lab.
      Yo aprobé todas las asignaturas a la primera independientemente de que el profe fuese una nulidad, y fui premio extraordinario de licenciatura. Pero entiendo que hay gente que no tiene la facilidad que yo tengo para los estudios. Si tengo que elegir, prefiero ser como mi director de tesis, que siempre es respetuoso, siempre intenta motivar a los estudiantes, y siempre cree que al menos habrá alguno que merezca la pena. Porque con esos profes se puede salvar incluso a quien va un poco perdido. Con profesores desmotivados que van a clase sólo porque no pueden evitarlo, no se salva nadie.
      Y coño, que todos los que estamos aquí, comentando, interesados por la ciencia, por aprender, por hacer las cosas bien, hemos sido estudiantes en el pasado. ¿Será posible que a día de hoy no haya nadie como nosotros?¿Ha llegado ya la prostituta de Babilonia?
      (Dicho esto, coincido en que es una puta mierda que el mediocre sea siempre el que prolifere como las setas)

      Eliminar
    2. "capaces de hacer una presentación de fin de curso copiando el texto íntegro (en un PowerPoint) de un libro escrito por el propio profesor de la asignatura".

      En serio, prohibid los PowerPoints ya. Hace una década, cuando unos integristas islamistas hicieron uno para contarle al mundo por qué iban a inmolarse (con efectos de vídeo de comunión para transiciones y todo) quedó bastante patente que se ha abusado de ellos. Hoy en día podéis motivar a que usen, no sé, Tweets, para dar las ideas clave (y no más de N).

      Por otro lado, yo también he tenido a profesores dando sus clases leyéndonos un libro desde el Powerpoint, además señalando las frases que iba leyendo... (que en fin, uno leer ya sabía de casa, lo que yo tenía que aprender era Sistemas Operativos; menos mal que Tanenbaum y sus dinosaurios andaban por ahí).

      Profesores, decid NO a los Powerpoints. Al menos, a los que no tengan fotos de gatetes y una sola frase de 140 caracteres por diapositiva, y menos de, yo qué sé, 42 diapositivas en total.

      Eliminar
  11. Yo estoy acabando un grado en la UPM y la verdad es que no me he topado con lo que relatas en tu post.
    En primer curso de la universidad la mayoria entran (entramos) con la mentalidad de bachillerato hasta que se dan el batacazo, o simplemente van cambiando poco a poco a lo largo del curso, pero por lo que yo he observado la desmotivacion en los primeros cursos de universidad es porque enseñan ciencia básica que, dejando de lado si te sera util o no en el futuro, no es lo que uno va buscando al meterse en una ingenieria. A partir de 3º cuando ya se distingue la ingenieria de la fisica es cuando el interes sube y la gente tiene lo iba buscando desde el principio, participando y yendo a charlas y ponencias.
    Pero ni de lejos la situación que tu describes. Siempre esta el profesor de 70 y pico que da clases con hojillas transparentes y proyector de los antiguos en clases interminables y aburridas, (ejem, mecanica) pero tampoco se culpa al profesor del suspenso ni se le suplica que cambie su forma de evaluar. Es lo que hay, es lo que tienes.

    Por otro lado estoy muy de acuerdo con Carmen Agustín, la vision que tenemos es basicamente que no vamos a conseguir trabajo aqui y o esperas a que pase la tormenta haciendo el master o lo intentas en el extranjero.

    Y si la intención de tu post es reflejar, a parte de tu descontento, tu opinion de que, acorde con el titulo, la universidad no deberia estar financiada por el estado (que espero sinceramente q no sea asi) desde luego que seria lo peor que se podria hacer.

    ResponderEliminar
  12. Electrónica II y Ordenadores; también conocida como la gymkana. Primer obstáculo, un examen de prácticas en el que, para aprobar, tienes que hacerlo todo perfecto. (no deja de tener ironía, que en un examen de prácticas de electrónica digital, el profesor corrigiera en un "binario" modificado a su antojo -1 0 1). Segundo obstáculo, enfrentarse a un examen con un tiempo limitadísimo, aquí sí con corrección binaria 0 1, (ojo, si te equivocabas en un sólo 0 o en un sólo 1, el ejercicio ya era inválido). Tercer obstáculo: en la parte de conmutación, en la que había que hacer algún que otro cálculo más o menos sencillo, se nos prohibía usar calculadora, y no estoy hablando de la HP50g, se nos prohibía usar la casio básica que se deja hasta en bachillerato. Con los nervios típicos del día del examen esto hacía que tus posibilidades de aprobar fueran más bajas. Había un par de cosas curiosas más, pero prefiero pasar al siguiente tema.

    La calidad docente y de las prácticas. Mi mayor cabreo en este tema fue un enero, ya en plenos exámenes, los profesores de Mecánica de sólidos y teoría de estructuras nos convocan para la realización de prácticas. Nos presentamos a la hora y día acordados y, mientras vemos una máquina (hoy en día sigo sin saber que tipo de máquina) en la que se supone que deberíamos hacer un ensayo a torsión de una lata de refresco, el profesor nos va dictando los resultados de las mediciones que supuestamente tendríamos que estar haciendo nosotros, pero que por algún motivo se ha decidido que no hagamos. ¿Son esto prácticas? ¿Es esto culpa de los alumnos que sólo quieren salir de fiesta? Inciso: también he hecho prácticas alucinantes y de lo más interesante como la obtención de curvas de un motor diésel y otro gasolina así como prácticas de simulación de vuelo y de control de tráfico aéreo.

    Puedo seguir hablando de la calidad docente con, por ejemplo, la asignatura de Materiales Compuestos. En esta asignatura, además de tener que aprender por tu cuenta un programa como Esacomp, de uso generalizado en la industria y poco o nada intuitivo (esto no me importó demasiado, al fin y al cabo es un poco lo que se espera de nosotros) las instrucciones sobre los ejercicios a realizar con este programa variaban de una clase a otra y diferían de lo que ponían las instrucciones de las prácticas en el moodle.

    Tampoco me gustaría dejar de comentar los casos de Aviónica y Vehículos Espaciales y Misiles, dónde el temario dado en clase no se correspondía con los conocimientos pedidos en el examen.

    Perdón por el tocho, pero me gustaría que lo leyeses porque creo que la realidad que yo he vivido en la universidad poco tiene que ver con la que nos describes.

    PD: Me olvidaba de Manuel Prieto (QEPD) y su querida geometría proyectiva....esto si que daba para un libro.

    ResponderEliminar
  13. Ahora que he tenido tiempo, he leído tu post y también los comentarios, y debo decirte que sigo pensando igual como te dije por tuiter hace un par de días: “ Universidad….una oportunidad para todos. Gánatela.”
    Al hablar de oportunidad, es que estás dándosela a aquel que con sus conocimientos se gane un lugar, y luego, que con sus estudios, curiosidad, investigación personal, se gane cada semestre.
    Leyendo tu post te imaginé frente a un grupo de estudiantes hablándoles con entusiasmo…y al ver que cada uno está preocupado sólo de que pasen luego los minutos, poco a poco tu mirada se hizo opaca…el corazón se te apretó…el peso sobre los hombros se hizo insoportable…
    No me gustó ese panorama, porque resulta inentendible que alguien quiera entrar a estudiar una carrera y luego resulte que sólo vaya a calentar un asiento mientras sus padres se privan de muchas cosas y mal duermen pensando en cómo pagar…Ese egoísmo no lo entiendo porque hay gente que trabaja y estudia, logrando salir adelante con sacrificio pero que al final les deja un buen sabor de boca,¿verdad?
    También es verdad que no toda la gente es brillante, ni todos los brillantes se desempeñan bien en un trabajo…Hay muchos a los que les cuesta estudiar, pero con empeño lo logran. En la diversidad está el éxito de la Humanidad.Y pensando en esto…quizás no has pensado en los problemas personales que tienen esos alumnos que se muestran desinteresados, y si los conocieras, talvez te llevarías una sorpresa…
    Encontrándote la razón en muchas de las cosas que planteas, sólo te pediría que no seas tan drástico en tus apreciaciones, aunque sólo sea por salud mental y tranquilidad espiritual.

    ResponderEliminar
  14. (he visto que por algún motivo y por la restricción de 4096 me falta la primera parte del comentario, la cuelgo)

    Hola, me gustaría exponer un punto de vista desde el otro lado.

    Soy estudiante; sí, estudiante. Desde el 10 de septiembre de 2007 estoy persiguiendo mi sueño de ser ingeniero aeronáutico. Voy a acabar la carrera este curso (estoy trabajando en el PFC). Me va a llevar 8 años acabar una carrera de 5, y sí, parte de la culpa la tienen los profesores.

    No reconozco ninguna de las situaciones de las que hablas en el post. Todos los compañeros que he tenido a lo largo de los años son personas excepcionales, con unas notas en bachillerato alucinantes (el porcentaje de alumnos de primer curso con matrícula de honor es altísimo) y con muchas horas diarias de estudio. Como ejemplo, en la biblioteca de la escuela es prácticamente imposible encontrar sitio desde Octubre.

    ¿Me gusta divertirme? Por supuesto,¿y a quién no?. ¿Antepongo mi diversión a mis estudios? No, nunca, jamás. Ahora bien, sin la salida al cine de los viernes por la noche o la salida a Reina Victoria a tomar unas cañas de vez en cuando, me hubiese vuelto loco.

    Antes de empezar a decir por qué creo que mis profesores han tenido parte de culpa, quiero dejar claro que la otra parte es totalmente culpa mía. Después de un primer año razonable, tuve un segundo, un tercero y un cuarto casi para olvidar. ¿Los motivos? Principalmente desmotivación. Estudiaba y no aprobaba, pero lo peor es que no veía la forma de aprobar, con lo que poco a poco me fui hundiendo hasta un punto en el sólo entrar en la escuela me suponía un estado de nervios y malestar.

    Dicho lo anterior; sí, los profesores han tenido parte de culpa de mis suspensos.

    Escribo esto mientras tengo a mi lado los enunciados del examen de Mecánica II en el que aprobé la asignatura en 6ª convocatoria (septiembre 2012) (en la UPM no había (¿hay?) límite de convocatorias). Un problema de dinámica del punto (un abalorio insertado en una hélice que gira alrededor de una de las generatrices del cilindro que la contiene) y un problema de dinámica de sistemas (varias varillas apoyadas en un plano horizontal con diversas masas, muelles y diferentes rozamientos). Lo guardo porque estoy tremendamente orgulloso de este aprobado. De 300 presentados hubo 15 aprobados. Los otros 285 no estaban peor preparados que yo para aprobar el examen. Es más, yo mismo había estado mejor preparado para aprobarlo en la convocatoria de junio. (en septiembre tuve un examen el día anterior y llevaba dos noches de sueño más bien escaso) En la convocatoria de septiembre tuve suerte, suerte de ver que haciendo un cambio de coordenadas extrañas en mitad del desarrollo te cargabas unos cuantos términos de las ecuaciones. Creo firmemente que el aprobado de un examen no puede depender de que en mitad del mismo tengas una "idea feliz", pero así fue.

    ResponderEliminar
  15. Tengo que decir que tras de varios meses siguiendo este blog, me produce una tremenda decepción leer esta entrada.
    Como breve introducción a mi persona, diré que soy Físico e Ingeniero Superior desde hace ya unos cuantos años, pero no tantos como para no “darme por aludido”. Trabajo como Project Manager de IT y me considero tremendamente afortunado por trabajar en un campo que me gusta y que está bien remunerado. Así mismo, hablo perfectamente Español, Inglés y Alemán, y no por herencia, sino por esfuerzo propio. Digo todo esto, no por echarme flores, y hacer ver que soy un “tío de éxito” (curiosa expresión), sino todo lo contrario, para hacer ver que no soy y cito “un torpe y un necio”, porque si, a mí se me atrancó alguna asignatura durante 2,3, 4 y hasta 5 convocatorias. Yo tenía la culpa? Probablemente parte de ella, pues soy de la opinión de que casi siempre se puede dar más de uno mismo. Pero también considero que asignaturas a las que anualmente se presentan sistemáticamente 200 alumnos y sistemáticamente suspenden 195-197 algo está fallando en el sistema. Por suerte tuve la oportunidad de estudiar dos años en Suecia, uno en Física y otro en Ingeniería y comprobar que el problema no era sólo mío…aprobé un 95% de lo que me matriculé, estudiando lo mismo que en España, i.e. 6 horas mínimo al día, si, porque para lograr sacarse una carrera de este tipo TODOS debemos hacer un esfuerzo que no pueden llegar ni a imaginar otros estudiantes de otras carreras más asequibles. Y puntualizo que no estuve de ERASMUS, que esto siempre da lugar a suspicacias respecto a las facilidades que se les da a estos estudiantes. No, me fui de libre intercambio, y a Suecia, un país en el que la trampa o las facilidades no son una opción.
    Comienza el artículo con una frase cuanto menos que da a la reflexión : “Podrás estar o no de acuerdo con lo que estoy a punto de expresar en toda su crudeza, pero también te digo que se trata de la pura realidad.” A eso le llamo yo objetividad si señor.
    Continuamos con frases como la ya mencionada “torpes y necios”, “es tu problema”, “el estudiante insensato”, etc. Y si estoy sacando de contexto, pero lo que quiero expresar, va más allá del contexto, pues lo que veo aquí, es una frustración, un complejo, una falta de profesionalidad y respeto hacia sus alumnos que me perece inaceptable. Libertad de expresión? Si, por supuesto, pero también respeto y ética profesional.
    No sé, quizá mi problema es que yo no era tan friki y tan rarito, y por eso me costó tanto trabajo y esfuerzo acabar una carrera, a la que ciertamente entré con mucha motivación, con una buena base matemática y física (yo también saqué un 9 en matemáticas en Selectividad), y una carrera, a la que llegué a odiar con lo más profundo de mi ser gracias precisamente a profesores déspotas, y sin vocación ninguna para la enseñanza. Eso sí, estupendos investigadores y divulgadores con artículos en las mejores publicaciones. Sin embargo gracias a no ser tan friki y tan rarito y poseer ciertas habilidades sociales para trabajar en el mundo real, estoy donde estoy. Porque sí, hay mundo después de la Universidad. Y muchos lo olvidan al quedarse de profesores.
    Ahora, muchos años después, estoy recobrando mi amor por la ciencia, y de hecho esa es la razón por la que he llegado a parar a este blog, por el cúal me he dejado aconsejar respecto a varias de sus reseñas. Sin embargo no estoy “nada” de acuerdo con la opinión expresada en esta entrada. Y me sorprende que haya alumnos o exalumnos que le den la razón de esa forma…seguro que no han estudiado Físicas o una Ingeniería.
    Lo que si estoy totalmente de acuerdo es en una cosa, y es el título del post. Espero que llegue el día en que la Universidad se privatice, y despidan a todos los incompetentes que hay en el mundo de la universidad por “low performers” que son muchos, y ojo digo muchos, no todos, pues he tenido grandísimos profesores que me han suspendido, pero los respeto y mantengo su amistad años después.

    ResponderEliminar
  16. Hola.

    Genial entrada, de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Literalmente, el tipo de articulo que me hubiera gustado escribir a mi, aunque acepto que no hubiera tenido ni de lejos la misma calidad de haberlo intentado actualmente, en parte por inexperiencia pues cuando usted empezaba a dar clases yo aun estaba mamando teta, valga la expresión.

    Como dice en la misma entrada y otras personas también han expresado en los comentarios, se puede estar de acuerdo o no del todo con algunas cosas, pero es un hecho que incluso la mas mínima de las que describe es un asunto grave que se debería intentar solucionar y no ignorar como desgraciadamente se hace en muchos lugares.

    Gracias por compartir.

    ResponderEliminar