Dicen
de mí que soy ratón de librería y es cierto, no lo negaré. Suelo visitar con mucha más
frecuencia de la recomendable las tiendas de libros y nunca salgo de ellas con
las manos vacías. Hace algún tiempo cayó en mis garras un libro que me llamó la
atención. Su título era "13 cosas que no tienen sentido" y su
autor se llamaba Michael Brooks. Lo leí con avidez y rapidez y la verdad es que debo reconocer que me dejó un tanto perplejo. Aún hoy no tengo una opinión firmemente formada
sobre lo que en aquellas páginas se contaba. Entre sus 13 capítulos
monográficos había cosas que daban qué pensar y otras, en cambio, parecían un
tanto absurdas. Inquieto, busqué información sobre el autor, pero poca cosa
encontré fiable; desde gente que le ponía muy bien hasta todo lo contrario.
Como no me quería obsesionar demasiado, lo dejé correr y pasé a leer otros
libros apilados en mis estanterías. Pero hete aquí que algún tiempo después el señor
Brooks volvió a publicar otro libro con un título bastante particular: "Radicales
libres". Y, claro, tuve que leerlo.
¿De qué va "Radicales libres"?
Pues no, no se trata de lo que parece indicar el título. Más bien, la cosa
despista bastante hasta que le echas un vistazo a la contraportada y entonces
lo entiendes todo. La obra de Brooks nos cuenta una serie de anécdotas (porque
no dejan de ser meras anécdotas) relacionadas con las distintas y
"radicales" libres formas que algunos de los científicos más afamados
de la historia han tenido de llegar a sus descubrimientos más espectaculares y
conocidos. ¿Y dónde está el interés de esto, si es que lo hay? Pues en lo que
quiera creer cada uno y en lo que quiera leer entre líneas cada uno de los
lectores que se atrevan a hacerlo. Porque "Radicales libres"
es un libro con muchas lecturas. A unos convencerá y pensarán que la ciencia o,
peor aún, los científicos son unos personajillos viles, mezquinos, traviesos,
anárquicos, que justifican los medios para conseguir sus fines, muchas veces
incluso a costa de sus colegas. Otros, en cambio, dudarán y desconfiarán de las
historias que cuenta Brooks, pondrán en duda sus fuentes o, simplemente, le
tomarán por un embustero con ganas de crear polémica y controversia, llegando a
manchar la imagen de la ciencia y sus hacedores.
Personalmente,
a mí me ha pasado un poco lo mismo que con su otro libro, el que cito en el
primer párrafo. No tengo una firme opinión sobre lo que he leído. Como
científico profesional he experimentado en mis carnes unas cuantas cosas semejantes
a las que se narran a lo largo de las 267 páginas. He visto rencillas entre
colegas, competencias feroces, arbitrariedades manifiestas por parte de los
"referees" en las revistas especializadas a la hora de revisar tanto
mis manuscritos como los de otros compañeros. También he visto
"chapucear" resultados teóricos y/o experimentales para que las
gráficas quedasen bonitas. Y algunas otras cosas que me callaré para no remover más aún la mierda. Por el
contrario, igualmente he tenido la posibilidad de conocer científicos tremendamente
rigurosos y escrupulosos en su quehacer profesional. Me ha sucedido lo mismo
con los pescaderos, los carniceros, los vendedores de coches y los agentes de
policía. Unos eran buenos y otros no y no por ello he dejado de consumir carne o
pescado. Alguna que otra multa de tráfico también he pagado.
Ahora
bien, ¿todo lo anterior ensucia la imagen de la ciencia? Yo pienso que no
especialmente. La ciencia está hecha por personas de carne y hueso, con sus
pasiones, sus debilidades y sus sentimientos. ¿Es mala la ciencia porque en su
momento se decidió bombardear Hiroshima y Nagasaki? Si es mala por eso, ¿no se
puede igualmente pensar que al mismo tiempo también será buena porque permite
irradiar a personas con cáncer y, en ocasiones, curarlas? Entonces, ¿en qué
quedamos, es buena o es mala?
Probablemente,
en el término medio esté lo correcto. Ni el libro de Brooks creo que pretenda
ensuciar el prestigio de la ciencia y los científicos ni tampoco soy de la
opinión de que la ciencia es un ente ideal perfecto, agraciado con el halo de la
santidad. ¿Que algunos han soñado con la ecuación que los ha hecho famosos y no
fueron capaces de deducirla matemáticamente, de forma correcta? Bueno, ¿y qué?
Si la ecuación funciona y nos ayuda a comprender el universo y no hemos hecho
daño a nadie con ello, ¿cuál es el problema?¿Que otros se meten caballo, crack,
LSD o Ducados sin filtro y entonces empiezan a visionar partículas elementales
no descubiertas? ¿Qué pasa, no se fumaba en los bares delante de los niños
hasta hace bien poco?
Quiero insistir, una vez más, en que el
libro de Brooks posee muchas lecturas. Lo que digo siempre en estos casos es lo
mismo: si no lo lees, no podrás ni siquiera tener derecho a dudar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario