Cuando descubrí este libro, en la página web de Biblioteca Buridán, lo primero que pensé fue que debía de tener una extensión enorme, ya que en mi opinión cualquier texto que pretenda abordar la cuestión de la vida debe enfrentarse a todas las ramas científicas: biología y química sobre todo, física, y hasta me atrevo a decir que matemáticas, geología, entre otras. Obviamente, me equivocaba.
Lejos de sentirme decepcionado, cuando me hice con el libro de David Toomey, a quien ya conocía por otra fantástica obra suya: Los nuevos viajeros en el tiempo (también publicada en español por Biblioteca Buridán), mi reacción fue completamente opuesta. Me ha resultado enormemente interesante y, sobre todo, sugerente. En efecto, a pesar de no llegar apenas a las 300 páginas de extensión (incluyendo anotaciones y referencias), Toomey nos lleva de viaje por todo un paisaje "extraño" y poblado por toda clase de seres vivos, tanto reales como imaginarios pero con una característica general común: presentan rasgos distintivos muy diferentes a los que consideramos como vida "normal". De hecho, el subtítulo del libro es suficientemente explícito: La búsqueda de la vida que es muy, muy diferente a la nuestra.
Empezando por un capítulo introductorio, en el que se describen a los organismos terrestres denominados extremófilos, seres vivos que desarrollan toda su actividad en ambientes con unas condiciones físico-químicas extremadamente inusuales (presión, temperatura, salinidad, acidez, radiación, etc.) y finalizando con la que podría constituir la clase de vida más extraña concebible, incluso podríamos decir que extravagante, esto es, la vida en un posible multiverso si éste existiese, el libro de Toomey constituye una pequeña joya que muy bien puede servir como introducción a un tema que ha despertado el interés del ser humano desde los mismos orígenes del pensamiento científico: qué es la vida.
No hace falta decir que Toomey no responde a la pregunta anterior, al menos de una forma directa e inequívoca, pues él es el primero en reconocer que no es su propósito y que otras mentes mucho más brillantes lo intentaron antes sin llegar a ningún consenso. A pesar de todo, y aunque no sepamos qué es la vida exactamente y cómo surgió en la Tierra, sí entendemos la importancia del papel que juegan una sustancia como el agua líquida o átomos como el carbono, capaz de formar largas cadenas que dan lugar a moléculas orgánicas. Pero algunos científicos piensan que bien podrían existir otras alternativas como el silicio, el arsénico podría tener cierta importancia y probablemente también el metano. Y por ello el ser humano ha enviado y piensa en enviar misiones al espacio para explorar otros mundos en nuestro sistema solar: Marte, Europa, Titán, cometas, asteroides.
Aun así, Toomey no se queda solamente en nuestro sistema solar. ¿Y por qué? Pues muy sencillo, porque no todos los científicos creen que la vida, de existir fuera de la Tierra, tiene que ser forzosamente similar a la vida terrestre. De hecho, cabe pensar que podría ser tan distinta de la nuestra, tan sumamente "extraña" que tuviésemos enormes dificultades para descubrirla, identificarla, reconocerla, de tal manera que incluso nos pudiese pasar desapercibida en caso de toparnos con ella. Más aún, hasta en este supuesto, en el de hallarla, y suponiendo que fuese inteligente, ¿cómo nos comunicaríamos con seres que fuesen enormemente distintos a nosotros? En este respecto, resulta especialmente interesante el octavo y penúltimo capítulo, dedicado a revisar brevemente las sugerencias acerca de formas de vida "extrañas", unas más y otras menos, proporcionadas por los escritores de ciencia ficción (algunos de ellos siendo científicos profesionales). Así, desfilan por estas páginas seres que habitan en estrellas de neutrones, en el cinturón de Kuiper, en el disco de acreción de un agujero negro, así como nebulosas estelares con vida propia y hasta planetas sintientes.
Es evidente que hasta el momento nadie ha descubierto un solo ejemplo de vida extraña, tanto en la Tierra como fuera de ella. Se han propuesto programas específicos para buscarla, pero tampoco se han llevado a cabo todavía. Pero, como escribía hace 300 años un tal Christiaan Huygens, tal como cita el propio David Toomey en el epílogo del libro:
"Si alguien me dijera seriamente que he desperdiciado mi vida en una búsqueda vana e infructuosa de algo de lo que nunca podré estar seguro, la respuesta que le daría sería que lo mismo podría decirse de toda la filosofía natural en la medida en que lo que se propone es descubrir la naturaleza de las cosas. En unos estudios tan nobles y sublimes como estos, es una gloria llegar a la probabilidad, y en la propia investigación está la recompensa a tus esfuerzos."
Lo cierto es que a pesar de que lo que continuamente descubren los biólogos acerca de la vida que conocemos les sigue sorprendiendo a diario puede que buscar otras clases de vida, por muy extrañas que sean nos lleve a comprender mejor la nuestra. Y esto no es poco...
Si miramos hacia atrás, en el tiempo, nos parece que hemos descubierto e inventado tantísimas cosas, y que poco menos que ya estamos listos! Pero al mirar hacia adelante, vemos con asombro que se nos viene un sinfín de conocimientos encima...que si queremos abrazarlos para no dejarlos escapar, nuestros brazos son demasiado pequeños...y se nos haría imposible "elegir" a cuales agarramos...
ResponderEliminarNo hace tanto tiempo, hubiésemos jurado que era imposible la vida en aguas hirvientes, ácidas, y con presiones tremendas....Hoy, hablamos de los extremófilos como si nada...Así será cuando logremos descubrir vida lejos de la Tierra...