En
el episodio de la 20ª temporada de la mítica serie Doctor Who titulado "Arc
of Infinity", se describe una región del
espacio carente de toda actividad estelar, antiguamente ocupada por una
estrella de quarks, Rondel, los restos de la explosión en forma de
supernova de una estrella muy masiva.
Las estrellas de quarks son
estructuras más allá de las más conocidas estrellas de neutrones. En éstas, los
protones se han combinado con los electrones debido a la enorme atracción
gravitatoria. En aquéllas, dicha atracción llega a superar incluso a los
efectos cuánticos (presión de degeneración) que hacen mantenerse estables a los
neutrones y éstos se descomponen en sus componentes más básicos: los quarks.
Las estrellas de quarks, si realmente existen, cosa que aún no está clara,
deben ser más densas que las de neutrones, pero no tanto como para colapsar y
dar lugar a la aparición de un agujero negro estelar. Al igual que sucede en el
episodio arriba citado del quinto doctor, las estrellas de quarks como Rondel pueden llegar a estar rodeadas por
campos magnéticos tan intensos como un billón de veces el de nuestro planeta,
la Tierra. Aunque hay muy pocas candidatas conocidas a ser estrellas de quarks,
cabe citar el objeto
RXJ1856, descubierto en 2002 por un equipo de astrónomos liderado
por el doctor Jeremy Drake en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics
(Cambridge, Massachussetts, USA). Drake y sus colaboradores determinaron el
diámetro del objeto, obteniendo unos 11 kilómetros, demasiado pequeño para ser
una estrella de neutrones y, al mismo tiempo, demasiado brillante para tratarse
de un agujero negro. Lo interpretaron como una posible estrella de quarks,
aunque no descartaban otras posibilidades más "estándar". Más recientemente, parece haber sido descartada la primera hipótesis.
Actualmente
los físicos piensan que una estrella de quarks podría estar hecha de lo que se
denominaría "materia extraña", un término acuñado a
mediados de la década de los años 1980 por E. Farhi y R. Jaffe. La materia extraña
estaría compuesta por fragmentos mucho más pequeños denominados "strangelets".
Pero, ¿qué es un strangelet y por qué estoy hablando de ello aquí?
El Modelo Estándar de
la física de partículas establece que todas las partículas que conocemos se
pueden englobar en dos categorías denominadas leptones y quarks, cada una de
las cuales aparecen bajo seis formas distintas. Me centraré en los quarks, que
son los que tendrán relación con la materia extraña. Las seis familias de
quarks conocidos se clasifican, a su vez, en tres generaciones, que son (en
orden creciente de masa) : up y down, strange y charm, top y bottom. Las
partículas subatómicas que conforman los núcleos atómicos de la materia
ordinaria (los protones y los neutrones) están compuestas por tres quarks (dos
up y uno down, en el caso de los protones y dos down y uno up, en el caso de
los neutrones). Pues bien, un strangelet sería, dicho muy sencillamente, un
estado o una hipotética partícula compuesta por un número igual de quarks up,
down y strange (extraño, en inglés; de aquí los términos "strangelet"
y "materia extraña").
Un strangelet tendría una vida extremadamente corta
(de una fracción minúscula de un segundo) y acabaría desapareciendo, ya que el
quark strange es extremadamente inestable. Sin
embargo, A. Bodmer primero, en 1971 y, posteriormente, Ed Witten, en 1984,
establecieron la hipótesis
de la materia extraña. Según esta hipótesis (no ha sido, hasta el
momento, corroborada ni comprobada en ningún experimento) un strangelet que estuviese formado por una gran
cantidad de quarks podría ser más estable que los propios núcleos atómicos. Si
este strangelet colisionara
con un núcleo atómico de materia ordinaria, quizá lograría transformarlo en
otro strangelet. Durante este proceso se liberaría energía que serviría
de catalizador para otros muchos procesos similares. Así, se iniciaría una
reacción en cadena que acabaría por transformar toda la materia ordinaria en
strangelets. Dicho de otra forma: en materia
extraña.
En la ciencia
ficción no son pocas las ocasiones en que se aborda el tema de la materia extraña.
Así, el séptimo Doctor Who, durante la 24ª temporada, se enfrenta en "Time and the Rani" a la malvada Rani, una
"señora del tiempo" (Time Lady), quien pretende nada menos que volar
un asteroide hecho de materia extraña, con la esperanza de destruir gran parte
de nuestra galaxia. Otros ejemplos podéis encontrarlos en este artículo de
la Wikipedia.
¿Podrían
ser reales unos escenarios como los anteriores? ¿Qué sucedería si un strangelet colisionase con nuestro planeta?
¿Existen los strangelets en el universo o deben producirse
mediante experimentos diseñados a propósito? ¿Podría haber strangelets vagando por el espacio interestelar?
¿Y si colisiones cósmicas naturales entre strangelets y materia ordinaria fuesen las
responsables de la materia
oscura, esa gran desconocida?
Hasta no hace mucho tiempo, hemos podido ver, escuchar y leer en la prensa todo tipo de
sensacionalismos y escenarios apocalípticos sobre la producción de agujeros
negros devoradores en el LHC, el gran colisionador de hadrones del CERN. Los
científicos, agobiados y preocupados por la presión mediática, tuvieron que
elaborar un informe donde expresaban sus opiniones (basadas en cálculos más que
razonables) acerca del asunto, y concluían que semejantes desastres eran
altísimamente improbables (la palabra imposible no suele usarse en el vocabulario de
la ciencia).
Más
de seis décadas antes, en 1942, Edward Teller, uno de los padres de la bomba
atómica, se planteó también cuestiones similares, como la del hipotético
incendio de toda la atmósfera terrestre en caso de que se llevase a cabo una
detonación nuclear. En aquel entonces, tuvo que ser Hans Bethe quien llevase a
cabo los cálculos que descartaban el apocalipsis. Posteriormente, en la década
de los años 1950 la paranoia volvería a surgir con la invención de la bomba H,
la bomba de fusión, mucho más poderosa que la de fisión. Otro físico, Gregory
Briet, evaluaría las posibilidades de catástrofe global, llegando a la
conclusión de siempre: remotas.
Más recientemente,
en 1999, un año antes de la entrada en funcionamiento del RHIC (Acelerador
Relativista de Iones Pesados), se planteó la posibilidad del escenario en el
que las colisiones entre iones muy pesados, como los de oro o plomo (con 79 y
82 protones, así como 118 y 125 neutrones, respectivamente) podrían dar lugar a
la formación de los temidos strangelets,
que terminarían por asociarse y reducir todo el planeta Tierra a una esfera
hiperdensa de unos 100 metros de diámetro, según las predicciones teóricas. Hay
que tener en cuenta que en una colisión entre dos iones de oro, plomo o similar
a altas velocidades, del orden de la de la luz en el vacío, se producirían más
de 1.000 quarks (tres por cada protón o neutrón).
En
esta ocasión, personas del prestigio del premio Nobel de física Sheldon
Glashow, junto con Richard Wilson, pusieron de manifiesto que la conversión de
la Tierra en un montón de materia extraña era altamente improbable (inferior a
1 posibilidad en 50 millones). Para ilustrar sus razonamientos, Glashow y
Wilson tomaron el ejemplo de la Luna. Efectivamente, un astro como nuestro
satélite natural, donde no existe atmósfera, sufre continuamente los impactos
cósmicos de partículas pesadas que se desplazan a altas velocidades. ¿Por qué,
entonces, sigue ahí y no se ha reducido a una masa informe y caliente de
materia extraña?
Aunque el anterior
razonamiento nos puede dejar más o menos tranquilos, otros investigadores, como
Sir Martin Rees, advierten de que la situación de la Luna no es extrapolable a
una situación como la que se tiene en un experimento en un acelerador de
partículas. Rees argumenta que cuando una partícula relativista colisionase
contra la superficie lunar, golpearía un núcleo atómico en reposo. Esto podría
hacer que los strangelets resultantes saliesen despedidos con
enorme violencia y se desintegrasen rápidamente, no volviendo a interactuar con
otros núcleos atómicos, deteniéndose así la reacción en cadena. Sin embargo, en
los aceleradores de partículas terrestres, debido a su diseño, la colisión se
produce entre dos haces que se mueven en sentidos opuestos a lo largo del
anillo. Tras el impacto, los strangelets podrían
quedar en relativo reposo, teniendo la posibilidad de adueñarse de la materia
ordinaria próxima. ¿Aterrador, no es cierto?
Pues
no tanto, la verdad sea dicha. Y es que los físicos, esos seres de mentes
superiores capaces de dejar a la altura de una nuez cualquier otro cerebro, han
llegado a la asombrosa conclusión de que si los strangelets realmente llegasen a
formarse deberían poseer una carga eléctrica positiva, lo que perjudicaría
enormemente la interacción con los núcleos atómicos debido a la repulsión
culombiana con los protones. Lo más probable es que los strangelets acabasen rápidamente apantallados por
una nube de electrones que vendrían a nuestro rescate. Y es que no hay nada
como la carga negativa... ¡¡Siempre negatiffo, nunca positiffo!!
Fuentes:
The Science of Doctor Who.
Paul Parsons. Icon Books. 2006.
Our Final Hour. Sir
Martin Rees. Basic Books. 2003.
50 maneras de destruir el mundo. Alok Jha. Ariel. 2012.
Maravillosos electrones :_)
ResponderEliminar¿Qué tal está el libro The Science of Doctor Who? Me ha picado la curiosidad.
Maravilloso libro, como casi todos los que leo hasta el final...
EliminarTal vez lo que ahora llamamos agujeros negros sean esgtrellas de quarks. Todos dicen que un agujero negro es infinitamente pequeño, pero en Física no hay tamaños nulos y sabemos que la relatividad no es exacta a partir del horizonte de sucesos. En realidad nos da lo mismo si el agujero negro es infinitesimal o tiene un tamaño ligeramente inferior al radio de Schwarzschild: la luz seguirá sin poder escapar. Y la gravedad será igual de intensa. Pero no tendremos que lidiar con una singularidad (que sabemos que en Física no existen).
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