Existe un puñado no pequeño de películas y
relatos de ciencia ficción que abordan el tema de los hipotéticos agujeros
negros creados en los aceleradores de partículas, como consecuencia de la
irresponsable actitud de los ineptos científicos (físicos, preferiblemente).
Estos horripilantes engendros pueden ser de varios tipos: productos finales de
la evolución de estrellas masivas, hipernovas, monstruos descomunales que
habitan en los centros de las galaxias y que poseen masas millones de veces
superiores a la de nuestro Sol, etc.
Pero no son los anteriores los que me interesan en esta ocasión, sino una especie distinta: los denominados agujeros negros primordiales, aquellos que se pudieron generar en los primeros momentos después del Big Bang, como consecuencia de las inhomogeneidades presentes en la densidad de materia primigenia, cuando la temperatura era extremadamente elevada.
Si la teoría de Hawking de que los agujeros negros emiten radiación resultase ser correcta, algunos de estos cuerpos aún podrían sobrevivir en la actualidad, ya que el modelo de Hawking afirma que la intensidad de la radiación emitida por los mismos es inversamente proporcional al cuadrado de sus masas. De esta forma, los más pequeños ya se habrán evaporado y desaparecido hoy, casi 14.000 millones de años después del nacimiento del universo. En cambio, cabe la posibilidad de que aquellos agujeros negros que hayan superado una masa crítica mínima, de unos 500.000 millones de kilogramos, todavía se encuentren entre nosotros, quizá vagando por el espacio. ¿Podrían colisionar con la Tierra y atravesarla de lado a lado? ¿Cómo nos daríamos cuenta de que algo así ha ocurrido o está ocurriendo? Al fin y al cabo, un agujero negro de 500 millones de toneladas no es mayor de una billonésima de centímetro.
La cuestión anterior ha sido afrontada por I.B. Khriplovich y sus colaboradores. Han analizado dos tipos de interacción entre el agujero negro y nuestro planeta: una primera, en la que la energía liberada por el agujero negro a su paso a través de la Tierra es consecuencia de su propia energía cinética, es decir, es una interacción de tipo gravitatorio; la otra forma de intercambio de energía tiene que ver con la radiación Hawking emitida por el agujero negro y que es absorbida por la materia de nuestro planeta.
Pero no son los anteriores los que me interesan en esta ocasión, sino una especie distinta: los denominados agujeros negros primordiales, aquellos que se pudieron generar en los primeros momentos después del Big Bang, como consecuencia de las inhomogeneidades presentes en la densidad de materia primigenia, cuando la temperatura era extremadamente elevada.
Si la teoría de Hawking de que los agujeros negros emiten radiación resultase ser correcta, algunos de estos cuerpos aún podrían sobrevivir en la actualidad, ya que el modelo de Hawking afirma que la intensidad de la radiación emitida por los mismos es inversamente proporcional al cuadrado de sus masas. De esta forma, los más pequeños ya se habrán evaporado y desaparecido hoy, casi 14.000 millones de años después del nacimiento del universo. En cambio, cabe la posibilidad de que aquellos agujeros negros que hayan superado una masa crítica mínima, de unos 500.000 millones de kilogramos, todavía se encuentren entre nosotros, quizá vagando por el espacio. ¿Podrían colisionar con la Tierra y atravesarla de lado a lado? ¿Cómo nos daríamos cuenta de que algo así ha ocurrido o está ocurriendo? Al fin y al cabo, un agujero negro de 500 millones de toneladas no es mayor de una billonésima de centímetro.
La cuestión anterior ha sido afrontada por I.B. Khriplovich y sus colaboradores. Han analizado dos tipos de interacción entre el agujero negro y nuestro planeta: una primera, en la que la energía liberada por el agujero negro a su paso a través de la Tierra es consecuencia de su propia energía cinética, es decir, es una interacción de tipo gravitatorio; la otra forma de intercambio de energía tiene que ver con la radiación Hawking emitida por el agujero negro y que es absorbida por la materia de nuestro planeta.
Para un agujero negro supersónico, es decir, que se moviese a través de la
Tierra con una velocidad superior a la del sonido, en concreto a una velocidad
similar a la que orbita la Tierra alrededor del Sol (unos 30 km/s), la energía
liberada por el diminuto cuerpo masivo depende de forma directa del cuadrado de
su masa, así como de la densidad de la materia que atraviesa. Por contra,
resulta inversamente proporcional a la velocidad del agujero, como parece
obvio, pues cuanto más rápido pase por el interior de nuestro planeta, de menos
tiempo dispondrá para intercambiar energía.
Si se supone que la densidad media de la Tierra, a lo largo de su diámetro
(algo más de 10.000 km, en orden de magnitud) asciende a unos 6 gramos por
centímetro cúbico, la energía liberada por el agujero negro asciende hasta los
4.000 millones de joules, algo así como la diezmilésima parte del poder
devastador de una bomba atómica de 10 kilotones (la que se detonó en Hiroshima
en agosto de 1945 tenía un poder de entre 15-20 kilotones). Sin embargo, hay que
hacer una salvedad, y es la siguiente: una bomba atómica se deshace de toda su
energía en una región relativamente pequeña y en un lapso de tiempo
extremadamente corto, lo que trae como consecuencia el fenómeno que conocemos
como explosión. En cambio, la energía dejada a su
paso por el agujero negro primordial a lo largo del diámetro terrestre ha de
repartirse en una distancia de más de 10.000 kilómetros y a lo largo de varios
minutos, que es lo que puede tardar en atravesar de lado a lado nuestro
planeta. Todo esto hace que su detección sea extremadamente dificultosa.
Ahora bien, una cierta posibilidad de detectar su paso podría descansar en el
estudio de las vibraciones sísmicas producidas, con unas frecuencias
comprendidas, normalmente, entre los 0,1 Hz y los 10 Hz. En este caso, los
autores del estudio han estimado la energía liberada en torno a los 500
millones de joules, sólo ligeramente por encima del 10 % de la energía total.
Otra alternativa podría consistir en detectarlos a su paso por un medio
líquido, como el agua de los océanos. Sin embargo, esto tampoco ayuda en
exceso, y todo a pesar de que ahora las frecuencias acústicas son bastante
mayores que en el medio sólido, pues la densidad del agua es, en promedio, seis
veces menor que la densidad del material terrestre, compensándose en parte los
efectos.
La otra fuente de transferencia de energía a la que aludía más arriba es la que
tiene que ver con la radiación Hawking emitida por el agujero negro. Según este
mecanismo, el agujero negro emitirá partículas como neutrinos, electrones,
positrones y también rayos X y gamma.
Si se introducen en las expresiones matemáticas deducidas por Khriplovich et al. los valores anteriormente aludidos
para la masa del agujero negro, la densidad de la materia atravesada y la
velocidad y distancia recorrida, se encuentra ahora que la energía total liberada
en forma de partículas elementales y radiación de alta frecuencia asciende a
1,5 billones de joules, lo cual tampoco parece gran cosa (aún es la tercera
parte de un kilotón).
Esta radiación Hawking es absorbida por la materia terrestre que encuentra el
agujero negro a lo largo de su periplo por el interior de la Tierra,
incrementando la temperatura, con lo que se generan dilataciones térmicas
inhomogéneas (distintas en cada punto) y no estacionarias (que varían en el
tiempo). Se producen, así, ondas de presión, es decir, ondas acústicas que
liberan energías del orden de 1 joule (cantidad ínfima, más o menos la misma que se libera cuando 100 gramos de jamón se dejan caer al suelo desde una altura de 1 metro) y, en consecuencia,
prácticamente indetectables.
Finalmente, y dadas todas las descorazonadoras conclusiones precedentes a la
hora de detectar la potencial interacción de un agujero negro primordial con
nuestro planeta, resta un último resquicio para la esperanza. En efecto, cabe
señalar que el rastro dejado por la energía desprendida por la radiación
dejaría a su paso una radiactividad que fácilmente podría ascender hasta los
cien mil grays (Gy). Y esto sí podría resultar
reconocible en los fósiles y otros materiales del interior terrestre a lo largo
de escalas de tiempo geológicas. Los paleontólogos tienen trabajo...
Fuente original:
Passage of small black hole through the Earth.
Is it detectable? I.B. Khriplovich, A.A. Pomeransky, N. Produit and G.Yu. Ruban.
arXiv:0801.4623v1
Pregunta desde la ignorancia:
ResponderEliminarLos cálculos los has hecho basándote en que el agujero negro hace diana. Es decir ... los 10.000 km que atraviesa la tierra de extremo a extremo. Pero y si el impacto no es así? Y si solo roza la superficie? Tal vez así sería detectable. O es que debido a las leyes de Newton el impacto tiene que ser sí o sí de pleno?
Yo no he hecho los cálculos, los han hecho los autores que figuran en la referencia original al final del post. Me imagino que si la colisión es lateral u oblicua, la energía dejada aún sería menor y más difícil de detectar, si cabe.
ResponderEliminarUn saludo.
"los ineptos científicos (físicos, preferiblemente)." Curiosa afirmación nombrando a dois físicos eminentes como Hawking y Khriplovich, no serán los ineptos que publican sin conocimento y dicen autenticas tonterias.
ResponderEliminarComentario realizado por un FÍSICO INEPTO.
Yo también soy FÍSICO INEPTO, pero al menos sé distinguir el sentido del humor, la socarronería y el sarcasmo.
EliminarSaludos.
Parece que los científicos también adolecen de falta de comprensión de textos. Antes de ofenderse hay que releer.
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