La
teniente Ripley, junto con el lindo gatito Jonesy, son los dos únicos
supervivientes de la tripulación de la nave comercial Nostromo. Una cruel y
despiadada criatura xenomorfa de sangre corrosiva ha terminado con los otros
seis miembros, incluido el ciborg Ash. En una memorable escena final, Ripley se
enfrenta al monstruo alienígena, que ha logrado infiltrarse en el módulo de
emergencia Narcissus, y consigue expulsarlo al exterior, donde se pierde para
siempre en el vacío del espacio. Exhausta, Ripley programa el rumbo de la nave
y se introduce con Jonesy en la cápsula de animación suspendida, donde
permanecerá hasta ser rescatada.
El párrafo anterior describe las últimas escenas de una de
las películas que han marcado el género de la ciencia ficción: Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979). Fue tal el éxito
cosechado que, hasta la fecha, se han rodado tres secuelas: Aliens, el regreso (Aliens,
1986); Alien 3 (Alien 3, 1992) y Alien resurrection (Alien Resurrection, 1997).
Al comienzo de la primera de ellas, la Narcissus vaga por la
desoladora inmensidad del espacio cuando, repentinamente, es rescatada por
empleados de la misma compañía responsable de la misión original de la nave
Nostromo. Cuando Ripley recupera la consciencia todo parece extrañamente
anacrónico. Ante su atónita mirada, el representante de la compañía, Carter
Burke, le revela que ha permanecido perdida durante nada menos que 57 años.
Obviamente, no ha envejecido desde entonces, gracias al proceso de animación
suspendida.
Detengámonos por un momento aquí y analicemos algunos
aspectos involucrados en las afirmaciones anteriores. Veamos, una nave que
permanece en el espacio interplanetario (interestelar, intergaláctico o lo que
sea) debe por fuerza estar sometida a un bombardeo constante de rayos cósmicos.
A pesar de su denominación, los rayos cósmicos no son rayos propiamente dichos,
sino que están constituidos mayormente por partículas como protones (núcleos de
hidrógeno), núcleos de helio, electrones y otras.
Aunque suele atribuirse su descubrimiento al físico de
origen austríaco Victor Hess en 1912, parece ser que el italiano Domenico Pacini también lo hizo simultáneamente.
Sin embargo, al primero se le otorgó por ello el premio Nobel en 1936, dos años
después del fallecimiento de Pacini (el Nobel no puede concederse a título
póstumo).
Al principio se creía que los rayos cósmicos que se
detectaban en la Tierra procedían de la desintegración radiactiva que tiene
lugar bajo la corteza, pero fue gracias a los trabajos de Hess a bordo de
globos sonda cuando se descubrió que a medida que se asciende por encima de la
superficie terrestre esta misteriosa radiación ionizante aumenta
considerablemente, poniendo de manifiesto la indudable procedencia
extraterrestre. De hecho, en la actualidad se piensa que el origen de los rayos
cósmicos reside en los catastróficos procesos que acaecen durante las
explosiones de supernova (esto no está demasiado claro y resultados
recientes pueden
poner en duda dicha teoría) e incluso de núcleos galácticos activos.
La atmósfera de la Tierra y su campo magnético nos protegen
de los rayos cósmicos, pero ahí afuera, en el espacio, la cosa es mucho más
preocupante de lo que se suele pensar. Estas partículas logran alcanzar
energías varias decenas de millones de veces superiores a las alcanzadas en los
aceleradores de partículas más potentes que poseemos. Es por esto que las naves
espaciales diseñadas para misiones de larga duración deberían contemplar
necesariamente la necesidad de un blindaje magnético capaz de soportar el
incesante bombardeo al que estarían expuestos los astronautas. Sin embargo, no
todo resulta tan sencillo, pues un blindaje supone un aumento de peso del todo
inasumible. Valga como ejemplo que para detener un protón de una energía
cinética similar a la que poseen los rayos cósmicos más habituales (en 1938 el
francés Pierre Auger descubrió los denominados rayos
cósmicos de alta energía) se precisa una lámina de aluminio de 3 metros de
espesor. Diseñar una nave interplanetaria con estos parámetros es completamente
imposible.
Dicho lo anterior, parece razonable suponer que la
Narcissus, a bordo de la cual viajaba Ripley, por tratarse precisamente de un
vehículo de pequeño tamaño, no debería poseer un sistema demasiado sofisticado
de blindaje (de hecho, si no asumimos esto no habría post, así que no seáis
ladillas, ¿de acuerdo?). Así pues, toda una incesante lluvia de protones,
consistente en unos 10.000 por cada metro cuadrado y durante cada segundo,
están incidiendo sobre nuestra desdichada teniente Ripley (y también Jonesy, no
le olvidemos).
En el mejor de los casos, pues no se sabe a ciencia cierta, mientras nuestros dos amigos se encuentran en estado de
animación suspendida no parece ser demasiado preocupante el asunto, ya que la
actividad celular se mantiene en suspenso y, en particular, las funciones de
auto-reparación celulares, encargadas de subsanar los nocivos efectos de la radiación.
Pero ¿qué ocurrirá en el momento en que se despierten, tras ser rescatados? En
ese mismo instante, el cuerpo humano (y el gatuno) se comportará como si
hubiese recibido una sola dosis equivalente a la acumulada a lo largo de los 57
años transcurridos a la deriva. Y teniendo en cuenta el flujo promedio de
protones, así como su energía media, se llega a la conclusión de que la
dosis efectiva recibida, tanto por Ripley como por Jonesy, asciende a algo más
de 6 Sv (sieverts). Una dosis como ésta acarrea
normalmente deterioros graves en el sistema nervioso, infecciones, diarreas y
náuseas severas, entre otros efectos. La muerte no es descartable, sobre todo para un
gato. Al menos Jonesy siempre podrá sonreír, aún le restan otras seis vidas...
Fuentes:
Cumulative GCR Dose of Nostromo
Survivors.
P. Hague, C. Davis and F. Tilley. Journal of Special Topics, Vol. 9, No. 1,
2010.
Muy bueno, pero ahora las secuelas ya no son 3 sino 4, si contamos la "precuela" de 2012 "Prometheus":
ResponderEliminarhttp://www.filmaffinity.com/es/film316885.html
Saludos
Excelente articulo.
ResponderEliminarCuando has hablado de blindaje magnético, esperaba que comentaras cómo tendría que ser un campo magnético análogo al terrestre que se tuviera que generar como escudo. ¿Sería posible? ¿Quizá peligroso para la salud? ¿Cómo lo construirías si te endilgaran a ti el muerto?
ResponderEliminarSiempre me he preguntado si el alien de la primera o la reina de la segunda son capaces de sobrevivir en el espacio. El primero aguantó un ratito sin mucho esfuerzo. ¿Está quizá nuestra reina de corazones vagando infinitamente a la espera de algún incauto?
Jajajaja, demasiadas preguntas. Esto es un blog, no un libro de texto... ;-P
EliminarEl campo magnético nos protegería de las partículas cargadas como los protones. De los neutrones sólo podemos poner muchos metros de pared. En la tierra nos protege los kilómetros de atmósfera. Un neutrón, tarde o temprano, tropieza con una partícula de aire.
EliminarSobre si el alien sobrevive al vacío, según los cómics, sí, y lo puede hacer cientos de años.
EliminarAlgún día te cambiaré las respuestas por una tapa de bravas. Quizá no sea hoy. Quizá no sea mañana. Pero algún día...
ResponderEliminar:-)))
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