Cómo detener el tiempo: Fácil, con un reloj chulo y mucho frío...


Quantum Tech Corporation es una empresa que se dedica, como su propio nombre indica, al desarrollo de fregaderos de cocina autolimpiables. Dirigida por el perverso Henry Gates, se aprovecha del trabajo del doctor Earl Dopler (sí, con una sola "p"; con dos "pes" sería Pepe), un estudiante aventajado del profesor Gibbs al que mantiene secuestrado. Al parecer, Dopler ha conseguido desarrollar una tecnología con el poder de acelerar las moléculas del cuerpo humano hasta el punto de hacer que el resto del mundo parezca congelado en el tiempo. El dispositivo capaz de realizar la hazaña no es otro que un reloj de pulsera que, accidentalmente, encuentra el hiperhormonado hijo del profesor Gibbs, Zak.

En palabras del profesor Gibbs dirigidas a su hijo:

"Se trata de un proyecto supersecreto. Supongamos que hipotéticamente fuera posible acelerar tu estructura molecular hasta que el resto del mundo pareciera estar parado."

"Mola", contesta Zak, entusiasmado por la idea. Y entonces viene el remate del papá genio, quien demuestra sus extraordinarias dotes de discreción comunicando un "supersecreto" a un adolescente cuyo máximo interés es comprarse un coche de segunda mano para alardear a tres patas delante de las nenas de prietas y turgentes carnes:

"Se llama hipertiempo". ¡Anda, mira, como el hipermercado pero en plan cuántico!

Continuando con el tema principal que nos ocupa, y tras unos cuantos dimes y diretes que no merecen ser sacados a colación, el caso es que, como os había dicho antes, Zak se encuentra de forma casual con uno de los relojes de hipertiempo y, como no podía ser de otra forma, se dedica a cometer todo tipo de fechorías con él, hasta que el malvado Henry Gates se entera y decide capturar al atontado zagal, quien está siendo ayudado por Dopler, que ha conseguido escapar de la cápsula de hipertiempo donde le tenían confinado.

Bien, entrando ya en harina, que en nuestro caso es el hipertiempo: ¿qué sucedería si el relojito de marras funcionase tal y como dicen los protagonistas de la película? ¿Veríamos el mundo prácticamente congelado en el tiempo en caso de que nosotros nos moviésemos increíblemente rápido? ¿Desapareceríamos a la vista de los que no se encuentran en el hipertiempo? ¿Experimentaríamos efectos secundarios? ¿Serían éstos irreversibles?


Volvamos por un instante a la premisa original, es decir, a la base en la que se sustenta el fantástico invento del doctor Dopler. ¿Qué pasaría en el caso de que se acelerasen las moléculas de nuestro cuerpo? Para responder a esta cuestión de forma razonada y rigurosa es preciso conocer la teoría cinético-molecular de la materia. Este modelo físico supone que ya sean los átomos, ya sean las moléculas que constituyen un cuerpo sólido, todas estas partículas se encuentran unidas por interacciones. Así, se pueden imaginar las partículas como bolitas unidas entre sí por muelles, que juegan el papel de las interacciones. Cuando se proporciona calor al conjunto de todas estas bolitas, los muelles empiezan a estirarse y las bolitas chocan unas con otras en su desordenado y sensual balanceo, provocando dos fenómenos fundamentalmente. El primero consiste en lo que llamamos dilatación, es decir, el aumento en las dimensiones físicas del cuerpo y que se puede visualizar como los estiramientos de los muelles, que producen una separación mayor entre las bolitas. El segundo, y que es el que interesa en nuestro caso, tiene que ver con el aumento de la velocidad de las bolitas. La energía térmica suministrada hace que éstas adquieran paulatinamente mayores velocidades. Pues bien, la teoría cinético-molecular afirma que existe una relación directa entre este aumento de la velocidad y el incremento de temperatura del cuerpo.

A la vista de lo anterior, parece obvio que nuestros amigos van a tener que esforzarse mucho para evitar un recalentamiento abrasador si lo que pretenden al entrar en el vertiginoso mundo del hipertiempo es acelerar sus propias moléculas. En relación con esto último, la película se muestra incoherente, ya que el mismísimo doctor Dopler llega a afirmar en un momento dado que hay una manera de expulsar a una persona del estado de hipertiempo. En sus propias palabras: “El frío ralentiza la actividad molecular”. Si aplica esta máxima y se cumple, ¿cómo es que no se da también la contraria, o sea, que la actividad molecular se incrementa con el calor? Además, por otro lado, el movimiento microscópico no tiene por qué conllevar necesariamente otro macroscópico, es decir, que aunque nuestras moléculas constitutivas se muevan a velocidades muy elevadas, no por ello nosotros, como un todo, adquiriremos esa habilidad.

¿Y cómo se les ocurre a los intrépidos protagonistas de nuestra historia frenar las agitadas acometidas hipertemporales? Pues nada menos que a tiro limpio a base de generosos chorros de nitrógeno líquido. Os contaré esto y alguna cosa más en otra ocasión. Perdón por el frenazo molecular en seco. Brrr, de repente siento un frío…

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